Estamos a unos días del
ejercicio democrático de depositar nuestro voto por los candidatos a diversos
puestos de elección, el más importante de ellos, el de presidente de la república.
Y el hecho innegable es que ha habido muy poca de discusión sobre el tema en
nuestros espacios académicos, porque parece que la política no es de interés
para nuestra comunidad. Tradicionalmente así ha sido. Los arquitectos se alejan
lo más posible de toda actividad que tenga que ver con la política, salvo si
hay algún beneficio inmediato para el participante, como sería un puesto en los
colegios de arquitectos, un contrato de servicios profesionales o algo similar.
Hay sus excepciones por
supuesto: Carlos Lazo y Pedro Ramírez Vázquez fueron dos arquitectos que
llegaron bastante alto en la vida política de su tiempo. Y en el mundo ha
habido varias personalidades que ocuparon alcaldías de sus lugares de origen: Jaime
Lerner, alcalde de Curitiba, Brasil en tres ocasiones, Mariano Arana fue
intendente de Montevideo, Uruguay; Giulio Carlo Argan, historiador y crítico de
arquitectura fue alcalde de Roma, Italia y Otto Wagner, unos de los arquitectos
que marca el inicio del movimiento moderno, fue alcalde de Viena, Austria;
todos ellos produciendo planes urbano-arquitectónicos para la mejora de sus
ciudades.
Esta situación se explica
porque en general los arquitectos, desde su conversión en “autores” que
sustituyen a las cofradías desde el Renacimiento, producen sus obras para el
príncipe como dice Josep María Montaner (2013,47) o en nuestros tiempos, para
el capital global. De tal modo que participar en una actividad política que
intenta modificar una línea de gobierno neoliberal, pone en riesgo sus
oportunidades de trabajo dentro del sistema existente. Lo que no parece
contemplarse al actuar de esa forma, es que la propia arquitectura es en cierto
sentido “Política”. Esto quiere decir que en su presencia misma hace política,
por ejemplo, al construir la “polis”,
ese lugar de convivencia de los seres humanos que los obliga a regirse por
acuerdos políticos. La “polis” existe, se materializa con la existencia de la
arquitectura. Y la misma apariencia de la arquitectura expresa una política,
pues esta abarca: dominio social, expresión cultural, predominio económico e
incluso, preferencias sexuales, dice también Montaner (2013, 16) o como él
mismo cita a Georges Bataille quien afirmó que la arquitectura es un
instrumento de dominio político.
Un aspecto más que hay que
considerar es que el proyecto de arquitectura es una apuesta al futuro, igual
que la acción política. Un futuro imaginado que quedará ahí, presente para cada
día que pasen sus usuarios en sus espacios. La arquitectura es una utopía por
realizarse, un mundo mejor para sus demandantes y habitantes y lo mismo sucede
al proponer un proyecto político que busca un mejor entendimiento social para
una vida más sana de la comunidad. Sin embargo, en estos tiempos hay que tener presente
que existe una dualidad de posiciones ante nuestro oficio: unos arquitectos han
visto y siguen viendo a la arquitectura como la acción individual de un creador
genial. Y otros ven a la arquitectura como un oficio al servicio de la
sociedad, un trabajo colectivo para atender a la colectividad.
Lo que es un hecho innegable
es que en nuestro país estamos viviendo una actividad arquitectónica de
carácter casi exclusivamente especulativo, expresando el dominio de las grandes
empresas inmobiliarias, poniendo en circulación capital de dudosa procedencia.
Frente a esta situación la participación política de los arquitectos se vuelve
más urgente. Inclusive, si consideramos que uno de los proyectos políticos
actuales exige el cambio para procurar salir de la crisis que estamos viviendo,
ese proyecto político, en cierto sentido, de “izquierda”, en caso de salir
triunfador deberá contar con una poderosa participación social que impulse la
construcción efectiva de las propuestas, pues como nuestros planos, maquetas,
perspectivas, “renders” y demás herramientas de proyecto arquitectónico, el
reto verdadero es materializar lo que soñamos.
Referencia
Montaner, Josep
Maria, Muxi Zaida, 2013, “Arquitectura y Política”, Editorial Gustavo Gili,
Barcelona.Junio de 2018
Fuente: http://www.elimparcial.com/EdicionEnLinea/Fotos/Internacional/1884511-N.JPG |
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