Hace
varios años, por una pequeña puerta de un despacho improvisado en el centro de
Azcapotzalco aparecía una figura, un profesor bajito sonriente con sombrero,
suéter y corbata, sosteniendo libros y escritos a pasos rápidos. En su brazo un
blazer azul a cuadros, y un libro en francés de Piaget.
Su figura recta, observador de todo y todos, ojos cafés obscuro,
profundos, analíticos, acompañados de una nariz aguileña afilada, moreno claro,
de rostro redondo y gran sonrisa. En la otra mano un portafolios con una
computadora y documentos que parecían infinitos, figura que solo conocía de
nombre, Rafael Francisco Javier López Rangel, un mito que únicamente trascendía
dentro de mi memoria al haber leído su nombre en mi tira de materias y en los
pasillos de la UAM Azcapotzalco, nombre al que había tenido que leer y pasar en
una materia entre mi incomprensión de la teoría y la lucha por sobrevivir en
una carrera como la de Arquitectura.
¡Así,
de repente! él entro en un espacio de la Casa de la Cultura de Azcapotzalco en
el que una compañera Gabriela Perales Mejía nos invitaba – situación que en
esos momentos lo veíamos más con expectativa de ingreso que otra cosa, éramos
jóvenes recién egresados con muchas ganas de hacer y pocos centavos de haber -,
él nos explicó que estaba integrando un grupo de jóvenes que lo ayudaran a
investigar haciendo levantamientos, mapas, planos y recorridos de la Delegación
Azcapotzalco a cambio de un dinero, jóvenes que quisieran estar en su
investigación, varios estábamos ahí; en esos momentos recordé que ya lo había
visto en el aula, en donde nos hablaba de arquitectura, su composición y
condiciones, con frases como “¡lo social es una de los más grandes valores de
la arquitectura!”, “¡No hay mejor arquitectura que la que sobre vive al crisol
de tiempo!” ó “¡La arquitectura es una revolución histórica, que nunca termina!”,
y la frase lapidaria, “¡la arquitectura es el testigo insobornable de la
historia!”, ¡si, era él! aquél profesor que un día en un aula conocí y que sin sospechar
ahora teníamos enfrente.
Muchas
palabras salían de esa figura analítica y sonriente, con ideas claras, pausadas,
pero con mucha sapiencia. Nos preguntaba nuestras inquietudes y que era la
arquitectura para cada uno de nosotros, “¿cuál es su teórico latinoamericano
preferido?” -recordé haber leído algo de Marina Waisman y la mencioné-, de
entre varios resaltó la mirada hacia mí, con una sonrisa amable me preguntó que
¿si sabía que tan guapa era?, ¡obvio no tenía ni idea¡, volvió a sonreír y
siguió con la plática. Y así, de manera incrédula entre decisiones de nacientes
arquitectos y sin saberlo, futuros investigadores comenzarían varios recorridos
de experiencias que transformarían nuestras vidas.
De
esa manera me embarqué a un viaje que cambiaría mi vida y la de otros para
siempre, estaríamos sin saberlo, al lado del hombre que había transformado escuelas
completas de arquitectura, fundador e integrador de una corriente crítica del
pensamiento latinoamericano sobre la arquitectura, la planeación y el
urbanismo. Tan grande como sus letras de tinta roja y multicolor
latinoamericano junto con Roberto Segre y Marina Waisman, transformador de la
conciencia de una cultura latinoamericana a partir de su reconocimiento por
serlo, no por concursar por la razón con corrientes del otro lado del océano.
Hombre que hablaba de tú, lo mismo al Arquitecto Agustín Hernández y Teodoro
González de León, a Carlos Gonzales Lobo, al director de SEDUEP, al explicar un
Plan Regional al Presidente de la República, a sus alumnos del aula y en los
pasillos de la UAM, UNAM, Politécnico, BUAP, Universidad de San Luis, Universidad
de Sarmiento Argentina, La de los Andes… e incontables más.
De
historias y anécdotas inagotables, hombre que el mismo “Fidel Castro” llamó para
hacer una planeación de ciudades en la nueva Cuba, con capacidad y humildad innata
para transformar presentes y futuros de ciudades sustentables, efectuó
“planeación en helicóptero” al lado de Roberto Segre, fundó innumerables
programas de licenciatura de Arquitectura en México y Latinoamérica. Escribió
letras universales desde México que llegarían tanto a la cordillera de los Andes
como a los Alpes italianos.
Arquitecto,
que construiría en su práctica cientos de casas en Michoacán, e intervendría en
muchas otras por medio de planes de desarrollo. Quién, en su práctica y critica
arquitectónica, podía establecer buena y mala arquitectura con las bases de las
teorías, criticó a los CIAM´s, y a la corriente “Funcionalista y su
deshumanización”, teórico que resaltaría a la “Arquitectura social”, negando el
dogma del “la arquitectura de elite, para las clases dominantes”, persona que
luchó por el “autogobierno de la UNAM”, antes de ser traicionado por la visión
troskista. Forjó desde su filiación con el “Partido Comunista” la revolución
del pensamiento arquitectónico. Personaje que defendería las ideas de Manuel Castells,
sin negar lo que era él y su visión en los auditorios de la UNAM.
Sus
libros, páginas de sabiduría libres de pensamiento y doctrina, con una línea
clara basada en la crítica dura, fuerte, estructurada y progresiva de aporte,
nunca establecida por el dogma de la segregación y el positivismo economicista,
al cual conflictuaba al señalar su determinismo a ultranza. Sus interminables
pláticas establecidas por etapas, recuerdos y teorías, llegarían en su etapa
final a la epistemología de las ciencias, estableciéndose en las fronteras del
pensamiento complejo y como él decía “la nueva frontera de la ciencia” y su “nuevo
paradigma”, de convicción y línea clara, revolucionario por definición y
acción, apoyando siempre bajo la idea de la negación a la dirección de la
“Explotación del hombre por el Hombre”.
El
maestro que algunos criticarían por su libertad, pero que todos reconocían y
reconocen por su capacidad, “en un taxi escribía un artículo”, entraba en
cualquier lugar y ¡salía con un libro¡,
hombre que al hacer un viaje a Francia regresaría para estructurar la idea de
una nueva ciudad “la Ciudad Sustentable”, misma que plasmó en el primer plan
sustentable de la Ciudad de México, bajo el mandato de Cuauhtémoc Cárdenas, “El
plan parcial Ferrería - el Rosario”, al que seguirían varios otros, en escalas y
niveles que llegarían al de la “Región Cerdán de Puebla” como a otros más, e incluso en algunas ideas del plan
“Puebla – Panamá”. La sustentabilidad se
convertiría en su finalidad y la epistemología de los sistemas complejos en su
estandarte.
Ante
todo, esto y más, que sería imposible enunciar -por difícil que parezca- está
por encima de todo galardón, El gran ser humano que siempre daba impulso a
aquellos jóvenes que lo rodeamos que en la actualidad debemos un cambio de
rumbo a él, sus anécdotas de vida, los recorridos de sus teorías, de sus
escritos, de las experiencias y debates con grandes personajes de la teoría
arquitectónica y urbana nacional, latinoamericana y mundial.
El
despertar de muchos jóvenes que hoy son grandes Maestros, Doctores, y personas
de Ciencia, comenzamos guiados por sus ideas e ideales, una sonrisa y una
bibliografía era la respuesta a todo, una plática amena siempre existía, el
incentivar a muchos jóvenes era una de sus pasiones, fundó innumerables equipos
de jóvenes que cambiaron sus vidas por la academia, él hacía sentir amistad y
ciencia en cada palabra, siempre el aliento de seguir adelante sin dejarse
vencer a pesar de saber que muchos se sirvieron de su nombre, aún sus más
grandes antagónicos se sirvieron de ello. fue su principal doctrina a los
jóvenes, era la persona que sabía escuchar a otros respetando su pensamiento,
enriquecerlo con una palabra que era su único y gran pensamiento. Una catedra
para reconocerlo se logró y ahora otro nombre antagónico lleva, sin embargo, su
trayectoria es y será su más grande aporte a las generaciones, aunque traten de
diluir su legado.
Muchas
fueron las anécdotas, buenas, malas, regulares, sufridas, o grandiosas, pero
siempre aportando mas allá de toda comprensión que una figura como “el Profe”,
“el Sensei”, “el maestro de maestros”, el que se convirtió en mi profesor, jefe
por algunos años, director de maestría, director de doctorado, mentor de
pensamiento, maestro de vida y amigo de incontables pláticas de arquitectura y
arquitectos. El Hombre que no nacía del
terrorismo de la investigación y la doctrina, mas bien de la grandiosa apertura
y humildad que muchos dicen y pocos practican, en la que el ser humano
trasciende por sus palabras y acciones, cuyo aporte -rebasando diría él - “la
frontera de las conciencias”, de las que uno aprendió que la sabiduría no tiene
límites, si no puertas. Y es, en su caso, que sus letras son llaves que abrían
y abrirán conciencias y puertas del conocimiento científico y social en tantas
escalas y niveles como nuestras propias vidas sin saberlo.
Descanse en paz, Doctor Rangel, que las letras impregnadas de rebeldía y
libertad serán el mayor ejemplo de generaciones en las semillas que dejó y que
poco a poco al descubrir sus letras entenderán que la base de todo es…
Repensar.Febrero, 2018
Imagen: José Miguel Rivera Rojas |
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