México, 1 de julio de 2018. Por Alejandro Ochoa Vega


Salir a votar cada tres años y 6 para presidente en México era un ritual obligado, hasta este 2018, que no estimulaba mayor cosa por prever un resultado frustrante, donde a pesar de algunas alternativas que pudieran trastocar lo establecido, terminaban por sucumbir, ante un aparato construido en décadas por las élites del poder político y económico, que se aferraban a sus privilegios. A partir de este momento histórico único que me toca vivir felizmente, de sentir que la democracia en México parece ser real, al permitir por primera vez una alternancia hacía la izquierda, comparto mi experiencia personal, desde una cuna católica y conservadora, hasta una vida adulta de simpatía y lucha por las causas sociales.


Entre mis vagos recuerdos de mi niñez, hay uno muy significativo que debió suceder muy probablemente en el verano de 1964, cuando mi papá me llevó a un mitin del PAN, en el cruce de avenida Juárez y Reforma. Ignoro porque decidiría llevarme, tal vez al cierre de campaña porque había muchísima gente, a mis tempranos 9 años y con un sol a plomo. Con todo, me parece que aquella precoz experiencia de vivir la “oposición”, algo me dejó, aunado a lo que ya adolescente en mis jornadas de tardes enteras que pasaba con mis amigos vecinos en su casa de la colonia Aragón, donde el papá de ellos, chofer de camión urbano, exaltaba y defendía la lucha del movimiento estudiantil de 1968. En 1973, cumplidos los 18 años pude votar por primera vez, y sin mucha consciencia, no me parecieron ni el PAN ni el PRI opciones y termine votando por el recién reconocido Partido Comunista, teniendo mi primera frustración al no ganar ninguno de mis candidatos.

En 1988 asistí a varios de los mítines de Cuauhtémoc Cárdenas y recuerdo mucho, como en la concentración después de las elecciones y el fraude, en el Monumento a la Revolución, todos aclamábamos ir al Zócalo, pero nuestro líder moderado más bien nos convocó a desistir y luchar por ganar en la siguiente ocasión, lo cual no sucedió ni en 1994 ni en 2000. Después vendrían más fraudes y derrotas en 2006 y 2012, ya con Andrés Manuel López Obrador como candidato. Durante estos 30 años el PRIAN se repartió la silla y compartió privilegios, dejando una estela de pobreza, desigualdad, inseguridad, violencia y corrupción, a lo cual, ¡por fin!, el pueblo despertó y no avaló más su permanencia en el poder. La oportunidad histórica de la izquierda en México, finalmente le llego para ser tangible un cambio verdadero. El contexto es muy complejo, el reto es gigantesco, y probablemente no se cumplan todas las expectativas, como sucedió de alguna manera con Obama en Estados Unidos. Sin embargo, me parece que lo importante es tratar de contribuir a ese cambio, no pretender que todo llegue desde un “iluminado” y “mesías”, estar atentos y no perder la visión crítica.

No sé qué diría mi papá con este triunfo de la izquierda, habiendo sido tan crítico del PRI, seguramente que el papá de mis amigos de la infancia estaría feliz. Después de casi 50 años de la atroz matanza del 2 de octubre, de 24 del surgimiento del movimiento zapatista en Chiapas que nos hizo voltear hacia esa población ignorada y excluida, de 15 por lo menos de una creciente narco violencia, y de casi 4 de la desaparición de los 43 de Ayotzinapa, tenemos una gran posibilidad de cambiar las cosas. No queda más que a cada quien, hacer nuestra parte.

Julio, 2018

Imagen: http://pbs.twimg.com/media/DhEzUF4U0AEtCik.jpg


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