El mundo está hecho de historias…
En alguna ocasión, escuché una entrevista para un documental que hicieron al escritor Eduardo Galeano, donde conversaba acerca del mundo y sus encantos, sus pequeños detalles y grandes misterios, de la inmensidad que posee el universo y de lo microscópico que habita en nuestro mundo; Una dualidad en la que permanecemos inmersos, algunas veces cautivos ante los detalles mínimos de nuestro mundo y otras veces admirando la supremacía del universo.
El
mundo (o por lo menos nuestro mundo) se compone también de los acontecimientos
que vivimos a lo largo de nuestra existencia, recuerdos y experiencias que
forman las particularidades de los seres humanos, esa esencia que nos vuelve semejantes
y, a su vez, la que nos convierten en seres únicos. Entonces ¿De qué está hecho
el mundo?
‘‘El
mundo está hecho de historias-dijo Eduardo Galeano-, porque son las historias
las que permiten convertir el pasado en presente, y las que también hace
posible lo distante en cercano, lo que está lejano en algo próximo, posible y
visible’’
En
ocasiones, esas historias también nos erizan la piel por la crueldad de sus
relatos, los pueblos y ciudades son testigos de las cicatrices que permanecen
en el alma de sus habitantes. Desde que fuimos niños, a muchos jóvenes nos
trasmitieron el miedo latente de las víctimas que sobrevivieron a uno de los
acontecimientos más catastróficos que han ocurrido en la ciudad de México, el
terremoto del año 1985. El 19 de septiembre de ese año por la mañana, la tierra
se sacudió violentamente justo en el instante en que muchos capitalinos se
disponían a iniciar sus actividades cotidianas. Cuando el sol iluminaba la
mañana y las familias se daban los ‘’buenos días’’, un movimiento trepidatorio
de magnitud 8.1 en la escala de Richter dejó entre ruinas a miles de habitantes.
Aquel día quedó una huella imborrable en la memoria de millones de personas,
que sufrieron la angustia de saberse vulnerables y extremadamente pequeños,
ante los eventos extraordinarios de la naturaleza.
A
pesar del miedo y la angustia, con ánimos de revancha los ciudadanos se
levantaron entre los escombros y reconstruyeron la ciudad que una vez les dio
sustento, edificaron de nuevo muchos hogares que fueron destruidos por el
terremoto, y en su memoria hicieron un espacio para recordar aquellos sitios en
los que una vez pasaron vivencias irrepetibles, porque fueron lugares de los
que sólo quedó el recuerdo. Son incontables las vivencias que quedaron después
de aquel 19 de septiembre de 1985, el recuerdo permanecerá vivo y los jóvenes
heredamos esas anécdotas, las volvimos parte de nuestra experiencia como un
capitulo sombrío.
Las
historias que convirtieron el pasado en presente, nos permitieron compartir parte
del dolor que aún sienten los sobrevivientes al terremoto, abrazamos el
recuerdo con cada ceremonia en honor a las víctimas de aquel trágico evento y revivimos
con la memoria a los seres que desaparecieron sin dejar rastro alguno. Ahora
puedo decir que ningún relato es comparable a la experiencia propia, dentro de la
angustia y el desconsuelo.
Habían
pasado ya tres décadas sin que México sufriera mayores pérdidas humanas y
materiales a causa de un sismo, sin embargo, -dijo alguna vez el célebre
escritor Miguel de Cervantes- ‘’Como las cosas humanas no sean eternas, yendo
siempre en declinación de sus principios hasta llegar a su último fin’’ y como
los mexicanos no gozamos de los privilegios divinos de la eternidad, un nuevo
terremoto volvió a oscurecer los días en la ciudad. Treinta y dos años pasaron
desde el último gran sismo que apago miles de vidas en la capital de México y
el estado de Guerrero, por alguna razón que no logramos comprender el 19 de
septiembre de 2017 durante la tarde, un nuevo terremoto de magnitud 7.1 en la
escala de Richter sorprendió a toda la ciudad de México y varios estados
aledaños, dejando a su paso pérdidas irremplazables.
Nos
abrumaron momentos de angustia al sentirnos necesitados; necesitados de esos
seres queridos que no lográbamos contactar con urgencia para sentirnos completos.
Decir que el sismo no me arrebató nada sería subestimar la realidad, porque pienso
que en virtud de la verdad, a todos nos arrancó un pedazo del pecho. Nos vimos
conmovidos por aquellas personas que quedaron bajo los escombros, por los
desconsolados que clamaban a las puertas del cielo, por haber perdido un ser querido,
y por los que buscaron su hogar solo para descubrir que aquel lugar ya no
existía más, quedando enterrados los recuerdos de una vida.
Nos
quedará una nueva cicatriz, que junto con la del 85 nos recordarán los momentos
que vivimos en el rigor de los hechos porque como -dijo el villano de la
película, El Dragón Rojo- ‘’las cicatrices tienen la
virtud de recordarnos que el pasado fue real’’.
Noviembre, 2017
Noviembre, 2017
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