Este premio, como es sabido, tiene la misma importancia que
el premio Nobel, sólo qué en este caso, dentro del campo de la arquitectura. El
primer premiado fue el norteamericano Philip Johnson en 1979 y un año después
se reconoció la arquitectura de Luis Barragán que sigue influyendo en muchos
arquitectos y estudiantes, mexicanos y del mundo. Les han seguido muchos otros
cada año, conocidos casi todos y sólo algunos casi anónimos. Hoy se le entrega
el premio a un arquitecto nacido en 1967 que con 48 años ahora, es el más joven
de los ganadores; el cuarto latinoamericano en esta lista.
Este arquitecto chileno, egresado de la Universidad Católica
de Chile y con estudios de posgrado en Venecia, realiza su trabajo en dos estudios,
uno, su oficina particular y el otro una empresa que opera asociada a COPEC (la
compañía de petróleo de Chile) y a la misma Universidad Católica de la que el
egresó. Elemental, es el nombre de la
empresa y su socio fundador fue Andrés Lacobelli, un ingeniero. Así, Aravena ha
desarrollado un ejercicio profesional que va de los encargos privados de
pequeña escala a los proyectos de mayor complejidad dentro de los que destacan
sus propuestas de vivienda y espacio urbano para grupos de escasos recursos.
Pero en este breve texto hay que ir más allá de la reseña del
premio al arquitecto para vincular este acontecimiento con la vida académica,
por lo que hay que hacerse una pregunta ¿qué se premia o que se reconoce con el
Pritzker? Porque si revisamos la lista de los premiados pues están casi todas
las “grandes estrellas” de la arquitectura de nuestro tiempo y lo que parece
reconocerse de ellos es la creación de un cierto lenguaje distintivo, propio y
único del arquitecto premiado como si esta fuera la única aportación que puede
hacer la arquitectura a los problemas de nuestro tiempo. Y alimentando los
requerimientos del capitalismo neoliberal globalizado, el premio insiste y
refuerza la idea de que un personaje que se vuelve el ejemplo a seguir para
quien quiera llegar a los más altos niveles de esta actividad.
Esta manera de considerar el trabajo de los arquitectos es
tan vieja como el Renacimiento, que fue el tiempo en que empezó a diferenciarse
de entre el grupo de edificadores de la obra que se realizaba en aquel tiempo, a
un personaje que se eleva más allá del común de los humanos y que con su genialidad
ilumina el mundo. Y no por casualidad, este personaje es el autor (él sólo,
frente a su mesa de trabajo) de las obras encargadas por quien ejerce el poder
en su tiempo, trátese de iglesia, monarquía, gobernantes en su mayoría
despóticos y ahora, los grandes capitalistas mundiales.
Pero en este último resultado del Pritzker las cosas están
dando un vuelco porque Aravena ha abordado los problemas de la producción de
vivienda para los habitantes más olvidados de las ciudades, los pobres que
viven en las periferias de manera casi siempre ilegal y en las más precarias
condiciones, a través de proyectos de clara experimentación. Estos pobres,
además, no tienen posibilidades de acceso a los sistemas de financiamiento que
operan como paliativo de estas graves condiciones en que los ha sumido la
explotación del sistema económico contemporáneo. Soluciones arquitectónicas que
tal vez en tiempos no muy lejanos ya se habían propuesto pero que al
actualizarse logran un resultado sorprendente y que exige la mayor atención. De
este modo, Aravena ha estado integrado a movimientos que tratan de salir del
círculo cerrado de la producción capitalista de la vivienda controlado por los
promotores inmobiliarios que buscan sólo mayores ganancias, para llamar la
atención con sus declaraciones y acciones sobre este que es uno de los más
graves problemas del mundo actual. Aravena ha participado así en el congreso
organizado por la Fundación Arquitectura y Sociedad en Pamplona, donde
participó incluso el filósofo Salavoj Zizek, en la exposición “Small Scale Big
Change” realizada en el MoMa de Nueva York y actualmente es el curador de la
Bienal de Venecia 2016 donde se convocó a presentar proyectos y obras donde se
mostrará una arquitectura comprometida con las poblaciones más olvidadas del
mundo. Esta arquitectura se plantea de entrada: austera, integrada a su entorno
natural y a su comunidad y por lo tanto se aleja de los espectaculares
edificios que han producido los anteriores ganadores del Pritzker.
Pero el resultado estético no es lo más importante de esta
otra arquitectura sino las ideas para resolver el problema. Por eso Aravena ha
dicho sobre su método de trabajo que en el punto de partida se trata de “cero
de arquitectura y cien por ciento de las demás disciplinas” para
posteriormente, al sintetizar la complejidad del problema y preguntarse cuánto
de arquitectura, el responde “todo” y al verificar el resultado, otra vez
“cero”, pues sobre el resultado se busca saber cómo responden los usuarios a
estas propuestas.
Para terminar entonces, hay que volver a preguntarse ¿por qué
el premio Pritzker a este arquitecto? ¿Se trata de empezar a valorar esta otra
arquitectura, pues el aumento de pobreza en el mundo así lo exige, o se trata
de aislar su trabajo, haciendo olvidar que este es producto de un equipo, el
ejercicio de un grupo, como muchos otros que actualmente están enfrentado de
este modo los grandes problemas de las ciudades y de la arquitectura?. ¿Se trata de
convertirlo en una estrella más del mundo exclusivo de los arquitectos del
sistema? El tiempo nos dirá hacia dónde va la apuesta, por lo que en nuestro
ámbito nos queda la enorme responsabilidad de ir hacia esa otra arquitectura,
la que recupera el compromiso social de nuestra disciplina.
Fuente de imagen: www.dezeen.com |
Enero, 2016
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