“La arquitectura no es una religión para nosotros”. Por Juan Eduardo Bárcena Barrios

Hace unos meses se viralizó una noticia que mostraba la ocurrencia del arquitecto holandés -Changiz Tehrani- de decorar la fachada de un edificio haciendo libre uso de un total de 22 emojis fabricados previamente en concreto, colocando uno en cada vértice de los marcos de la estructura. Como era de esperar, de manera inmediata a la difusión de su hazaña, empezaron a llover las críticas al arquitecto y sus métodos poco ortodoxos, a lo cual respondería en posterior entrevista: “La arquitectura no es una religión para nosotros, también tienes que divertirte”.


Ciertamente, lejos de ser una práctica religiosa o creencia metafísica, la arquitectura en su enseñanza (como cualquier otra profesión en el mundo) aspira a poner cierta cantidad de conocimientos al alcance de sus futuros practicantes, con el fin de mejorar la calidad de vida de las personas y hacer posible el correcto orden y funcionamiento de sus instituciones. Para esto, se ha tenido que recorrer un largo y sinuoso camino, lleno de discursos y diversas búsquedas intelectuales entre lo funcional y lo estético, de las cuales, la primera registrada por la historia, De Architectura de Vitruvio, data del siglo XV a.C. desde donde presumiblemente se habría rescatado la célebre triada vitruviana: “venustas, firmitas y utilitas”.

Desde entonces y hasta hoy, cada corriente y avance del pensamiento ha quedado grabado en las ciudades hechas por el hombre, siguiendo la metáfora del nautilo1, donde este construye su propio hogar según aumente su tamaño, generando cámara tras cámara para conformar la expansión de su caparazón, haciendo visible su propia evolución en las dimensiones de tiempo y espacio.

El criterio que ha desvelado Changiz Tehrani ha sido el de dejar huella impresa de la presente época, de la misma manera en que los griegos hicieron lo propio con sus cariátides, o los europeos con las gárgolas. Es en este momento donde Tehrani pone algo trascendental sobre la mesa, cuando sus mismas palabras materializadas en el edificio cobran relevancia, siendo paralelas a una era en la que la interacción digital se antepone por sobre las relaciones humanas. Más aún -pareciera, haciendo alusión a la célebre obra de Orson Orwell “1984”-  en un contexto donde la comunicación de emociones ha sido reducida olímpicamente a cierta cantidad de emojis, sin mencionar claro, las alteraciones en cuanto a la simplificación de la escritura, posiblemente derivada del número de caracteres permitidos en plataformas como Twitter, o del tedio que aparentemente representa escribir mensajes de texto por medio del teclado QWERTY.

La aparente falta de seriedad de Tehrani, resulta pues, ser congruente con la manera en que nos comunicamos como sociedad hoy en día. De haber pasado del lenguaje de la monumentalidad religiosa y en piedra al lenguaje industrializado en piezas prefabricadas, transparente y en acero, pasando también por los marcos rígidos en concreto armado, hemos llegado a la era del lenguaje práctico, fácil y superfluo. Seguramente este edificio lejos de ser trascendental pase tempranamente al olvido, así como cualquier moda del momento, pero cabe la pregunta ¿Cuál es el futuro de la arquitectura en la era digital? ¿Realmente será relevante la conformación de espacios destinados al habitar?

Hoy en día se libra la carrera por el perfeccionamiento de la inteligencia artificial, y con ello el desarrollo de mundos en realidad virtual cada vez más complejos, que los ya anteriormente vistos en plataformas como Second Life. Paralelo a esto, el aislamiento, así como la desadaptación social por medios virtuales son cada vez más frecuentes, al punto de convertirse ya en un problema de salud. Esto se empieza a perfilar como uno de los retos que tendrá que afrontar la nueva generación de arquitectos. Habrá pues, que contemplar las capas viejas del nautilo, y tomar en cuenta las palabras de Ludwig Wittgenstein que escribiría que “La arquitectura eterniza y sublima siempre algo. Por eso no puede haber arquitectura donde no hay nada que sublimar”.

1 Leland M. Roth. (1999). Entender la arquitectura. Sus elementos, historia y significado. Barcelona, España: GG.


Julio, 2017


Imagen: http://www.eluniversal.com.mx/sites/default/files/2017/04/25/emojis_edificio.jpg

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