A Chema… Por Alfonso Machorro

Texto leido en el homenaje en vida en el 2014

Te conocí viejo.  Yo no puedo decir que soy joven, pero tampoco soy viejo. Más bien, diría que te conocí a tiempo. Porque  el tiempo ni es joven, ni es viejo. Te he conocido, cuando tuve que conocerte. El destino nos reunió a tiempo. Tiempo y destino.  ¿Qué no sabrás de eso gran viejo? Permite que te diga, con respeto y cariño “gran viejo”.  He repetido muchas veces la palabra viejo. Sé que a muchos inmoviliza la sola idea de llegar a ser viejo.  Piensan en lo triste que puede serlo. Incluso temen llegar a serlo;  mejor es no decir que todos seremos  viejos. Falta mucho, eso creen. Tú tendrás que decirme ¿Cuándo se es viejo? Porque tú, Chema,  dices no serlo. Y lo creo, ¡claro que lo creo!  Gozas de mayor vitalidad que muchos que tienen pocos años rondando caminos en este valle del Anáhuac, que para algunos son valles de lágrimas, para otros de incertidumbre, para ti son puertas al viento - “por una, se van la vida y los sueños/ por la otra, los fantasmas y los recuerdos…”- puertas que abren caminos; que has recorrido,  que conoces.  ¿En cuántos  dejaste tu huella?  Pasajes de mármol y piedra. Caminos de color y alegría. Eres un andariego, de eso no cabe la menor duda.
Donde supiste andar supiste mirar, contemplar y analizar, sin confundir la tiniebla con la blanca claridad, esto bien lo dijiste en tu poema La arquitectura el hombre y Dios. Entonces, sé que comprendiste la perfección de la santísima trinidad. La perfectibilidad del hombre, la que en la carencia y la posible dificultad intenta descubrir trabajando, el esmero por encontrar la belleza  que debe ser la arquitectura y Dios, donde siempre proyectaste el lugar especial para encontrarte con Él.  Por mínimo que fuera el patio  “Y el patio que sabe ocultar los secretos de todos los sueños” (1972)

No todos tendremos la gran dicha de llegar a ser viejo. o por lo menos con la dignidad que tu llegaste ha serlo. Hace un par de semanas nos encontramos con un par de profesores ¿recuerdas? te cuestionaron que ibas conmigo del brazo. La insolencia y la broma burda la callaste diciendo -“que pena que no tengan un amigo como el que yo tengo”, y con mordaz sonrisa diste hidalguense estocada –esta mano tiene un gran pegamento, que me une a mi gran amigo..es tan poderoso (el pegamento) que lo único que puedo levantar es este dedo!- y en operación delicada les mostraste el dedo medio. Lo cual no tuvieron más que apartarse del osado atrevimiento. Nos fuimos convencidos de la picardía con la que siempre has hecho gala. En ti, la vejez sólo es dolencias pasajeras que se quitan remembrando tus fechorias “No me digas arquitecto / llámame José María / que así me decían / cuando robaba corazones / por tierras de Andalucia”  El tempranillo (1996)  Pero hoy,  la riqueza de ser viejo también es nuestra, porque nos has llevado entre los muros que construiste, en  “Muro fatigado, cargador   ¡remonta el vuelo!  /  ¡grita libertad, dique al viento! /   y si existo en lo eterno /  quedarás por siempre grabado   /   ¡oh muro, en el pensamiento!” (El muro 1985).
                                                                                                                                                                         He tenido la fortuna de conocer el pensamiento que ahora nos has compartido, la libertad de tus vivencias.   Te conocí viejo. Mas tú no tienes temor de serlo. Eres viejo, elegantemente viejo, honrosamente viejo, dignamente viejo. Entonces pienso y concluyo. Yo. Quiero ser viejo. Como tú.  Porque tu vejez viene revestida de historia y sabes contarla. Porque tus pasos que ahora son lentos y cansados fueron gigantes saltos de grandes obras. Porque tus enseñanzas de maestro ahora son discursos de sabiduría. Porque conoces la vida mejor que nadie, porque hablas de la muerte de aquellos que conociste, y tu voz no se resquebraja, no se distrae, no tiembla, no dudas. Por el contrario sabes dónde están.  Sabes de Barragán y quienes se lo llevaron en hombros de este mundo.  Sabes de los demás. Ya me lo dirás…
Sólo alguien que conoce la vida sabe hablar de la muerte. Viviste la guerra. Lo cuentas. Viviste fracasos, los narras. Viviste amores; tanto de “ojos negros y profundas sienes” - así como el color profundo de la bugambilia, el triángulo místico y el puntiagudo agave   (Lo que amo 1994)  Yo amo a los que se buscan / ¡oh tristeza!, pero quieren encontrarse /  en otros sembradíos /   y en otras nacionalidades Todo lo que amaste lo recuerdas.  Las vivencias (1972) de tus  “Patios y plazas,  /callejones,/ zaguanes, torres / y altos miradores.”  
                                                     
Diste miles de faenas, ¿Cuántas orejas y rabos no habrás cortado? Y, ¿cuántas cornadas no habrás recibido? Siempre enfrentaste el conflicto. Lo rememoras. Ese toro emboscado “El toro de la agonía / con un trepidar de sismo/ se arrastra vomitando vida / desencajado y sin ritmo./” Y con bravura dijiste “Veinte embestidas de estío ¡esos son los míos!” (El conflicto es un toro emboscado)Versión taurómaca del conflicto (letras y números) en la UNAM.

Ahora, tus manos son temblorosas pero no lo fueron siempre. Porque siguen señalando con esa gran autoridad lo que te parece mal y lo que te parece bien. El mal y el bien.  Cuando  te pregunté al respecto me contestaste. La vida es “fle-xi-ble.”  Tus manos dan certeza de lo que hablas.  Demuestran la convicción que sólo la verdad puede tener.  Eres un hombre con convicción y verdad.
Eres viejo. Un gran viejo.  Muchos te amaron y muchos te odiaron. Los que te amaron fue porque pudieron vislumbrar en ti, la autoridad de tus enseñanzas. Nunca consentiste la mediocridad. Te alejaste de aquellos charlatanes que fueron conferidos con títulos nobiliarios, que hablaron con la autenticidad de la palabra y no del oficio. Tu no necesitaste título alguno para amar “la cultura de la cal / y la de los arrayanes/ los volúmenes puros/ y a los hombres cabales”….tu preferiste…”subir a lo alto y descubrir desde arriba bajo un techo de luceros (como cuando era niño) los misteriosos senderos” (Lo que amo. 1994)

En el fortunio de encontrarte, te conocí. La fortuna es perpetua; sólo aquellos que la buscan, la encuentran y sólo los que saben distinguirla, pueden alcanzarla y tomarla.  Tengo la fortuna de que me llames  amigo. Ahora entiendo porqué el encuentro sin punto. Porque tú lo llamaste así.  ¿lo recuerdas? Encuentro ..sin pun-to. Y fuiste enfático en la diferencia del Punto de Encuentro. Ahora entiendo porqué. Porque el encuentro sin punto sólo se permite en aquellos que saben que la vida no tiene limites, que en los encuentros sin punto no hay final. Porque  en la vida algunos encuentros son …sin límites, así…sin punto final. Porque quienes encuentran el punto es para comenzar el siguiente párrafo.  El siguiente encuentro. Porque no deberíamos permitir que nuestros viejos encuentren el punto.  Como tú, que sigues por la vida…sin un límite que te detenga. Porque el encuentro sin premeditación alguna  debe ser infinito; la memoria es testigo fiel de lo que digo.
Siempre pensaré en ti como viejo. Quiero ser viejo. Debo seguir aprendiendo para ganarme el titulo de  gran viejo. Y sobre todo pensar que los encuentros sin punto son lo que forjan el destino, el tiempo y la vida.

…he tenido el gusto de leerte ilustre maestro, querido Chema. En esos poemas  te he conocido viejo… pero con la fortaleza de un joven, con la sonrisa de un niño y con la sabiduría de un gran viejo….seguiremos cuantas veces sea necesario la cita en el café Ruta de la Seda de tu viejo Coyoacán para degustar ese pudding de chocolate, cardamomo y nibs de cacao que tanto gustas con una mezcla de caracolillo. Por cierto, muy cerca de tu morada donde tienes un…”patio delantero /discreto como un pañuelo/ tengo un jazminero/ que por ti da flores/todo el año entero.” (Calle del Aguacate 2001)



Alfonso Machorro y José María Buendía. Homenaje en vida 2014. Colección de Alfonso Machorro


                                                                             Alfonso Machorro (UAM-Xochimilco. 2014)

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