Jorge Legorreta: de la pluralidad en la arquitectura posmoderna Por Irene Pérez Renteria



Al igual que la historia de las ciudades se va creando con la suma de eventos y acciones transcurridos en el tiempo, así también, la historia de las personas se va conformando con base en los fragmentos y sucesos que se van articulando en su vida.

Lo interesante e inquietante es que a través del recuento de noticias, la escucha de narraciones y las entrevistas, el recuerdo de inquietudes sociales o políticas compartidas, la relectura de algún artículo relacionado con la crisis del agua en el Área Metropolitana de la Ciudad de México o de textos relacionados con la autoconstrucción de vivienda y los procesos de ocupación del suelo, se va conformando poco a poco la historia de un arquitecto polifacético.

Jorge Legorreta se presentaba a sí mismo como arquitecto, urbanista y profesor de la UAM Azcapotzalco. Como urbanista manifestaba su preocupación por la Ciudad de México, su crecimiento exponencial y su problemática relacionada con el transporte, con la vivienda social, con la salud pública y especialmente con el agua. Legorreta definía  al urbanismo de la Ciudad de México de esta manera: “ [se ha hecho] a pedacitos, es como el Circuito Interior, tiene muchísimas décadas que no se termina, fue una obra de 1976 y todavía no terminamos los puentes que necesitan ahora…",[1] como su propia vida.

Arquitecto, sociólogo urbano, escritor y urbanista, pero sobre todo “gustador de la Ciudad [de México]”,[2] Jorge Legorreta (1946-2012) fue una muestra del desempeño versátil del profesional en los tiempos posmodernos. Legorreta formó parte de una generación de jóvenes urbanistas que a partir de los años setenta se preocuparon por participar en las soluciones de una problemática urbana y social que desde antes ya amenazaba con rebasar el territorio y la administración de la Ciudad de México y de los principales centros urbanos del país. Docente e investigador, además participó tanto en las instituciones públicas y académicas como en organizaciones privadas y sociales. Durante la administración de Cuauhtémoc Cárdenas, fue designado delegado político en la Cuauhtémoc (1997-2000), participando con propuestas políticas y sociales como la remoción del ambulantaje en las calles de López, Dolores e Independencia, área considerada como la primera en ser “rescatada y rehabilitada”.[3]  Su diversidad lo llevaría a formar parte de la Embajada de México en Egipto, como agregado cultural (2002-2004), promoviendo el acercamiento de la cultura mexicana a la comunidad internacional.[4]

Su desempeño como un arquitecto especializado en cuestiones urbanas y en la historia de la ciudad lo llevó a integrase a la Asociación de cronistas del Distrito Federal y Zonas Conurbadas y a ser conductor de programas como Ciudad de ciudades (Once TV México) y Para descubrir la ciudad y disfrutar la ciudad (Radio Red).
Su semblanza es reflejo de sus temas. En los ochenta, la urbanización de las ciudades, la participación social, el  transporte urbano y la contaminación; en los noventa, el transporte y el ambiente; y en el siglo XXI , la problemática del agua, la contaminación del suelo y la protección del ambiente.

Sin lugar a dudas, Jorge Legorreta es un ejemplo de la pluralidad del arquitecto posmoderno y de su preocupación por “enfrentar [nuestro] futuro incierto”.[5]
Hasta siempre, querido amigo!

Agosto, 2012


[1] Once Noticias TV, Jorge Legorreta, crítico de los contrastes del paisaje urbano, México, 17 de julio de 2012.
[2] Antonio Marimón, Mil voces cantando, México, Conaculta, 1999, p. 58.
[3] Laura Gómez Flores, “Denuncia dirigente de ambulantes 'ocupación discrecional' de espacios”, México, La Jornada, 12 de octubre de 2007.
[4] De la redacción, “Por vez primera, lectura bilingüe de 36 poemas de Octavio Paz en El Cairo”, México, La Jornada, 19 de marzo de 2003.
[5] Jorge Legorreta, La Ciudad de México: a debate, México, UAM, 2008, p. 245.

De la difusión a la crítica arquitectónica. Por Alejandro Ochoa Vega



La tradición de revistas de arquitectura en México nos lleva a pensar en su papel para la difusión y crítica de una profesión más que significativa para el desarrollo del país. Desde El arte y la ciencia, editada por Nicolás Mariscal en el porfiriato, después Arquitectura México que con dirección de Mario Pani reseño nuestra modernidad funcionalista, hasta las recientes que dan cuenta de la producción arquitectónica contemporánea, son constancia impresa de lo realizado a lo largo de más de 100 años en el país. En todas ellas, el registro de obras de cada una de las épocas permitió difundir tendencias y búsquedas que no en pocos casos fueron pauta en la arquitectura nacional. Desde los nombres y protagonistas más reconocidos, hasta los novatos y menos difundidos tuvieron la posibilidad de aparecer en las páginas de diversas publicaciones, ya sea de carácter oficial y gremial, hasta las privadas, sin olvidar las universitarias y de perfil académico.

No obstante, las revistas especializadas en arquitectura, urbanismo y construcción en nuestro país han privilegiado siempre la difusión, a través de una lectura descriptiva y esquemática de las obras mostradas, careciendo en buena medida de una interpretación más crítica. Dicho perfil no deja de tener importancia al ser una primera aproximación y abarcar un buen número de casos, pero entonces la posibilidad de analizar más en detalle las condiciones de realización de las obras, su impacto urbano y características funcionales, formales, espaciales y tecnológicas es desechada como criterio editorial. Las razones que pueden explicar esta situación son varias: falta de una tradición de crítica arquitectónica en México, susceptibilidad de los arquitectos y reserva de los analistas, falta de espacios y promoción para este tipo de práctica, intereses creados y falta de compromiso por asumir una posición ante la realidad urbano arquitectónica contemporánea, entre otras.

Es así, que en este modesto espacio, El Trazo Semanal, pretendemos ofrecer una voz crítica respecto a los muy variados y amplios problemas, manifestaciones y expresiones que la ciudad y su arquitectura cada día presenta, sin otro objetivo que poner en la mesa un planteamiento más para la reflexión. Es por demás decir que por la extensión del espacio, no pretendemos hacer críticas arquitectónicas exhaustivas, pero si un apunte con las bases suficientes y el conocimiento de causa que permita abrir la discusión, con libertad y responsabilidad.

Desde el comentario sobre un nuevo edificio, hasta la reflexión sobre las obras del gobierno de la Ciudad de México, sin olvidar realizaciones del resto del país, podrán ser algunos de los temas a tratar.

La réplica, comentario e incluso desacuerdo con lo que aquí se diga son absolutamente bienvenidos, con la idea de poder enriquecer la reflexión. La sociedad mexicana contemporánea y sus ciudades enfrentan retos muy complejos; es de esperar entonces que este espacio editorial, con todo y sus limitaciones, pueda vislumbrar algunas respuestas.

Febrero, 2012

El tiempo perdido de la arquitectura. Por Fernando Minaya



La arquitectura responde a valores sociales, políticos, económicos y arquitectónicos, entre otros, con ellos se pone a prueba la calidad y pericia del arquitecto. El tiempo de la arquitectura responde a condiciones apremiantes de cada época, así como en su momento las escuelas, edificios administrativos públicos, cines, aeropuertos o  viviendas experimentan a través de su uso, la lógica en la que fueron construidos y su relevancia para la sociedad.

En el presente ensayo aborda la problemática del Centro de Atención Compensatoria para Invidentes y Débiles Visuales del Distrito Federal diseñada por el arquitecto Mauricio Rocha. A través de la sección de proyectos especiales del Gobierno del Distrito Federal, el proyecto fue adjudicado por invitación. Dentro del proceso proyectual se contó con la participación de la Organización Nacional de Ciegos Españoles en cuanto a la asesoría de los espacios necesarios y condiciones idóneas para los ciegos, aprovechando la experiencia de 60 años de la organización. El centro está compuesto por dos etapas de desarrollo: la primera incluyó la construcción de administración, talleres, tifloteca y biblioteca; en la segunda parte los servicios. La ubicación del proyecto de gran importancia, ya que se dispuso dentro de la delegación Iztapalapa, colindando con el municipio de Netzahualcóyotl, nodo focal de marginación y pobreza urbana. El terreno fue de disputa por varios años y de invasiones ilegales, hasta que se planteó el Centro, el cual pretendía rescatar la zona al proponer un conjunto de desarrollo social para los discapacitados.

La ejecución fue encargada al Grupo Quart, empresa acusada en 2001 por diversos fraudes en materia de obra pública de la capital desde 1999, durante la administración de Rosario Robles como Jefa de Gobierno del D.F. Debido a estos  escándalos políticos y económicos todas las obras encargadas a dicha constructora fueron frenadas, entre ellas el centro de invidentes en 2001 con un avance del 95%, con el objetivo de realizar una exhaustiva auditoria para detectar el uso indebido de los recursos públicos. El resultado fue que la Contraloría General del DF canceló los contratos, por poco más de 57 millones de pesos, ya que “no se apegó a los estándares de material y calidad que señalaba el proyecto original por considerar que estaba en riesgo”. En consecuencia, la obra no se terminó en su totalidad, aunque lo elementos restantes eran menores y la inauguración pudo llevarse a cabo, sin embargo quedo en suspenso. En la jefatura de Andrés Manual López Obrador la obra fue totalmente abandonada, con lo cual grupos de invasores se apropiaron del inmueble para uso habitacional, despojándolo y deteriorando las instalaciones por siete años.

En 2010, el centro fue rescatado, y posteriormente donado al Instituto Tecnológico de Iztapalapa, adscrito a la SEP, institución dedicada a formar profesionales técnicos. Ahora levanta la voz la administración de la delegación y aseguran que no hubo otra alternativa, lo apremiante fue considerar las escasas instalaciones educativas, por ello  imperó dicha decisión en detrimento de los invidentes y la propuesta original del arquitecto Rocha. Son varios puntos a considerar, en principio el proyecto se ensombreció con los fraudes y después por el uso inadecuado de las instalaciones, hasta llegar a su deterioro físico y puesta en uso alterando su objetivo de origen. La Medalla de Plata que ganó este conjunto en la Séptima Bienal de Arquitectura, o la mención en diversos medios de comunicación internacionales como algo peculiar y sobresaliente en la Revista Praxis o Domus quedaron solo en evocación de los que pudo ser. El tiempo no logro cristalizar la idea del centro de Invidentes, la arquitectura pareciera que perdió en este caso. Y así como afirma el autor de la obra “Es una pena que los débiles visuales no lo hayan tenido a su alcance”, y lo que destaque es el revés social que el Estado aplicó a la sociedad y ciudad al alejarse de conceptos básicos como la equidad entre grupos, acceso para todos a la educación y la gran perdedora, la buena arquitectura con propuesta e innovación en un país limitado de ello.

Febrero, 2011