Dice Massimo Cacciari que la
ciudad no es solamente un lugar sino las formas que adopta la vida urbana y
tiene razón, pues la ciudad se vuelve más ciudad cuando sus habitantes ocupan
sus espacios. Esos espacios, en teoría, son de todos. Pertenecen a la
colectividad y podemos llamarle “polis”, como le denominaban los griegos, o
“civitas” como se llama en latín y su sentido es el mismo: un lugar que es la
sede de una etnia que tiene su propio “ethos” o bien, el asiento de un grupo de
ciudadanos que aceptan las mismas reglas para convivir en la “urbis”, aunque
tengan diferentes orígenes étnicos, dice el mismo Cacciri. Solamente que, en
nuestros días, esa concepción paulatinamente se ha ido perdiendo.
La ciudad ya
no es de todos sino está seccionada, pertenece a diversos grupos y fundamentalmente,
los grupos de poder han ido segregando cada vez más a la población más pobre.
El proceso parece irreversible, sin embargo, la historia nos muestra que los
poderes de los más ricos pueden ser derrotados por una población que se cansa
de verse sometida. Y así está sucediendo en estos días cuya prueba está en la
ocupación de los espacios públicos de varias de nuestras ciudades para
protestar por el incremento al precio de las gasolinas. Las diferentes clases
sociales, incluyendo las clases medias, están mostrando su hartazgo recurriendo
a la manifestación pública en los espacios de la ciudad que parecían
abandonados, lugares desiertos que eventualmente servían para celebrar algún
acontecimiento histórico. En algunas de estas ciudades desde hace muchos años
no se veía a las personas reunidas en las calles, compartiendo el espacio y las
exclamaciones, para gritar que ya basta de estas imposiciones que no tienen
sentido, al menos para la gran mayoría de la población mexicana. Y en otras de
estas ciudades, tal vez nunca antes se habían ocupado sus espacios públicos por
sus habitantes, formando grupos compactos para ejercer su papel de ciudadanos
con derechos cívicos, que en estos días sienten escamoteados. De este modo, los
espacios de la ciudad que son motivo de nuestros estudios como arquitectos,
urbanistas, planificadores, comunicadores gráficos y diseñadores de mobiliario,
señalética o infraestructura, aparecen por primera vez concretando la
concepción que en la academia tenemos de ellos: el espacio de la democracia, de
la libertad de los seres humanos organizados socialmente.
Por otra parte, frente al
tremendo golpe dado a casi todos los mexicanos a partir del incremento al
precio de la gasolina se ha especulado sobre las razones que tiene el gobierno
para dictar tal medida; y las propias autoridades, empezando por el presidente
de la república, han expuesto motivos por demás increíbles. Así que tomando en
cuenta datos publicados en el periódico La Jornada puede establecerse una hipótesis
más. Según el secretario de educación, Aurelio Nuño, el subsidio a las
gasolinas es de 100 mil millones de pesos; según José Narro, el secretario de
Salud, la liberalización del precio de las gasolinas equivale a la obtención de
200 mil millones de pesos destinados a la política social del gobierno, y según
la diputada Rocio Nahle, de Morena, el gasolinazo recaudará 257 mil millones de
pesos en 2017. Por otra parte, el 6 de enero en el mismo diario, Raúl Rojas
González nos informa que la OCDE calcula en 13 mil millones de dólares, es
decir, 273 mil millones de pesos, el costo esperado del NAICM, o sea, el nuevo
aeropuerto de la Ciudad de México. Así que se puede afirmar sin mucho
aventurar, que el pueblo de México está pagando con el gasolinazo, el juguete
más caro del presidente Peña Nieto, el legado más catastrófico de su nefasto
gobierno. Y aquí aparece una vinculación más con nuestra disciplina: los
gobiernos autoritarios como el que vivimos desde hace al menos 30 años,
típicamente recurren para ganar un cierto reconocimiento, a la construcción de
obras faraónicas, una arquitectura que en su espectacularidad pueda dejar
huella de ese periodo de gobierno que no ha tenido otra cosa que ofrecer al
pueblo gobernado, obras mal concebidas, mal construidas y que en breve tiempo
resultan, obsoletas, inoperantes y pasadas de moda en su lenguaje rebuscado y
sobre todo, que generan males para la ciudad muy difíciles de revertir, como la
saturación de vías de circulación y medios de transporte y en este caso, el
abandono de las áreas que ahora ocupa en aeropuerto de la ciudad, que se
convierten en páramos que teóricamente serán trasformados en idílicos parques
urbanos. La realidad por fin parece hoy visible para una gran mayoría de los
mexicanos: el proyecto neoliberal únicamente ha beneficiado a los que ya eran
ricos, aumentando descomunalmente su riqueza y ha empobrecido a muchos más, llevándolos
a una situación francamente inhumana, por lo cual, estos, hoy están en las
calles ejerciendo sus derechos. Ante esto, sólo sería deseable que la protesta
llegue más allá del grito explosivo, para organizar todos los recursos que
permitan a los ciudadanos cambiar el proyecto de nación por un futuro mejor
para las nuevas generaciones.
Enero, 2016
Fuente de imagen: http://www.jornada.unam.mx/2017/01/16/ |
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