Ausencias. Por Dulce Ma. García Lizárraga

Es una pena que en tan poco tiempo, tengamos que lamentar la pérdida de personas cercanas y queridas en nuestra universidad.  Es una pena tener que hablar en pasado, por tener la mala costumbre de no  hablar de las personas y sus logros en vida. Me voy a referir a tres colegas con los que tuve el privilegio de compartir algunas vivencias; empezaré por Irma Plaza, profesora con quien tuve acercamientos en distintos momentos, en la academia tal vez el primero fue en 2002, año en el que organizamos el primer diplomado Discapacidad y entorno construido, en el que amablemente participó y compartió reflexiones y su experiencia al vivir con una  discapacidad motriz;  cuestionó si realmente la UAM se encuentra abierta para todos y lamento decir que la mayor parte de lo expuesto por ella, por ejemplo la falta de acceso a todas las áreas de la biblioteca sigue  pendiente con  barreras físicas que no permiten el acceso.  Por este tema, no fue casualidad que Irma fue parte del jurado en mi examen de oposición y en diversas ocasiones me invitó a dar pláticas a sus alumnos y muchos de nosotros recordamos que tenía que solicitar salón de clases en planta baja. Me viene a la mente una frase de la escritora nigeriana Chimamanda Adichie: “Si hacemos algo una y otra vez, acaba siendo normal. Si vemos la misma cosa una y otra vez acaba siendo normal". Ojalá no tengamos que ver normal el que no exista acceso para todos en la biblioteca y en tantos otros lugares. 

También en este diplomado al que hice referencia líneas atrás, me acerqué al maestro Roberto Donoso para solicitarle su participación con el tema “Ciudad y vejez”, que por cierto preparó e impartió magistralmente  con referencias a la filosofía y literatura, entre otras disciplinas; (el texto se publicó en las memorias del diplomado, pero lamentablemente tuvo poca difusión). Sobre este tema en 2006 publicó “Ancianos y ciudad” en la revista de sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. En referencia a la ciudad de México hizo mención a los barrios y a los ejes viales que segregaron a la población “para un anciano es muy difícil atravesarlos en el lapso de cambio de luces, además para evitar los semáforos se crearon pasos sobre nivel, hechos para alpinistas…” me comentó entre serio y en broma que él tenía que tomar un taxi para poder cruzar el eje vial cercano a su domicilio.

Con Eduardo Alonzo, tuve la suerte de trabajar con él en la Comisión Coordinadora para el Desarrollo Rural (Cocoder) hace más de 30 años, en donde participamos en algunas de las entonces denominadas Zedec del sur de la ciudad de México, desde entonces ya era profesor de la UAM  a la que siempre se dedicó con mucho entusiasmo, además de sus clases en el taller de diseño, recordamos el dominio de sus diferentes técnicas de representación: acuarela y lápices de color entre otras, aunque también se adaptó a las nuevas técnicas de dibujo en computadora  y en las que siempre con gusto me apoyo cuando lo invité a impartirlas en el Tronco Divisional; por cierto me comentó una vez que le gustaba encontrarme en el Trazo Semanal  cuando escribía. Fuimos amigos,  compartimos reuniones sociales y familiares, sin embargo en los últimos años dejamos de frecuentarnos por ocupaciones que consideramos más importantes que ver y platicar con los amigos lo cual lamento mucho.

Gracias Irma, Eduardo y maestro Roberto Donoso.

Octubre de 2019.




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