En enero de este año nos sonaba tan lejana la noticia, hasta que en marzo nos informaron que el virus había llegado a México, nos calló como balde de agua helada, porque también congeló nuestras vidas cotidianas, la economía, la educación y la calidez humana. En la colonia donde vivo observé las calles vacías y los negocios cerrados, había una cierta hora en dónde daba un poco de miedo salir, la curiosidad me llevó al centro de la ciudad, en dónde encontré calles con barreras y policías vigilando, y otras, en las que no hacían falta esas restricciones, porque simplemente, no había nadie.
México, siendo un país del tercer mundo, con mucha pobreza, poca educación, violencia y delincuencia, esta pandemia la agudizó aún más y las clases sociales se marcaron y distanciaron más todavía, también aumentó la violencia hacia la mujer en el confinamiento, ni hablar de los desaparecidos en plena cuarentena, se perdieron miles de empleos, muchos negocios quedaron en banca rota y con ello la delincuencia de algunos que la justifican con la falta de empleo. En la educación hubo muchos desertores en todos los niveles y las clases por televisión del gobierno de la ciudad no fueron suficientes, también hubo maestros que se preocuparon por sus alumnos y enviaban videos y presentaciones entre otros apoyos. Los chicos de las escuelas de gobierno a nivel básico, este último trimestre no recibieron las lecciones completas y me preocupa como madre, ya que el próximo inicio escolar será en las mismas condiciones y las mismas carencias.
También nos hemos dado cuenta de la importancia de un diseño arquitectónico, con buena iluminación de día para aprovecharla, adecuada ventilación y así ahorrar energía con el aire acondicionado. La importancia que en un espacio doméstico y de trabajo, cuente con áreas verdes para disfrutar la luz del sol, oler el perfume de las flores, el pasto, la tierra, tener unos minutos de paz, sin salir de casa, y con ello replantearnos nosotros como arquitectos, o como compradores de las nuevas ofertas de departamentos, que carecen de mucho de todo esto. Hay que repensar también la calidad de los materiales, recordando que estamos en una zona sísmica, y que con el temblor del pasado junio, hubo un caso en el norte de la ciudad donde tuvieron que desalojar a los pobladores.
Creo que algo bueno que nos dejó esta pandemia, y que me parece bien, es el home office, muchas empresas que se están interesando en esta modalidad de trabajo ya que se ha logrado mayor productividad, se está en casa, evitando el tráfico que provocan los traslados y el estrés que genera.
Ya declarado el semáforo naranja, he visitado algunos centros comerciales, y en todos lados hay medidas de higiene que me parece hay que replantearse, pues piden en algunos lugares tomar el gel antibacterial de propia mano del dispensador, después de no sé cuántas personas que ya lo hicieron, para entrar a un establecimiento; piden que pases por el tapete que desinfecta los zapatos dejando al pasar una estela de lodo alrededor. En los baños están habilitados la mitad de los servicios, después de pasar por el mismo wc, abres la misma llave para lavarte las manos. En los restaurantes el servicio de mesas está a la mitad, eso hace que ocupes las mismas mesas para todas las personas, y sí, limpian la mesa, pero no así las sillas y percheros, los cubiertos están resguardados en una bolsa de celofán, los meseros atienden sus mesas correspondientes con careta, cubrebocas y guantes los cuales hacen sudar las manos por falta de oxigenación. En cuanto a los cubrebocas, que por cierto, no se ha demostrado su eficacia al tratarse de un virus diminuto, los de grado quirúrgico, la respiración calienta el oxígeno y te hace sudar, pero ni hablar de los de tela textil que no protegen nada. Ante todo esto me pregunto ¿Dónde está la higiene?
Un domingo reciente regresé al centro, había menos gente de lo habitual, pasé por la alameda central para encontrarme con unos niños que jugaban dentro de una las fuentes habilitadas, con sus padres sentados alrededor observándolos, es claro que los niños están aburridos y requieren esparcimiento, pero también habría que pensar en su salud. Particularmente creo que la pulcritud va mas allá de cubrirse totalmente, siguiendo las medidas básicas de higiene que ya existían antes de la pandemia, como son, lavarse las manos antes de comer, después de ir al baño, al salir y al llegar a su destino, respetar el espacio vital de las personas. Al llegar a casa cambiarse los zapatos de calle y limpiarlos, con estas medidas le añadimos un extra siendo un poco más cuidadosos.
Son tiempos difíciles y hay que enfrentarlos con amor, respeto y empatía al prójimo, con lo que me atrevo a sugerir algunas acciones: si a tu vecino se le acabó el azúcar y le puedes compartir, hazlo, si tienes la oportunidad de comer fuera de casa trata de hacerlo en el local de comida casera de la vecina, o el restaurant del amigo, a donde vayas deja la mejor propina que puedas, trata de comprar en la tiendita de la esquina o en el mercado de tu colonia. Si puedes, ayúdale a hacer las compras a tu vecino mayor y/o que tiene miedo de salir, si es posible enséñale a usar las apps para servicios a domicilio. Trata de hacer ejercicio regularmente, baila con tu música preferida, salta la cuerda, despeja la mente y genera la hormona de la felicidad. Refuerza tu sistema inmunológico comiendo lo más saludable posible y de paso te deshaces de unos cuántos kilos de más. Si tienes hijos juega con ellos, se entretienen, se divierten y refuerzan lazos, si tienes a padres, hermanos, amigos, familia cerca, disfrútalos, porque eso sí, terminando la pandemia hay que trabajar muy duro para enfrentar los retos que se avecinan.
Mientras tanto, yo Susana, te mando un cálido abrazo a la distancia.
Fotografías Martha Susana Villegas Salazar
Agosto, 2020
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