¿Hacia dónde va la crítica?, reflexión a raíz de la partida de Teresa del Conde. Por Alejandro Ochoa Vega

Todavía sin reponernos de la muerte del Maestro Jorge Alberto Manrique a fines del año pasado, en febrero perdimos a su natural heredera, Teresa del Conde. Curiosamente, las notas alusivas en noticias y redes, daban distintos años de su nacimiento, unos 1935 y otros 1938, lo cual es irrelevante, con todo y que siempre asumimos que era más joven que Manrique. Una voz que por más de 30 años, cada martes en La Jornada nos compartía sus reflexiones y vivencias del arte mexicano e internacional, de exposiciones sobre maestros universales, como la última que hizo, en referencia a la que estuvo en el Museo de San Carlos, sobre Francisco de Goya, y comentarios sobre su experiencia como parte de jurados de convocatorias a bienales, entre muchos otros temas. 


Del Conde, como parte de esa triada, con Raquel Tibol y Manrique que estudió y reseño el arte contemporáneo local y universal, entre los años cincuenta hasta las primeras décadas de nuestro siglo. Un corpus crítico invaluable, que hace preguntarnos, ¿Quién de nuestros críticos actuales podrá continuar su legado?, ¿Cuauhtémoc Medina?, si seguramente, aunque dejo su columna de El Financiero hace un buen rato, y en su blog, Tzopilotl, apuntes críticos, también tiene poco más de un año de no escribir algo nuevo.

Aunque el reconocimiento hacia Tibol, Manrique y Del Conde sea unánime, como docentes, investigadores, historiadores, críticos, curadores y hasta funcionarios culturales, me parece que unos de sus mayores legados, tuvo que ver con sus comentarios críticos a través de sus columnas tanto en La Jornada, como en la revista Proceso. Es decir, la que artistas, críticos y estudiosos del arte, pero también público en general, esperaban asiduamente cada semana por su vasta información, agudeza en sus juicios de valor y aportación de ideas, hacia el papel del arte en la cultura contemporánea. Todo eso expresado en un lenguaje claro, ameno y puntual, es decir, el de una columna periodística donde la crítica tiene que manifestarse sin regodeos técnicos y especializados. Ellos tuvieron la enorme capacidad de mantenerse como referencia, a la par que realizaban muchas otras tareas, en la academia o instituciones culturales. Ese es el reto para cualquier crítico, que no vive de escribir columnas semanales ni mucho menos, pero que con mucha disciplina y pasión desea conservar una voz permanente, que dé cuenta de las diversas expresiones del arte contemporáneo.

Así como referí mi experiencia como alumno de Jorge Alberto Manrique en un texto previo (El Trazo Semanal, enero 2017), ahora compartiría lo equivalente con la Maestra Del Conde. En este caso, fue solo un semestre, cuando los coordinadores del Doctorado en Historia del Arte de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, solían remitir a todos los estudiantes a la clase ofrecida por Del Conde sobre arte contemporáneo, en la licenciatura de Historia. Además de sus exposiciones magistrales sobre las vanguardias artísticas del siglo XX, solía pedirnos reseñas de exposiciones, tanto de museos o galerías de arte, donde no solo las evaluaba, sino que de algunas hacía comentarios críticos de la estructura y el discurso, pero también no se reservaba algún elogio cuando alguna le llamaba la atención positivamente. Su examen escrito final, a pesar de aterrarnos a todos, la certeza y satisfacción de lo aprendido compensaba en buena medida, ese par de horas de angustia.

Queda un vacío enorme, mi religiosa compra de La Jornada los martes no puedo sustituirla con nada, que pena. Han desaparecido mis maestros entrañables, tengo serias dudas que con mis contemporáneos o discípulos pueda llenar ese hueco. Pero quien sabe, prefiero pensar que si…

Marzo, 2017

Tibol, Manrique y Del Conde.  Fuente de imagen: https://www.diariodequeretaro.com.mx/cultura-local/la-critica-de-arte-y-la-duda-metodica-cartesiana/

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