Texto leido en el homenaje en
vida en el 2014
Te conocí viejo. Yo no puedo decir que soy joven, pero tampoco
soy viejo. Más bien, diría que te conocí a tiempo. Porque el tiempo ni es joven, ni es viejo. Te he
conocido, cuando tuve que conocerte. El destino nos reunió a tiempo. Tiempo y
destino. ¿Qué no sabrás de eso gran
viejo? Permite que te diga, con respeto y cariño “gran viejo”. He repetido muchas veces la palabra viejo. Sé
que a muchos inmoviliza la sola idea de llegar a ser viejo. Piensan en lo triste que puede serlo. Incluso
temen llegar a serlo; mejor es no decir
que todos seremos viejos. Falta mucho,
eso creen. Tú tendrás que decirme ¿Cuándo se es viejo? Porque tú, Chema, dices no serlo. Y lo creo, ¡claro que lo creo!
Gozas de mayor vitalidad que muchos que
tienen pocos años rondando caminos en este valle del Anáhuac, que para algunos
son valles de lágrimas, para otros de incertidumbre, para ti son puertas al
viento - “por una, se van la vida y los sueños/ por la otra, los fantasmas y
los recuerdos…”- puertas que abren caminos; que has recorrido, que conoces.
¿En cuántos dejaste tu huella? Pasajes de mármol y piedra. Caminos de color
y alegría. Eres un andariego, de eso no cabe la menor duda.
Donde supiste andar supiste mirar, contemplar y analizar, sin confundir la tiniebla con la blanca claridad, esto bien lo dijiste en tu poema La arquitectura el hombre y Dios. Entonces, sé que comprendiste la perfección de la santísima trinidad. La perfectibilidad del hombre, la que en la carencia y la posible dificultad intenta descubrir trabajando, el esmero por encontrar la belleza que debe ser la arquitectura y Dios, donde siempre proyectaste el lugar especial para encontrarte con Él. Por mínimo que fuera el patio “Y el patio que sabe ocultar los secretos de todos los sueños” (1972)
Donde supiste andar supiste mirar, contemplar y analizar, sin confundir la tiniebla con la blanca claridad, esto bien lo dijiste en tu poema La arquitectura el hombre y Dios. Entonces, sé que comprendiste la perfección de la santísima trinidad. La perfectibilidad del hombre, la que en la carencia y la posible dificultad intenta descubrir trabajando, el esmero por encontrar la belleza que debe ser la arquitectura y Dios, donde siempre proyectaste el lugar especial para encontrarte con Él. Por mínimo que fuera el patio “Y el patio que sabe ocultar los secretos de todos los sueños” (1972)
No todos tendremos la gran dicha
de llegar a ser viejo. o por lo menos con la dignidad que tu llegaste ha serlo.
Hace un par de semanas nos encontramos con un par de profesores ¿recuerdas? te
cuestionaron que ibas conmigo del brazo. La insolencia y la broma burda la
callaste diciendo -“que pena que no tengan un amigo como el que yo tengo”, y
con mordaz sonrisa diste hidalguense estocada –esta mano tiene un gran
pegamento, que me une a mi gran amigo..es tan poderoso (el pegamento) que lo
único que puedo levantar es este dedo!- y en operación delicada les mostraste
el dedo medio. Lo cual no tuvieron más que apartarse del osado atrevimiento.
Nos fuimos convencidos de la picardía con la que siempre has hecho gala. En ti,
la vejez sólo es dolencias pasajeras que se quitan remembrando tus fechorias
“No me digas arquitecto / llámame José María / que así me decían / cuando
robaba corazones / por tierras de Andalucia”
El tempranillo (1996) Pero hoy, la riqueza de ser viejo también es nuestra,
porque nos has llevado entre los muros que construiste, en “Muro fatigado, cargador ¡remonta el vuelo! / ¡grita
libertad, dique al viento! / y si
existo en lo eterno / quedarás por
siempre grabado / ¡oh muro, en el pensamiento!” (El muro 1985).
He tenido la
fortuna de conocer el pensamiento que ahora nos has compartido, la libertad de
tus vivencias. Te conocí viejo. Mas tú
no tienes temor de serlo. Eres viejo, elegantemente viejo, honrosamente viejo,
dignamente viejo. Entonces pienso y concluyo. Yo. Quiero ser viejo. Como tú. Porque tu vejez viene revestida de historia y
sabes contarla. Porque tus pasos que ahora son lentos y cansados fueron
gigantes saltos de grandes obras. Porque tus enseñanzas de maestro ahora son
discursos de sabiduría. Porque conoces la vida mejor que nadie, porque hablas
de la muerte de aquellos que conociste, y tu voz no se resquebraja, no se
distrae, no tiembla, no dudas. Por el contrario sabes dónde están. Sabes de Barragán y quienes se lo llevaron en
hombros de este mundo. Sabes de los
demás. Ya me lo dirás…
Sólo alguien que conoce la vida
sabe hablar de la muerte. Viviste la guerra. Lo cuentas. Viviste fracasos, los
narras. Viviste amores; tanto de “ojos negros y profundas sienes” - así como el
color profundo de la bugambilia, el triángulo místico y el puntiagudo agave (Lo que
amo 1994) Yo amo a los que
se buscan / ¡oh tristeza!, pero quieren encontrarse / en otros sembradíos / y en otras nacionalidades Todo lo que amaste
lo recuerdas. Las vivencias (1972) de
tus “Patios
y plazas, /callejones,/ zaguanes, torres
/ y altos miradores.”
Diste miles de faenas, ¿Cuántas
orejas y rabos no habrás cortado? Y, ¿cuántas cornadas no habrás recibido?
Siempre enfrentaste el conflicto. Lo rememoras. Ese toro emboscado “El toro de
la agonía / con un trepidar de sismo/ se arrastra vomitando vida / desencajado
y sin ritmo./” Y con bravura dijiste “Veinte embestidas de estío ¡esos son los
míos!” (El conflicto es un toro
emboscado)Versión taurómaca del conflicto (letras y números) en la UNAM.
Ahora, tus manos son temblorosas pero
no lo fueron siempre. Porque siguen señalando con esa gran autoridad lo que te
parece mal y lo que te parece bien. El mal y el bien. Cuando
te pregunté al respecto me contestaste. La vida es “fle-xi-ble.” Tus manos dan certeza de lo que hablas. Demuestran la convicción que sólo la verdad
puede tener. Eres un hombre con
convicción y verdad.
Eres viejo. Un gran viejo. Muchos te amaron y muchos te odiaron. Los que
te amaron fue porque pudieron vislumbrar en ti, la autoridad de tus enseñanzas.
Nunca consentiste la mediocridad. Te alejaste de aquellos charlatanes que
fueron conferidos con títulos nobiliarios, que hablaron con la autenticidad de
la palabra y no del oficio. Tu no necesitaste título alguno para amar “la
cultura de la cal / y la de los arrayanes/ los volúmenes puros/ y a los hombres
cabales”….tu preferiste…”subir a lo alto y descubrir desde arriba bajo un techo
de luceros (como cuando era niño) los misteriosos senderos” (Lo que amo. 1994)
En el fortunio de encontrarte, te
conocí. La fortuna es perpetua; sólo aquellos que la buscan, la encuentran y
sólo los que saben distinguirla, pueden alcanzarla y tomarla. Tengo la fortuna de que me llames amigo. Ahora entiendo porqué el encuentro sin
punto. Porque tú lo llamaste así. ¿lo
recuerdas? Encuentro ..sin pun-to. Y fuiste enfático en la diferencia del Punto
de Encuentro. Ahora entiendo porqué. Porque el encuentro sin punto sólo se
permite en aquellos que saben que la vida no tiene limites, que en los
encuentros sin punto no hay final. Porque
en la vida algunos encuentros son …sin límites, así…sin punto final.
Porque quienes encuentran el punto es para comenzar el siguiente párrafo. El siguiente encuentro. Porque no deberíamos
permitir que nuestros viejos encuentren el punto. Como tú, que sigues por la vida…sin un límite
que te detenga. Porque el encuentro sin premeditación alguna debe ser infinito; la memoria es testigo fiel
de lo que digo.
Siempre pensaré en ti como viejo.
Quiero ser viejo. Debo seguir aprendiendo para ganarme el titulo de gran viejo. Y sobre todo pensar que los
encuentros sin punto son lo que forjan el destino, el tiempo y la vida.
…he tenido el gusto de leerte
ilustre maestro, querido Chema. En esos poemas
te he conocido viejo… pero con la fortaleza de un joven, con la sonrisa
de un niño y con la sabiduría de un gran viejo….seguiremos cuantas veces sea
necesario la cita en el café Ruta de la Seda de tu viejo Coyoacán para degustar
ese pudding de chocolate, cardamomo y nibs de cacao que tanto gustas con una
mezcla de caracolillo. Por cierto, muy cerca de tu morada donde tienes un…”patio
delantero /discreto como un pañuelo/ tengo un jazminero/ que por ti da
flores/todo el año entero.”
(Calle del Aguacate 2001)
Alfonso Machorro y José María Buendía. Homenaje en vida 2014. Colección de Alfonso Machorro |
Alfonso Machorro (UAM-Xochimilco.
2014)
No hay comentarios:
Publicar un comentario