A mi querido maestro... Jorge Alberto Manrique (1936-2016). Por Alejandro Ochoa Vega

Vaya que 2016 fue un año repleto de pérdidas sensibles y lamentables, desde compañeros de mi centro de trabajo, la UAM-X, hasta personajes nacionales e internacionales del ámbito de la cultura, arquitectura o política. Hecho natural inevitable que todo ser humano enfrenta tarde que temprano, pero que no deja de doler perder a gente valiosa, íntegra, honesta e inteligente, que con su desaparición dejan un hueco irremplazable. Vaya pues este primer ensayo de 2017 de El Trazo Semanal, como un homenaje a todos ellos, y en particular para mi querido Maestro Jorge Alberto Manrique, fundamental en mi paso por el doctorado en Historia del Arte, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.


No pretendería hacer el recuento de todo el legado y obra del Maestro Manrique, los hubo muchos, tanto en sus homenajes por sus 80 años de vida, como al fallecer el pasado noviembre. Me interesaría en cambio reflexionar sobre su muy temprana y trascendente actividad como crítico de arte, y su papel como maestro y director de tesis de muchísimos a lo largo de los años. Eran célebres y para mí imperdibles, sus columnas semanales en La Jornada, donde hizo un registro crítico del arte contemporáneo mexicano. Esos textos como sus clases, donde cuestionaba los avances de sus alumnos de posgrado, eran la mezcla de respeto hacia el trabajo y esfuerzo, pero también la contundente voz directa y dura sobre las limitaciones de las propuestas artísticas por un lado, o los errores en datos y planteamientos por el otro, donde su erudición era manifiesta. Podíamos quedarnos embelesados con sus disertaciones de hasta una hora, y desde una sola diapositiva, hablando de las características de una obra del barroco mexicano o europeo. También disfrutar de las muchas anécdotas que compartió, desde su relación cercana con los más destacados artistas de la época, o de sus experiencias como director de los museos más importantes del país. Convivencias académicas semanales de 2 a 4 horas realmente célebres.

Poco más joven que Raquel Tibol, destacada y aguerrida crítica de arte, Manrique siguió esa tradición y llenó páginas y columnas de reflexión profunda sobre lo bueno, malo o mediocre del arte mexicano de la segunda mitad del siglo XX. Y es así porque sus inicios como crítico fueron sin haber cumplido los 20 años, aunque ya con una formación sólida y respetada. Teresa del Conde, colega y amiga cercana del Maestro, compartió reflexiones y encuentros con él, y ahora es la heredera natural de la mejor crítica de arte en México. A todos ellos, y en particular de Manrique, los tengo como referencia fundamental, en mi empeño y pretensión de ejercer la crítica arquitectónica.

La erudición del maestro Manrique lo llevó también a ser uno de mejores historiadores del arte y arquitectura universal, que podía abordar con gran soltura, temas del manierismo, barroco o contemporaneidad. Fue por eso que me atreví a solicitarle ser mi director de tesis, con el tema de la modernidad arquitectónica en Sinaloa, y que lejos de ningunearlo como poco relevante, como sí lo hicieron otros, inmediatamente aceptó. Puedo decir sin falso elogio, que lo mejor que pude aportar en esa tesis, fue resultado de las observaciones incisivas que me hizo, y que lamenté mucho que no me acompañara hasta el final del proceso, tanto por demorarme mucho en concluir, como por un problema de salud que tuvo, el cual hizo que perdiera mucha de su energía y vitalidad, en los últimos años de su vida.

Con mucho cariño y respeto Maestro, lo recordaré siempre…


Enero de 2017



Fuente de imagen: http://www.revistaimagenes.esteticas.unam.mx/homenaje_jorge_alberto_manrique

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