Visibilidad de la incidencia académica en el mundo construido y producido. Comentario sobre el Segundo Encuentro de Investigación y Crítica de la Arquitectura Reciente en México. Por Juan Eduardo Bárcena Barrios

El pasado 3 y 4 de octubre se llevó a cabo el Segundo Encuentro De Investigación Y Crítica De La Arquitectura Reciente En México, en las instalaciones de CyAD, UAM-X. En este encuentro, se dieron cita diversos investigadores del interior del país, que, de la mano con los docentes de la UAM-X, entablaron un diálogo respecto de los hechos urbano-arquitectónicos más trascendentales que toman lugar en diferentes regiones de México. Citando 3 casos representativos de los expuestos a lo largo del encuentro, hablaré sobre las ponencias de Aurora García (Ensenada), Andrea Argüello (Chiapas) y Manuel I. Ruz (Acapulco).

Entre los hechos arquitectónicos que más destacan en Ensenada están la vivienda popular por medio de autoconstrucción, el trabajo de la Escuela libre de Arquitectura y la obra de los arquitectos Alejandro D’ Acosta y Claudia Turrent. En los tres casos, el material de construcción viene desde el reciclamiento de elementos desechados o en desuso. Al respecto, la investigadora Aurora García menciona que resulta ser (el reciclamiento y reutilización) una práctica normalizada entre los habitantes de Baja California, declarando que “todo tiene una segunda vida”. Si bien, la arquitectura de D’Acosta y Turrent, al tratarse de equipamiento para los viñedos no está dirigida a un sector grande de la población, emplean ideológicamente la cultura del reciclamiento, en pro de generar una nueva cultura constructiva y a favor de una causa económica y ambiental. Por otro lado, en la Escuela Libre de Arquitectura, bajo esta concepción constructiva buscan hacer más factible la construcción de vivienda social.

Sobre lo último, algo parecido acontece en Chiapas, donde a través de la revitalización del espacio público y la realización de proyectos de vivienda mediante tecnologías constructivas locales y gestos formales de la arquitectura vernácula, se ha hecho un importante esfuerzo por rescatar poblaciones sub habitadas, así como dotar de tipologías de vivienda que sean económicas e idóneas para el sector poblacional más desfavorecido. De nuevo, con gran atribución del sector académico, a través de docentes y estudiantes.

En cuanto al caso Acapulco, Manuel I. Ruz hizo uso de un concepto atribuido a Rem Koolhas -la ciudad genérica, empleado para explicar el fenómeno del desarrollo y crecimiento de las ciudades, soslayando el contexto y el pasado histórico como principal discurso ideológico- para ejemplificar el gran desarrollo urbano por el que atraviesa la ciudad, y en particular la llamada zona Diamante. Llama la atención, la decisión por parte del gobierno de ubicar una de sus sedes (el Centro de atención ciudadana del Estado de Guerrero, de TEN arquitectos), en una de las avenidas comerciales más transitadas de la ciudad, dejando entrever una lectura de cambio de centralidad por parte del poder político, donde se ha dejado de lado el centro histórico y cívico, para enclavarse en el corazón del pujante sector económico.

Si se toma en cuenta la formación de los estudiantes de arquitectura en las universidades públicas -en donde mayoritariamente se ha hecho un esfuerzo por instruir sobre el peso de ciertas decisiones en la dimensión social, económica y urbana- bien podría hacerse un cuestionamiento sobre la evidente ausencia de dicho discurso (como en el caso de Acapulco), lo que es evidente en la imagen urbana (lo perceptible a simple vista), escalando consecuentemente a problemáticas ambientales, sociales y de infraestructura.

Es deducible que, donde haya un gran impulso de inversión privada, atribuido y encausado hacia el potencial turístico, difícilmente se pedirá la opinión de urbanistas y arquitectos con vocación social o enfoque multidisciplinario. Por lo general, los arquitectos que toman parte en grandes proyectos solo deberían de preocuparse en concretar la labor explícitamente encomendada, así como de entregarla en tiempo. Otra cosa son los elementos y recursos técnicos y formales con los que hábilmente / o no, se lleve a cabo el proyecto. Curiosamente, este último factor es el que más se critica, atribuyéndoles a los arquitectos los problemas que trascienden desde la exclusión, la imposición de fronteras sociales, la infraestructura ineficiente, y un largo etc.

Sin dejar de atesorar esos valores estéticos (que son y siempre serán parte sustancial en la creación de nuestra cultura construida), en un ejercicio de no quedarnos atascados teóricamente con una abstracción de los valores constructivos del siglo I a.C.[1] bien se podría hacer el esfuerzo por dotar de una visión crítica a los que se formen en arquitectura y carreras afines a la construcción y gestión de las ciudades, desde un enfoque menos cuantitativo de lo que significa desarrollo, y en la búsqueda de no limitar la vocación como soporte técnico, formado para cumplir con elocuentes encomiendas. Así quizás, se suscite de forma más recurrente, el que los arquitectos que lleguen a estar detrás de grandes proyectos logren plasmar la visión académica resultante de los preciados diálogos e intercambios como el que se ha llevado a cabo en el encuentro que aquí se ha reseñado de manera muy breve.




[1] Hay buena cantidad de arquitectos que aún hacen alusión al aporte de Vitrubio en su venustas – firmitas – utilitas para acreditar la solución formal de su proyecto.



Octubre de 2019.



No hay comentarios:

Publicar un comentario