Vicisitudes del aula virtual en tiempos de excepción. Por Alejandro Ochoa Vega

Empezamos 2020 con las noticias lejanas de una pandemia en China, la cual llegó a México a fines de febrero con un primer caso, y  para marzo ya se declaraba la contingencia para retraerse y salir a la calle, solo estrictamente para lo necesario. En Europa, la cantidad de muertos diarios eran ya de cientos. Del 20 de marzo al 30 de abril todas las escuelas y universidades cerraron en nuestro país, no obstante los contagios empezaron a aumentar, sin que hasta la fecha, ya en agosto, pare una  tendencia que ya llega a miles de infectados y fallecidos. El impacto económico y emocional para todos en el mundo entero ha sido enorme, y hemos tenido que seguir con nuestras vidas, en la llamada “nueva normalidad”, que significa usar cubrebocas y caretas, guardar distancia y no saludar de mano, besos o abrazos a la gente, evitar la reunión de grupos grandes, y quedarnos en casa, en un porcentaje que casi nadie lo hacía. Un cambio de vida radical, para un sector privilegiado de la sociedad que no tiene que salir si o si, para ganarse el pan de cada día.




Así, los trabajos han tenido que implementar el “home office” y las escuelas la enseñanza virtual, lo cual ha resuelto parcialmente el problema. En particular las empresas y oficinas públicas han dejado en casa a la población vulnerable, los mayores de 60 años y los que padecen enfermedades crónicas, diabetes, hipertensión y obesidad. En el caso de la UAM, su Colegio Académico, que es su autoridad mayor, decidió implementar el Proyecto Emergente de Enseñanza Remota (PEER), lo cual implicó iniciar el trimestre apenas el 11 de mayo, y concluirlo a mediados de julio, reduciéndolo, de 11 a 9 semanas, para no afectar el calendario del año. Vayan estas reflexiones sobre mi experiencia personal, como docente de historia de la arquitectura de esa institución.
En principio, cuando nos anunciaron la decisión de implementar la enseñanza virtual, me sentí inseguro de poder cumplir con el reto, debido a mis limitaciones con la tecnología, sin embargo poco a poco fui resolviendo las dudas. Carlos Arozamena, colega y amigo ya jubilado pero de espíritu joven, elaboro el documento, “Uso de Facebook para fines didácticos”, a partir del cual en cuatro sesiones de asesoría, a otro de profesor de ciencias biológicas de nuestra Unidad Xochimilco y a mí, previas al inicio del trimestre, pudimos salvar en buena medida el enfrentar una nueva experiencia de aprendizaje. Ayudó en buena medida ser usuario regular de esa red social, para poder utilizarla con fines académicos, a través de hacer los tres grupos correspondientes a mi carga docente, en total más de ¡100 alumnos!, y cada tanto compartirles, tanto lecturas, como enlaces a materiales compatibles con los programas de los cursos. En ese sentido fue muy revelador descubrir nuevas “fuentes de información”, de una plataforma que apenas me había acercado, YouTube, donde encontré materiales de excelente calidad y óptimos para reforzar los contenidos de los cursos. De mis clases presenciales, donde utilizaba videos, por ejemplo sobre Luis Barragán, hechos en los años noventa, deficientes en cuanto a su producción, ahora encontré varios de excelente factura y más actualizados, que mejoraron notablemente ese apoyo didáctico.
Otra gran duda, era ver como enfrentarían los alumnos esta nueva realidad escolar, ¿si desde sus casas tendrían las condiciones para conectarse y concentrarse lo más posible en las clases? Si hubo casos, afortunadamente los menos, quienes tuvieron que atender o cuidar de algún familiar cercano, enfermo de COVID, unos no pudieron reincorporarse pero otros, con una admirable voluntad si lo hicieron y aprobaron sus cursos. También hubo quienes tuvieron crisis de ansiedad y les costó mucho mantenerse en los cursos. La verdad un contexto muy complejo y difícil para todos, por lo que daba gusto que a pesar de esas condiciones, nunca bajo la asistencia a menos del 90% de los alumnos y la mayoría leía y participaba en la discusión de las lecturas. En cuanto a las exposiciones que por equipos hicieron, sobre algún tema del programa, una práctica sugerida desde siempre en mis cursos, pero que pocos atendían, de revisarles su presentación previa a la clase, ahora si fue recurrente y eso permitió que tuvieran los contenidos e imágenes pertinentes. Quizás la única limitación, es que al compartir pantalla para que los equipos o yo mismo expusiéramos, la interacción bajaba, y al no verlos, no era posible observar si atendían o no.
Una dinámica que utilizo en prácticamente todos mis cursos, sobre todo los de arquitectura mexicana de los siglos XIX, XX y el actual, es la de los recorridos urbanos, tres en cada trimestre, al Centro Histórico, Coyoacán, Paseo de la Reforma, La Condesa, Santa María la Ribera y Ciudad Universitaria entre otros sitios, los cuales por evidentes razones ahora no fue posible. Otra es la de sugerirles asistir a exposiciones, museos o conferencias, para reforzar los temas de los cursos, y que tuve que descartarlo, sin embargo, hubo una presentación virtual de un libro, sobre el arquitecto Alberto T. Arai, de la cual les pedí un reporte.
Al final, la experiencia fue gratificante porque con todo y las circunstancias difíciles en que nos encontramos, la disposición fue muy buena, aprobaron el 90%, y en la retroalimentación final, hubo algunas observaciones críticas muy pertinentes, para mejorar en el siguiente trimestre, y la mayoría manifestó interés y agradecimiento por lo aprendido. Me parece que por los comentarios de otros docentes y de los mismos alumnos, que a diferencia de lo que ha pasado en otras instituciones educativas, la UAM salió avante sin mayor problema, del reto de poder mantener un nivel académico digno en este momento de excepción.
Agosto 2020.
Fotografía: Diana Sánchez

Fotografía: Carlos M. Hernández

Fotografía: Carlos M. Hernández

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