El último Pritzker, para Aravena. Por José Ángel Campos Salgado

Este premio, como es sabido, tiene la misma importancia que el premio Nobel, sólo qué en este caso, dentro del campo de la arquitectura. El primer premiado fue el norteamericano Philip Johnson en 1979 y un año después se reconoció la arquitectura de Luis Barragán que sigue influyendo en muchos arquitectos y estudiantes, mexicanos y del mundo. Les han seguido muchos otros cada año, conocidos casi todos y sólo algunos casi anónimos. Hoy se le entrega el premio a un arquitecto nacido en 1967 que con 48 años ahora, es el más joven de los ganadores; el cuarto latinoamericano en esta lista.


Este arquitecto chileno, egresado de la Universidad Católica de Chile y con estudios de posgrado en Venecia, realiza su trabajo en dos estudios, uno, su oficina particular y el otro una empresa que opera asociada a COPEC (la compañía de petróleo de Chile) y a la misma Universidad Católica de la que el egresó. Elemental, es el nombre de la empresa y su socio fundador fue Andrés Lacobelli, un ingeniero. Así, Aravena ha desarrollado un ejercicio profesional que va de los encargos privados de pequeña escala a los proyectos de mayor complejidad dentro de los que destacan sus propuestas de vivienda y espacio urbano para grupos de escasos recursos.

Pero en este breve texto hay que ir más allá de la reseña del premio al arquitecto para vincular este acontecimiento con la vida académica, por lo que hay que hacerse una pregunta ¿qué se premia o que se reconoce con el Pritzker? Porque si revisamos la lista de los premiados pues están casi todas las “grandes estrellas” de la arquitectura de nuestro tiempo y lo que parece reconocerse de ellos es la creación de un cierto lenguaje distintivo, propio y único del arquitecto premiado como si esta fuera la única aportación que puede hacer la arquitectura a los problemas de nuestro tiempo. Y alimentando los requerimientos del capitalismo neoliberal globalizado, el premio insiste y refuerza la idea de que un personaje que se vuelve el ejemplo a seguir para quien quiera llegar a los más altos niveles de esta actividad.

Esta manera de considerar el trabajo de los arquitectos es tan vieja como el Renacimiento, que fue el tiempo en que empezó a diferenciarse de entre el grupo de edificadores de la obra que se realizaba en aquel tiempo, a un personaje que se eleva más allá del común de los humanos y que con su genialidad ilumina el mundo. Y no por casualidad, este personaje es el autor (él sólo, frente a su mesa de trabajo) de las obras encargadas por quien ejerce el poder en su tiempo, trátese de iglesia, monarquía, gobernantes en su mayoría despóticos y ahora, los grandes capitalistas mundiales.

Pero en este último resultado del Pritzker las cosas están dando un vuelco porque Aravena ha abordado los problemas de la producción de vivienda para los habitantes más olvidados de las ciudades, los pobres que viven en las periferias de manera casi siempre ilegal y en las más precarias condiciones, a través de proyectos de clara experimentación. Estos pobres, además, no tienen posibilidades de acceso a los sistemas de financiamiento que operan como paliativo de estas graves condiciones en que los ha sumido la explotación del sistema económico contemporáneo. Soluciones arquitectónicas que tal vez en tiempos no muy lejanos ya se habían propuesto pero que al actualizarse logran un resultado sorprendente y que exige la mayor atención. De este modo, Aravena ha estado integrado a movimientos que tratan de salir del círculo cerrado de la producción capitalista de la vivienda controlado por los promotores inmobiliarios que buscan sólo mayores ganancias, para llamar la atención con sus declaraciones y acciones sobre este que es uno de los más graves problemas del mundo actual. Aravena ha participado así en el congreso organizado por la Fundación Arquitectura y Sociedad en Pamplona, donde participó incluso el filósofo Salavoj Zizek, en la exposición “Small Scale Big Change” realizada en el MoMa de Nueva York y actualmente es el curador de la Bienal de Venecia 2016 donde se convocó a presentar proyectos y obras donde se mostrará una arquitectura comprometida con las poblaciones más olvidadas del mundo. Esta arquitectura se plantea de entrada: austera, integrada a su entorno natural y a su comunidad y por lo tanto se aleja de los espectaculares edificios que han producido los anteriores ganadores del Pritzker.

Pero el resultado estético no es lo más importante de esta otra arquitectura sino las ideas para resolver el problema. Por eso Aravena ha dicho sobre su método de trabajo que en el punto de partida se trata de “cero de arquitectura y cien por ciento de las demás disciplinas” para posteriormente, al sintetizar la complejidad del problema y preguntarse cuánto de arquitectura, el responde “todo” y al verificar el resultado, otra vez “cero”, pues sobre el resultado se busca saber cómo responden los usuarios a estas propuestas.

Para terminar entonces, hay que volver a preguntarse ¿por qué el premio Pritzker a este arquitecto? ¿Se trata de empezar a valorar esta otra arquitectura, pues el aumento de pobreza en el mundo así lo exige, o se trata de aislar su trabajo, haciendo olvidar que este es producto de un equipo, el ejercicio de un grupo, como muchos otros que actualmente están enfrentado de este modo los grandes problemas de las ciudades y de la arquitectura?.  ¿Se trata de convertirlo en una estrella más del mundo exclusivo de los arquitectos del sistema? El tiempo nos dirá hacia dónde va la apuesta, por lo que en nuestro ámbito nos queda la enorme responsabilidad de ir hacia esa otra arquitectura, la que recupera el compromiso social de nuestra disciplina.


Fuente de imagen: www.dezeen.com

Enero, 2016

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