Una encuesta para definir sobre el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México. Por José Ángel Campos Salgado


Las obras que realizamos los arquitectos y todos aquellos que con optimismo se deciden a construir algo son para permanecer por mucho tiempo Y una obra que propone y materializa un gobierno se planea para que deje su estela. Si es testimonio del compromiso con su pueblo alcanzará seguramente un reconocimiento social, pero también puede ser evidencia de una transacción inconfesable. Y en ese caso, la estela será también permanente y testimonio de una relación perversa con intereses particulares que están al margen de la sociedad en su conjunto.

Así ha sido en muchos casos a lo largo de historia: los trabajos se hacen para el príncipe, como ya lo han señalado diversos teóricos de la arquitectura. Sólo que ahora hay que tener presente que las acciones arquitectónicas dejan una huella que va más allá del espacio que ocupan, una huella de carbono, como se denomina actualmente, o sea, una acción que incrementa la pérdida del equilibrio ambiental que está sufriendo nuestro planeta.

Tomando en cuenta lo anterior hay que señalar que frente a la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México (NAICM) se ha convocado a la sociedad mexicana para responder una encuesta que muestre si considera la continuación de esta obra o si deben tomarse otros caminos. Y para el caso se ha generado un intercambio mayúsculo de información comprobable, y también la circulación de muchos datos falsos que no pueden verificarse. Quien se expresa favorable a continuar la obra esgrime razones técnicas y de mecánica financiera y quien se muestra en el sentido de suspender la obra y tomar otra alternativa se expresa a favor de los habitantes de las zonas aledañas que están siendo afectados por las obras.

Yo me declaro a favor de suspender las obras y en primer lugar quiero señalar que las razones técnicas que se exponen son únicamente de carácter ingenieril y aeronáutico, aunque sobre este último tema también hay opiniones técnicas en contra del proyecto actual. En cuanto a soluciones de ingeniería de construcción hay que señalar que de inicio se optó por una tecnología claramente errónea: si el sitio es el lecho de un lago, todavía con presencia de agua, entonces debió haberse considerado la obra como si estuviera sobre la superficie del mar. Y, por lo tanto, soportada como se soporta una plataforma de extracción de petróleo y no intentando rellenar el terreno con una cantidad inmensa de material pétreo. El resultado de esta decisión ha sido la devastación de los cerros de alrededor para convertirlos en mina a cielo abierto de “tezontle”, dejando a los habitantes del lugar sumidos en la más profunda desolación.

Así pues, los argumentos técnicos de mayor peso debieran ser los referidos a la afectación al medio natural. Rellenar un lago destruyendo unas montañas es una acción absolutamente insensata, a lo que hay que añadir que cancelar la presencia del agua tiene como consecuencia el abandono de la fauna del lugar, que ahí encontraba su refugio invernal a lo que se añade la destrucción de los ecosistemas endémicos del sitio. Ahora bien, la obra no es una acción efímera o pasajera sino para permanecer al menos hasta el siglo venidero por o tanto hay que preguntarse sobre su impacto al lo largo de todo ese tiempo. Se trata de una acción sobre un terreno de 5, 000 hectáreas. El aeropuerto actual ocupa 700 y la superficie del proyecto es bastante mayor que toda el área del lago de Xochimilco. Hay que tener presente todas las afectaciones que sufrieron los habitantes de esta última delegación en los sismos del año pasado para darse cuenta de lo que significa afectar un área de esta naturaleza. Y consideremos como ha cambiado nuestro medio ambiente observando la disminución cada vez mayor de las nieves de nuestros volcanes. Llevar adelante esta obra tiene un costo ambiental que tendrán que pagar la generación actual y las que les sucedan en los próximos 50 o más años. Las opciones que se nos ofrecen tal vez no son mucho mejores, pero al menos detenemos un ecocidio cuyas consecuencias serán catastróficas.

Finalmente hay que tener presente que este proyecto ha sido tercamente impulsado por los gobiernos del Estado de México y los de la Federación con una perspectiva neoliberal cuyo objetivo no es solamente la edificación de una infraestructura de transporte sino la obtención de amplias ganancias sin que importe otra cosa que no sea lograr ese fin. Es el momento de caminar en otra dirección o lo lamentaremos por muchos años, tal vez siglos, como nos pesa la acción de haber secado los lagos que rodeaban a la ciudad antes de la llegada de los españoles. El riesgo de perecer ahogados en las aguas que ya no caben en el drenaje o morir de sed porque toda esa agua que baja de los cerros que rodean a la cuenca la tiramos sin usarla es cada vez más evidente.

Detengamos una nueva insensatez.

Octubre de 2018.






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