Latinoamérica, en
toda su vastedad, comparte como problemática la dolorosa y enrevesada
coexistencia entre ruralidad y la gradual metropolización de los asentamientos
urbanos. El gran flujo migratorio desde las zonas rurales a las ciudades ha
dado por resultado un violento y desarticulado crecimiento de estas últimas,
creando un contraste sin igual entre los que llegaron antes, los que llegaron
después y los que llegaron con recursos. Consecuentemente, la mancha urbana de
las ciudades, siempre en constante expansión, ha asimilado territorios en donde
las dinámicas de poblamiento se daban en relación con las economías locales,
siguiendo un orden desde los usos y costumbres, transformando, mediante la
implementación de una legislación urbana con miras a la modernización, pueblos
y barrios en colonias contiguas a la ciudad. Sin embargo, estos hechos no son
algo que se dé desde hace poco. En varias ciudades latinoamericanas, dicho
fenómeno empezó a principios del siglo XX, cuando empezara a erigirse la
urbanización y la libertad de mercado como símbolo del progreso, de la mano con
la mejora de oportunidades desde la actividad industrial, la cual generó ciudad
mediante la incorporación de colonias para la clase popular obrera. A la par,
en las zonas rurales había poca certidumbre respecto al papel que desempeñaban
los pobladores originarios y antiguos poseedores de las zonas de cultivo,
siendo orillados a incorporarse al mercado mediante el peonaje y su posterior
endeudamiento en las famosas tiendas de raya, el cual se transmitía a manera de
herencia a sus descendientes. Esta situación sería una de las fuerzas motoras
del movimiento armado de revolución, en el México de 1910.
Atendiendo esto,
también es posible entender parte de la problemática actual en la frontera
norte. En el año 1942, ante la falta de mano de obra en el campo como
consecuencia de la segunda guerra mundial, Estados Unidos implementó el
programa Bracero. De esta manera, la potencia en consolidación permitió la
entrada de trabajadores y agricultores a su país para su incorporación al
sector primario, dando por resultado la movilización de más de 4 millones de
personas, extendiéndose el fenómeno migratorio no solo a México, sino también a
otros países del centro y sur del continente. Finalizado el programa en 1964,
hasta la fecha no se ha podido detener el flujo migratorio, ahora con más problemáticas
añadidas que las que estaban presentes en aquel entonces.
Irremediablemente,
desde todas las disciplinas resulta compleja la labor de actuar en pro de todas
las partes involucradas. A esto se le suma un amplio abanico de fenómenos
urbanos, en donde los poblados alejados de las ciudades se convierten en
pueblos conurbados, para pasar a ser suburbios (o periferia) y de esta forma
caer en la irregularidad al concretarse su incorporación a la metrópoli. Así
pues, la segregación poblacional, de la mano con la versatilidad y resilencia
por parte de los habitantes, han dado pie a una frágil coexistencia, donde la
dignificación del hábitat resulta un lujo incosteable y carente de significado
para la mayor parte de pobladores. Correspondería generar un hábitat propicio, donde
en vez de buscar generar un cambio social o económico se vea por la
consolidación de una cultura local.
No es necesario
contemplar un panorama apocalíptico como el del éxito taquillero de Nolan,
corriendo el riesgo de relegar un contexto real a los terrenos del maniqueísmo
y la exageración de la ciencia ficción. Por el contrario, la trascendencia de
temas de esta naturaleza deberían ocupar un lugar más prioritario en la agenda
política, y no negarse como parte de una complejidad cultural que sobrepasa las
búsquedas de utopías basadas en los avances tecnológicos. Por esta misma
percepción de los hechos el actual modelo de ciudad resulta insostenible,
encontrando uno de sus puntos más dramáticos en cuanto a la incorporación de
los distintos modos de habitar la metrópoli contemporánea, caótica y fragmentada.
Hay que mirar la realidad con los ojos de quien la padece, no de quien la
diagnostica, o la cotiza.
Junio de 2019.
Junio de 2019.
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