La calle más oscura. Por Jaell Durán Herrera

Mtra. Jaell Durán Herrera
Síntesis Creativa
lunes 22 de abril
A las luciérnagas: Isaac, Fer, Juan Pablo, Edgar, Soledad, Martha, Sandra, Alfredo, Gabriel, Jorge, Alejandro, Ximena, Sergio, Irving y quienes conoceré en el futuro.

El miedo es como un motor, una fuente de energía. Que cuando es grande propicia movimiento, pero también puede ocasionar inmovilidad. Con una profética descripción sobre el andar en América Latina, Francesco Careri propuso la caminata como herramienta, para enfrentar el miedo, como motor para sobre pasar las barreras que con frecuencia son imaginadas.

Para nosotros, la comunidad uamera el miedo ocurre porque no sentimos a la universidad como el espacio propio. El de los pasillos con luz, abrazándonos a diario con la sonrisa y la mirada entusiasta. La universidad que hoy a 80 días parece ser una la calle más oscura.

Delimitar el islote de Tenochtitlan es recuperar la universidad.

En materia de guerras como de huelgas, hay un factor que apela a sus existencias: mientras más importa el dinero, menos la integridad humana. La metáfora tiene sentido, cuando en la noche bulliciosa de un comité de huelga un orador rompe con una frase contundente: “estamos en guerra”.

El espacio en donde se ha sustituido el arte de hacer sentir bien a las personas por el arte de la guerra. Aquí la conversación es un intercambio de alaridos, el  mensaje y el espacio se confunden. Participé más motivada por recuperar mi universidad, que por la convicción de cambiar aquellas formas de comunicación unilateral y altisonante. También lo hice para comprender con mayor amplitud de perspectiva. Para tener una escala dimensional de la situación. La perspectiva  que se adquiere cuando se coloca una impronta, con la intención de convertir el espacio en lugar, y para recuperar la memoria sobre el territorio perdido, aquel que originó a esta aguerrida y conflictiva cultura, de la cual formo parte.

El domingo 7 de abril, nos reunimos en el templo Mayor. Antonio Gritón diseñó las ondas de agua, que representarían el limite del islote, y Feike de Jong convocó a la acción. Tuve el honor de participar como organizadora. Así se construye o recupera el espacio perdido, con la colaboración de otros. En la caminata encontramos a quienes se sorprendieron con las historias pasadas del suelo que pisaban. Pocas situaciones se equiparan al descubrimiento de un ser sorprendido. Gracias a estas personas advertí una de las carencias de estar lejos de la universidad. Al hablar con ellos y ver miradas atentas recordé a mis más queridos estudiantes. También comprendí que la revolución solo existe, como decía Machado, cuando se comparte: “en cuestiones de cultura y saber, sólo se pierde lo que se guarda, sólo se gana lo que se da”. Si no es ahora ¿cuándo sucederá?, con la universidad cerrada y una polarizada comunidad a cuestas. Pero caminé para que otros puedan seguir la impronta.



Archivo personal, delimitación del islote de Tenochtitlan, José Orozco y Jaell Durán

La calle más oscura.

El 10 de abril, circuló en redes sociales la primera fotografía de un hoyo negro. Entiendo, por las limitaciones de mi disciplina, que más que una imagen era un conjunto de vibraciones que se materializaban en aquella forma que todos pudimos observar. Alguien explicó que en una casa en la que habían gritos, las ventanas vibraban de acuerdo con la agresión. Así aquel edificio rojo de Tlalpan regreso a aquellas tardes interminables de intentos de diálogo que no sucedieron.

El ciclo aún no termina. Imagino que el color rojo es el de las apasionadas batallas por intentar convencer al otro, que no habrá ni un paso a atrás. Las consignas se repiten como mantras irreflexivos, se adoptan y se convierten en el atronador delirio, para silenciar a la razón. Admiro la incansable condición de los oradores, las luciérnagas, que piensan que el inconsciente es una tierra lejana que se alcanza con sentido del humor, con reflexión, análisis y conocimiento, admiro su paciencia tras ochenta días. El escenario es tan sorpresivo y transitorio como en un carnaval. Pero éste ya se extendió hasta tiempos de pascua. Tanto resentimiento que necesita expresarse, y tanto odio en esta calle oscura. Aquí numerosas realidades dependen de ideales setenteros, de promesas incumplidas.

También hay quienes piensan que el enemigo somos nosotros, los que con amable discurso tratan de encontrar argumentos para explicar lo improbable de algunas peticiones. Nada se distingue con claridad, la metáfora de Soledad lo explica con contundencia “hay agendas bajo la mesa”. En la penumbra, las intenciones ocultas conspiran. Es tabú pensar diferente. Hay preguntas que son prohibidas: ¿cuándo termina la huelga? y respuestas que son peligrosas: qué se responde frente a un y ¿qué? entonces ¿no quieres la huelga?, pienso que se trata de un símbolo con atributos y cualidades humanas. Una respuesta negativa equivale a un acto discriminatorio en este escenario. Las votaciones parecen un juego de adivinación, no se sabe si lo que se decide se respetará. Tampoco el término de la huelga se puede asociar con perspectiva alguna. Mientras ha sido una experiencia interesante pero dolorosa, por ahora la miro como aquella calle a la que Octavio Paz se refirió en Evocaciones de Mixcoac: era  una calle tan oscura en la que sólo brillaban luciérnagas.

Abril de 2019.

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