Repensando … Al Profesor Distinguido, al “Maestro de maestros”. Por José Miguel Rivera Rojas

Hace varios años, por una pequeña puerta de un despacho improvisado en el centro de Azcapotzalco aparecía una figura, un profesor bajito sonriente con sombrero, suéter y corbata, sosteniendo libros y escritos a pasos rápidos. En su brazo un blazer azul a cuadros, y un libro en francés de Piaget. Su figura recta, observador de todo y todos, ojos cafés obscuro, profundos, analíticos, acompañados de una nariz aguileña afilada, moreno claro, de rostro redondo y gran sonrisa. En la otra mano un portafolios con una computadora y documentos que parecían infinitos, figura que solo conocía de nombre, Rafael Francisco Javier López Rangel, un mito que únicamente trascendía dentro de mi memoria al haber leído su nombre en mi tira de materias y en los pasillos de la UAM Azcapotzalco, nombre al que había tenido que leer y pasar en una materia entre mi incomprensión de la teoría y la lucha por sobrevivir en una carrera como la de Arquitectura.