Cuando Hilla
Rebay escribió a Frank Lloyd Right era porque sabía que él era un guerrero, un
sibarita. Ella, curadora encargada de la colección “no objetiva” de Solomon
Guggenheim, solicitó en 1943, a través de una carta a
Frank Lloyd Wright que diseñara un museo para albergar las obras de arte. En la
carta y en sus propias palabras escribió "necesito a un guerrero, alguien
que ame el espacio, a un creador, un evaluador y a un hombre sabio (...) quiero
un templo del espíritu, !un monumento!”
El apodo es la
victoria del prejuicio sobre la argumentación,
la arquitectónica. Se desdeña antes de conocer. Con frecuencia sucede que
los apodos aparecen por alguna frívola razón, y al Guggenheim, por cierto, le
apodaron la lavadora, también el bollo.
Durante la edificación del museo hubo muchas protestas al
respecto del diseño, sobre todo de artistas, quienes decían que el diseño no
era apropiado para exhibir pintura y escultura. A otros que veían desde
fuera el proceso les generaba cierta curiosidad.
Sin importar las
infundadas habladurías de los vecinos el museo se inauguró el 21 de octubre de
1959. Habían más de tres mil visitantes formados para entrar y por desgracia
Wright había muerto seis meses antes, a los 91 años.
Una vez que la gente
pudo conocerlo por dentro descubrió un museo único, nada parecido al espacio cuadrado
y diseñado en forma ortogonal. Así que a partir de entonces y con esta
experiencia distinta del espacio, los apodos desaparecieron.
Es posible que lo
más singular en la vida de Wright sea éste museo.
Pero, lo interesante
de un personaje no es tanto lo que hace sino por qué lo hace. Las buenas
historias son producto de las tensiones entre las causas y las acciones.
Si bien tuvo una
infancia complicada y llena de carencias, él se dedicó a ser el arquitecto de
su propio destino, se llenó de mimos y cariños, se procuró las mejores
experiencias gastronómicas y musicales.
Cuentan Anatxu
Zabalbeascoa y Javier Rodríguez que siendo muy joven y al llegar a Chicago con
un dólar en la bolsa, compró una entrada para la Opera House. Así que aún con
las limitaciones económicas nunca renunciaba a los refinamientos que le
vinieran en gana.
Si hubo algún
arquitecto más preocupado en el diseño de sí mismo que en el de sus edificios
fue él. Se construyo dos biografías distintas, fue un gran seductor: de mujeres
y clientes, inteligente, refinado y reflexivo. Todo un sibarita al comando de
un convertible amarillo.
Más allá de lo
ligero que pueda parecer el ejemplo y también esta frase: nada para mi que no sea para los otros por ahora servirán para sostener
lo que pretendo destacar sobre el tema del carácter sibarita en los
diseñadores.
¿Qué relación tiene
esto con la formación de un arquitecto diseñador?
Desde mi punto de
vista la enorme brecha entre los arquitectos representantes del estilo
Internacional y la noción de atmósfera de Peter Zumthor.
A decir de Zumthor
una atmósfera es la relación dialógica entre el cuerpo y la belleza. Es la
capacidad que tiene un edificio de conmover.
El iniciado de
diseño, más allá de instruirse en nociones funcionalistas, ambientales y de carácter
técnico, necesita rodearse de experiencias diversas. Para construir una serie
de valores humanitarios que estén más allá del socialismo y por qué no decirlo
del capitalismo. Necesita maestros que le muestren que se puede ser feliz sin
culpas. Y es que la culpa nos ha convertido en los mejores clientes de la
comida chatarra y al mismo tiempo de la alimentación sana, en los guardianes
del papel y en testigos incapaces de actuar ante la devastación forestal, y sin
embargo ahí esta Sebastiao Salgado y otros cuantos humanos devolviendo la
dignidad forestal a un pequeño desierto del Amazonas, devolviéndonos con su
fotografía la belleza y las contradicciones humanas.[i]
Pero creemos en el sacrificio como vehículo para habitar el
planeta. En este sentido se piensa en la práctica como un acto de caridad. Porque así hemos vivido, limitados,
olvidando ser generosos con nosotros mismos.
La lección del Guggenheim y su arquitecto, mirados a la
distancia pero con la experiencia de recorrerlo y estar en el lugar, muestran
que es más probable comprender nociones como atmósfera, experiencia del
espacio, generosidad y empatía cuando se han podido cultivar
nuestros sentidos, como verdaderos sibaritas.
Por otra parte el estudio de la composición del museo es
todo un tema, sin embargo preferí escribir sobre el hecho del individuo que se
procura las más interesantes experiencias y del edificio que con su atmósfera
nos lo cuenta.
Para algunos lo que parece un capricho como la belleza y
el diseño es un hecho que solo los sibaritas, que saben dar a otros lo que
también es para ellos, comprenden.
[i] Véase el
documental La sal de la tierra de Wim
Wenders que es un homenaje a la obra de Sebastiao Salgado.
Marzo, 2016
Imagen
del archivo de Isaac López y Jaell Durán
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del archivo de Isaac López y Jaell Durán
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Marzo, 2016
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