Después de estar casi cuatro meses en una cuarentena extendida que se ha vuelto la “nueva normalidad” en la vida de la población mundial, surgen nuevos paradigmas y necesidades en nuestra vida cotidiana que nos hacen repensar la importancia de la vivienda, la cual ya no se puede entender solo como la concepción simplificada de espacios delimitados para sala, comedor, cocina y dormitorios. El cambio en las dinámicas de funcionamiento y nuevas actividades que tenemos que realizar en nuestros hogares, tanto por parte de los protocolos de sanidad, como la adaptación de espacios para educación y trabajo, implicaron ajustes en la manera de llevar nuestros días. Fue una actividad común en nuestros hogares al inicio de la cuarentena, la conversión de espacios antes destinados a otras funciones, a generar otros para trabajar, ya que las limitaciones de movilidad que esta pandemia trajo, han permitido el auge de una tendencia creciente que ahora parece será cada vez más común ver: el trabajar y vivir en el mismo espacio.
El pensar qué cambios habrá en las dinámicas de trabajo del diseño, van más allá de los protocolos que debemos seguir hasta la ansiada finalización de esta pandemia, en nuestra labor profesional, los arquitectos tendríamos que empezar a contemplar este tipo de eventualidades como parte de los programas arquitectónicos. La escala de las medidas necesarias dependerá de la tipología de los espacios, pero la actual experiencia ha visibilizado que el espacio arquitectónico debe permitir contener medidas auxiliares de higiene, para llevar a cabo las actividades en su interior. En México, tenemos dos experiencias de este tipo desde el inicio de siglo y las predicciones poco alentadoras de más enfermedades de estas características, hacen pensar que debemos ver las pandemias como algo cíclico a lo que tenemos que estar preparados.
En nuestro país, el problema de la vivienda es complejo y más amplio que la concepción con la que el estado la ha manejado al abordarla como una cifra del déficit o de créditos otorgados, la realidad es que tenemos que entender que la vivienda debe de resolver las verdaderas necesidades de la población y que estas van evolucionando de acuerdo a su contexto. Contemplando esto, tendría que existir un replanteamiento desde las mismas dimensiones mínimas, ya que los espacios que como arquitectos diseñamos son hechos en base a las hábitos de la población y estos invariablemente han cambiado y continuaran cambiando, más allá de lo que dure la emergencia sanitaria, por qué estos hábitos se volverán parte de una generación que se adapta a una nueva visión de la cotidianeidad. Así, la situación actual nos obliga a cuestionarnos si el camino actual del desarrollo de vivienda está configurado adecuadamente para poder sobrellevar las nuevas dinámicas de vida y si realmente se está diseñando para los diferentes tipos de familia identificados en México.
Una de las aportaciones que la pandemia ha demostrado más necesarias, es el diseño de espacios flexibles que permitan a los habitantes el configurar las áreas de acuerdo a sus requerimientos específicos y adaptar nuevas necesidades, permitiendo que el usuario se apropie realmente de su hogar, esto invariablemente genera viviendas funcionales para el que vive en ellas.
En general el análisis para desarrollo habitacional, requerirá un estudio a fondo que permita estudiar mecanismos para la adaptación del diseño a las dinámicas de vida, formas de trabajo, educación y la relación de los inmuebles con la ciudad. La reflexión en camino es extensa, pero necesaria para poder ser los arquitectos que esta “nueva normalidad” requiere.
Propuesta de planta de vivienda social con áreas adaptables, por Adler Yair Valeriano Bustamante
Fotografía: Edward Jenner en Pexels
Julio 2020
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