Alejandro Ochoa Vega*
Mi Buenos Aires querido
Cuando yo te vuelva a ver
No habrá más penas ni olvido
Carlos Gardel
Muchas veces asociamos la belleza de una ciudad, por la calidad y conservación de sus centros históricos, por su paisaje, arquitectura o áreas verdes. Sin embargo, hay otras, que teniendo algo de eso, también nos atraen por su dinámica, vitalidad, vida urbana, ajetreo, oferta cultural, cafeterías, gastronomía u hospitalidad de sus habitantes. Buenos Aires, capital federal de Argentina, tiene mucho de estas características, por lo que es difícil que pase desapercibida y no invite a visitarse todas las veces que se pueda. Fundada en 1580, no fue importante para la corona española por dos siglos al privilegiar a los puertos del Océano Pacífico, pero a fines del siglo XVIII al fundarse el Virreinato del Río de la Plata e intensificar su intercambio comercial, inicio un desarrollo importante. Desde entonces y hasta las primeras décadas del siglo XX, la inmigración europea fue muy significativa, al grado que en 1895 la mitad de 650 mil habitantes de la ciudad eran extranjeros. En 1914 se inaugura su primera línea del Metro, llamado subterráneo o “subte”, y la ciudad ya se engalanaba con palacios y edificios monumentales que reflejaban una riqueza impresionante para una ciudad latinoamericana.
En los años treinta se abre el primer tramo de la avenida 9 de julio, las más ancha del mundo con 140 metros, y se inauguro en su cruce con la avenida Corrientes, el famoso Obelisco, emblema urbano y centro de reunión masiva, por conciertos o celebraciones después de los triunfos en los mundiales de futbol, de la selección argentina. La ciudad cuenta con un amplio sistema de transporte público, además del subte, los llamados “colectivos” (autobuses urbanos), Metrobús y trenes suburbanos que conectan a los municipios aledaños, que conforman el Gran Buenos Aires. Entre los años diez y sesenta, a lo largo de cuatro cuadras de la calle Lavalle, en Microcentro, llego a tener 20 salas de cine, al grado que en 1978 la calle se hizo peatonal, por la cantidad impresionante de gente que llegaba. Paralela a esta calle emblemática, hay otra, “la calle que nunca duerme”, Corrientes, que a lo largo de muchas cuadras contiene teatros, cines, confiterías, restaurantes, múltiples librerías, hoteles y comercios de todo tipo. Así, este sector de la ciudad, ofrecía una vitalidad hasta altas horas de la noche, la cual se ha perdido en buena medida, por diversos factores, como crisis económicas, inseguridad, la pandemia y desarrollos en otros sectores de la urbe.
Los años noventa, el neoliberalismo y el gobierno del presidente Carlos Menen, impulso la recuperación de Puerto Madero, enclave económico de la ciudad que había decaído. Se reutilizaron los antiguos galpones para universidades, corporativos, restaurantes, hoteles y museos, agregando otro tramo con torres a gran escala que le dio a la ciudad un nuevo perfil de modernidad. También, Santiago Calatrava hizo el puente de la Mujer y se genero un tramo importante de espacio público. En cuanto a la arquitectura reciente, destaca el Museo de Arte latinoamericano Contemporáneo (MALBA) de los arquitectos Alfredo Tapia, Gastón Atelman y Martín Fourcade, inaugurado en 2001.
Buenos Aires, una ciudad vibrante, con todas las contradicciones, desigualdades y contrastes de cualquier ciudad latinoamericana, pero que su imagen europea en muchos de sus barrios, como Recoleta o Palermo, nos recuerda, cualquier calle o avenida de Madrid o París. Una ciudad para visitarse, donde su riqueza quizás no esta en su pasado colonial, sino en su etapa moderna y contemporánea.
Enero 2025
*Arquitecto, profesor e investigador de CyAD y editor de El Trazo Semanal
Fotografías del autor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario