Si se trata de tener un lugar en la
ciudad de Dios y cierto capital de prestigio entre los miembros de la sociedad
conservadora mexicana, no hay camino más largo y con obstáculos que el del
intelecto. Jorge Ibargüengoitia creía que era más fácil meterse de diputado o
burócrata que ser escritor. Por aquello de la inteligencia. El hombre que
escribe esta destinado a reflexionar y razonar sobre las esencias, sobre las
causas y el azar. A esto le llamamos filosofía, la reflexión sobre enigmas de
la mente y de la naturaleza, entre otros.
Pero a propósito de lugares
reservados a la derecha del Padre, en contradicción con condiciones diversas y
variantes de siete colores, hace cientos de años, Platón para explicar el
impulso erótico y la naturaleza primitiva de lo sexual como complemento,
utilizó en Los Diálogos el mito del
andrógino, que era una raza cuya naturaleza primordial era la de tener en sí
misma los dos sexos. La palabra andrógino proviene del griego, andrós varón y gynê mujer, y se utiliza
para designar a una persona cuyos rasgos aparentes no se corresponden con los
de su propio sexo. El tema del andrógino se ha tratado de diversas maneras, como
símbolo y en los mitos, a lo largo de la historia. Es la búsqueda de la sexualidad
como complemento, el de la propia en lo otro. Aparece en los mitos cristianos,
Adán fue en un principio andrógino, Eva fue su costilla. También en Asia en la
representación de dioses, como Shiva-Shakti. El significado más trascendente es
el de la recuperación de la unidad primigenia, la de recobrar la totalidad
maternal y paternal en plenitud. De ahí la pertinente ambigüedad del ángel
predilecto de Dios: Lucifer. En culturas antiguas, el andrógino es el ser que
tiene en sí mismo lo masculino y lo femenino, un ser primigenio en el origen de
la creación del mundo, que después se separa en dos mitades complementarias.
Para los alquimistas era la totalidad ideal, los dos elementos primarios “el
azufre y el mercurio”, la unión de los opuestos.
A la sombra de los almendros, en la
famosa heladería Coppelia de la
Habana, dos jóvenes comparten un helado, de sabores complementarios, de azufre
y mercurio, de fresa y chocolate. Para todo aquel que conozca sobre cultura
cinematográfica Fresa y Chocolate es
un hermoso referente sobre la necesidad de recuperar aquella unidad primigenia
a través de los dos emblemáticos sabores de un helado.
Cada que tomo un helado de Roxy, recuerdo mi naturaleza de
andrógino. Desde que uno está en el vientre materno, hay una etapa en la que somos
andróginos, en cuerpo y no sé sabe si en alma, hasta que un día las células se
especializan y nos transformamos en la dualidad complementaria que alguna vez
fue aquella unidad primigenia. A ella queremos regresar todo el tiempo.
Tengo que asumir mi doble identidad
virtual, contradictoria pero necesaria: tengo dos perfiles en Facebook. A uno
recurro para mostrar siempre quién soy, a quiénes quiero y cómo pienso al
respecto de las diferencias. La uso para estar en contacto con quiénes padecen
aquel tortuoso camino del intelecto, para encontrar un lugar, es en el que
puedo compartir contenido para amplios criterios, desde ahí me comunico con mis
amigos y mis estudiantes. Al otro recurro sólo por no discriminar a quiénes tristemente
ha secuestrado a ultranza la noción de “familia recta, de pareja tradicional y
de vida al servicio del creador “. Sin embargo y gracias a esto he pensado que
la comprensión por la diversidad es proporcional al nivel de cultura de un
individuo. Al comienzo del texto decía que el camino hacia el pensamiento, en
estos casos, es largo y muchas veces no se alcanza.
Sobre ignorancia y avances en tema
de conocimiento, Luis González y González, el historiador michoacano, dice que una
sociedad en la que predomina la fuerza de trabajo corporal por encima del
conocimiento e investigación, es una sociedad retrasada. Así sucede con un país
como el nuestro, en el que los “más hombres” muestran su masculinidad a través
de la fuerza bruta, alardean como orangutanes, pero al mismo tiempo entonan El Noa Noa. Así la proporción entre
contradicción y retraso que tenemos como sociedad.
Esta sociedad que sostiene que es
natural un matrimonio que muestra de la mejor manera el modelo de esclavitud del
que Marx habló en El Capital. Y en
cambio que no es natural la gradiente diversa de preferencias que muestran
uniones, en mucho, más felices que aquellas dinámicas costumbristas de
sometimiento. Debemos decir con orgullo multicolor que en una universidad como
la nuestra, aún queda la esperanza de la cultura del respeto por la diversidad.
Aquella que se compone de amores fresa y también chocolate.
Junio, 2016
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