*Katia Soledad Aguilar Sánchez
Como
bien sabemos el COVID 19 llego a México a finales de febrero del 2020, el mundo
entero se paralizo, el pánico se apodero de nosotros, las consecuencias han
sido graves, hemos tenido pérdidas humanas, materiales, desempleo y daños
psicológicos entre muchas cosas más. El confinamiento nos ha dejado muchas
experiencias, aprendimos a trabajar desde nuestros hogares, a pasar tiempo de
calidad con nuestros seres queridos, a salir de la zona de confort dándole un
cambio radical a nuestra manera de hacer las cosas empíricamente.
Al
comienzo de este año tuve mi primer contacto cercano con esta enfermedad,
afortunadamente no me contagie, pero fue muy difícil, a mi cónyuge le
detectaron COVID, por lo que tuve que hacerme responsable de varias cosas. Gracias
a Dios sus síntomas fueron muy leves, yo estuve a cargo de mi pequeño, pero
entendía el lugar de él como padre, lo difícil que fue separarse de su hijo por
unos días. Actualmente el contacto está a nuestro alcance y nos comunicábamos
por video llamadas, entendí que es más difícil el encierro y la preocupación de
no contagiar a tus seres queridos, el sacrificio que implica y lo afortunados
que somos de tener una buena salud.
Todo
parecía ir bien, se recuperó satisfactoriamente, sin secuela alguna, pero ahora
fue el turno de mi madre, la noticia nos tomó por sorpresa, ella no presento
ningún síntoma, pero se extremaron precauciones, los primeros días todos en la familia
estábamos muy tensos, temíamos que nosotros también tuviéramos el virus,
gracias a Dios no fue así. Ahora el papá de mi pequeño se quedó a cargo de él y
confirme el dolor que es separarte de tus seres queridos, pero al mismo tiempo
agradecía que todos estábamos bien. Al estar en cuarentena extrema pensábamos
muchas cosas, limpiábamos más de lo habitual, nos protegíamos más, a mi parecer
la carga mental fue más que la de la enfermedad. Con todo y que mi mamá fue asintomática,
teníamos contacto con ella mediante la ventana de su habitación, pero a la hora
de comer y lavar sus trastes nos tensábamos mucho, era difícil porque
pensábamos que nos podríamos contagiar, y a la hora de bañarnos era lo mismo.
A la vez que pasaba todo esto, mi tío Marcos estaba hospitalizado por una cirugía, desafortunadamente los médicos dijeron que su prueba de COVID había dado positiva y su situación era grave, sus pulmones, su corazón e hígado estaban dañados, fue un golpe muy duro, la carga mental y emocional era grande, en mi familia la fe nunca termino. Desafortunadamente el 11 de febrero falleció, y aunque se declaró que no fue muerte por COVID, se fue dejándonos un gran hueco, al menos en mi caso, porque era como un padre para mí.
Foto: EFE (https://www.forbes.com.mx/mexico-suma-567-nuevas-muertes-por-covid-19/)
La
noticia nos dolió, pero poniéndome en lugar de millones de personas, es lo que día
a día vivimos por esta enfermedad, es impactante ver a personas que entran a
los hospitales y no salen, no se puede uno despedir de ellas, darles un último
abrazo, una palabra de aliento o decirles ¡te quiero! Han sido situaciones
delicadas, pero también nos quedamos con lo bueno, hemos aprendido a abrir más nuestros
sentimientos, hablar las cosas, mi comunicación con mi familia ha mejorado
mucho, aprendí a valorar cada momento, los mínimos detalles, disfrutar aún más
el tiempo con mi hijo y mi familia, y a recordar a mi tío con una sonrisa.
No
bajemos la guardia, tenemos la fortuna de que nuestros adultos mayores reciben
la vacuna, pero debemos de cuidarnos y cuidar a los que queremos, hemos aprendido
vivir con esto, pero todos anhelamos volver a la normalidad, y no a la nueva normalidad.
Abril 2021
*Pasante
de Arquitectura, UAM Xochimilco
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