Fue
hace un poco más de 2 años que me empecé desempeñar como ayudante de
investigación del Área de Procesos Históricos y Diseño, en el Departamento de
Métodos y Sistemas de la UAM Xochimilco. Ha sido de la mano de quienes además
de excelentes maestros, puedo decir que también son grandes seres humanos,
inicié y sin saberlo una travesía en la búsqueda de respuestas a mis
inquietudes después haber finalizado mis estudios como estudiante de
arquitectura de los cuales, como a muchos otros, me quedaron más dudas que
certezas.
Es
bien sabido que toda travesía encaminada a resolver las carencias o limitantes
que uno tiene de manera ineludible ya sea por falta de experiencia, exceso de
juventud o la suma de ambos, resulta siempre muy gratificante. Algo parecido
puede decirse de la primera experiencia laboral, o por lo menos en la mayoría
de los casos. No pasó demasiado tiempo para que empezara a participar en los
eventos y seminarios que formaban parte de las actividades del Área. Fue en
esos seminarios, coloquios y encuentros de investigadores, apasionados por el
descubrimiento constante de respuestas a profundas interrogantes, donde me pude
percatar que esta temprana etapa laboral en mi vida estaba respondiendo, de
manera inusitada, a buena parte de esas inquietudes.
No
puedo más que estar agradecido con todos y cada uno de los maestros que
conforman dicha área, empezando por el Doctor Alejandro Ochoa Vega quien fuera
la persona que después de mi colaboración en el periódico mural El Trazo Semanal, me ofreciera la oportunidad
de trabajar con ellos en la ayudantía, lo que posteriormente daría inicio a
todo lo anteriormente comentado.
El
pasado 9 de diciembre, de manera sorpresiva, perdimos a uno de esos maestros.
No fui
tan cercano del Dr. Enrique Ayala. En dos años y tres meses pude escuchar, de
su viva voz, tan solo algunas de sus inagotables anécdotas. Siempre se
encontraba ocupado, ya fuera por sus deberes administrativos, de docencia o
investigación, por lo que apenas y le veía en breves lapsos de dos a tres veces
por semana. Pude compartir con él, las experiencias propias del área de
investigación, así como reuniones de planeación que encontraban su culminación
en convivios amenos, además del mutuo festejo de cumpleaños, dada la
coincidencia en la fecha de nuestros natalicios. También fui testigo de algunas
de sus ponencias sobre la vivienda, como fuera el caso de la Recualificación
urbano-arquitectónica de las colonias Hipódromo y Condesa, como parte del VI
Encuentro Trinacional del Observatorio de Arquitectura Latinoamericana,
realizado en Oaxaca, y la del Multifamiliar Nonoalco Tlatelolco, dentro del
programa del IV Seminario de Barrios y Colonias de la Ciudad de México, ambos
en octubre de 2016.
Lo más
significativo que me queda de esta breve relación alumno-maestro tuvo lugar a
mediados de octubre del año pasado, cuando resolví que era el tiempo de
preocuparme por definir mi tema para acceder a la maestría. Le estoy muy
agradecido al Doctor Ayala porque, aún casi sin pedírselo (aunque esa fuera la
intención desde el principio), decidió apoyarme y regalarme su tiempo, apenas y
bien le comenté de mi intención de estudiar la maestría, el cual, dolorosamente
sin saberlo, resultó ser por muy poco tiempo.
No me
queda entonces más que repasar sus lecciones impresas, entre las que quedan los
más de doce libros bajo su autoría y coordinación, así como diversas
publicaciones (más de 70 según lo indica su epígrafe en el libro “La idea de
Habitar”. UAM-X. 2009). Es una pena que nunca habrá una dedicatoria de su puño
y letra en esos libros. Sin embargo, más que una dedicatoria me ha quedado su
ejemplo, y si no es impertinente decirlo, la satisfacción de saber que, desde
un aspecto muy humano, se preocupó por mí. Espero que en el tiempo que sea
apropiado y amparándome en la creencia muy universal de que hay algo más allá
de lo visible, tengamos aquella sesión pendiente, ya sin tener que abusar de su
tiempo, y que puedo presumir tal como él dijo (que estoy seguro a nadie le
sorprenderá) lo hacía con todo el gusto del mundo.
Siempre
será doloroso perder gente como Enrique Ayala, con tanto por transmitir y
enseñar, en especial a sus alumnos quienes ya no contarán con su experiencia ni
diligencia a la hora de encontrar respuestas a sus propias búsquedas. Y esa es
otra de las enseñanzas que me quedan a todo esto. Una persona prolija como la
fue el Dr. Ayala con tanto por transmitir, además de dejar impresos sus
conocimientos, tomó la noble labor de la enseñanza con toda la seriedad y
compromiso que le fue posible. Sabiendo de primera mano cuanta falta hace
sensibilizar a los más jóvenes respecto a su papel como profesionistas, en una
coyuntura tan cambiante y llena de problemáticas complejas como lo es la
arquitectura, y más puntualmente, el tema de “la vivienda, como parte
fundamental de la vida”.
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