Panorama incierto. Hospital de emociones para Milpa Alta. Por Juan Eduardo Bárcena Barrios

El pasado mes de febrero, el jefe de gobierno de la Ciudad de México -Miguel Ángel Mancera Espinosa- anunciaba la futura construcción de una nueva sede del Hospital de las Emociones como parte del equipamiento destinado para la delegación de Milpa Alta. Dicho hospital, totalmente descentralizado a diferencia del ya existente en la delegación Venustiano Carranza, atiende una situación muy particular y ya por demás evidente, tomando en cuenta que desde el año 2012, varios medios de comunicación ya empezaban a hablar sobre el alarmante incremento de suicidios entre la población joven milpaltense. Actualmente, esta delegación se mantiene como la segunda con el mayor número de suicidios por promedio de habitantes, superada solo por Xochimilco. Consecuentemente, esta situación ha dado pie a que el suicidio entre jóvenes sea considerado ya como un problema de salud en la zona.

Milpa Alta se diferencia de las demás delegaciones en múltiples aspectos, siendo sin lugar a duda su ubicación el que más peso tiene de ellos. Al formar parte de la sierra Ajusco Chichinauhtzin, su topografía es la que determina el ordenamiento a los doce pueblos que la conforman, además, cuenta con la mayor área de reserva natural de todas las delegaciones y más de la mitad de su territorio es usado como terrenos de cultivo; una de sus principales actividades económicas y de sustento, aunque el oficio de agricultor haya dejado de ser desde hace tiempo bien remunerado en el país. Todo esto da como resultado el índice más bajo de ocupación por kilómetro cuadrado en la Ciudad de México.

Lejos de haber un proyecto de ocupación y planeación sólido, los núcleos de vivienda siguen creciendo sobre las áreas de reserva, producto de la migración de personas hacia el sur de la ciudad, haciendo en varios momentos invisible la riqueza natural de su entorno, aun para los mismos habitantes. Dichas casas por lo general carecerán de servicios durante un largo tiempo, que pueden ser meses o años, y solo en casos excepcionales tendrán una construcción digna con acabados adecuados al clima y espacios que respondan a las necesidades de sus habitantes.

Es evidente el rezago a nivel de infraestructura que enfrenta la delegación. Tan sólo existen 3 vías de comunicación con las delegaciones más próximas de Xochimilco y Tláhuac, por lo que se vuelve muy complicada la entrada de servicios básicos, así como el transporte de las personas que van al trabajo o a la escuela. Para llegar al centro de la ciudad se invierten en promedio 170 minutos al día sin contar el regreso, haciendo de los pueblos de Milpa Alta ciudades dormitorio. Dicha situación se recrudece al sumarse las recurrentes celebraciones de las localidades, las cuales, en algunos pueblos, toman lugar en medio de las vías principales al carecer de plazas y espacios propicios, volviendo imposible el transporte a otras partes de la ciudad y en ocasiones entre los mismos pueblos. La situación no mejora en torno a los servicios de educación y de salud, poniendo en dilema a jóvenes que aspiran a la educación media y superior, y de manera más dramática, a personas que sufren de enfermedades que necesitan de atención médica y cuidado constante.

Hay que resaltar que, a pesar de la falta de oportunidades, Milpa Alta se erige como la Delegación con menos índice de delincuencia, tal vez debido a la política de “justicia por mano propia” que han mantenido tradicionalmente los habitantes para quienes son sorprendidos cometiendo actos de delincuencia. Ante este carácter de pueblo sin interés en adoptar la visión comercial-privatizadora que se da en el resto de la ciudad, resulta impensable la implementación de cines o teatros que no sean de carácter público. Si bien, es palpable la riqueza cultural tanto en la villa como en los once pueblos, San Pedro Atocpan resulta ser el único pueblo con distinción oficial, considerado Barrio Mágico desde el año 2011.

Al final, pareciera demasiado fácil para las autoridades aseverar (como lo hacen actualmente) que todo esto ha dado como resultado el incremento de pobreza, de falta de oportunidades, de alcoholismo, violencia intrafamiliar y de suicidios entre jóvenes que por algún motivo dejaron de aspirar a algo mejor. Sin embargo, es menester recordar que al presentarse un panorama tan complejo se vuelve necesaria la opinión de profesionistas y expertos, los cuales harán bien en ser empáticos y sensibilizarse con la situación socio económica que se palpa en la zona. Las autoridades, como siempre, hacen lo propio afianzándose de promesas de proyectos que tristemente van y vienen con cada administración, y por supuesto, cada proceso electoral.

La lectura se muestra pesimista, al comprobar una vez más que el confort o, mejor dicho, la calidad de vida en la ciudad, no siempre es determinada por sus habitantes ni por sus tradiciones, ni por su valor cultural ni sus recursos naturales. Ciertamente, hace tiempo que la ciudad quedó rebasada para brindar de servicios a todos, y dada la desmedida explosión demográfica, y la cada vez más tangible carencia de recursos, se da prioridad a quienes tengan los medios para solventar sus propias necesidades. Regularmente los menos beneficiados en todo esto son quienes habitan en la periferia, pues como se ha visto tantas veces, lo cuantitativo se sobrepone a las necesidades sociales.

Perspectiva en San Pablo Oztotepec, Milpa Alta, CDMX.   Fuente de imagen: Archivo de Juan Eduardo Bárcena Barrios

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