Como
arquitectos jóvenes, tal vez apenas saliendo del cascarón o aún en un proceso
de gestación de aproximadamente 5 años, en más de una ocasión se ha de soñar con el reconocimiento que se le da a aquellos que han alcanzado la gloria,
quienes en vida pudieron ver materializados sus ideales. Tal como fue el caso
de Luis Barragán Morfín, nacido en Guadalajara Jalisco, el 9 de marzo de 1902.
Su
obra es un reflejo del mundo que le tocó vivir, del México de la revolución, la
arquitectura popular y de la religiosidad característica de los pueblos
Jaliscienses. También es un reflejo de la causa principal por la cual vivió. Su
entrega total al hacer tangible lo etéreo. Al materializar aquello que no todos
pueden ver en compañía de la soledad y del silencio.
Melómano
como muchos otros que sucumbieron al misterio del arte, buscaba en el
silencio sepulcral de sus grandes jardines “hacer música con el agua”.
Mostrándonos que el origen de todo, es decir, la interacción de los elementos
naturales como son la luz, el color, la sombra y el silencio, se podían
traducir en belleza. Cosas que innegablemente son representativas de la
arquitectura de Luis Barragán.
No se
puede hablar de la arquitectura de Barragán en lenguaje técnico. No
cuando esta era una metáfora de la vida. Con largos pasillos oscuros, muros que
se iluminan con colores vivos e intensos, jardines sepulcrales arrullados por
el murmullo del agua, puertas que llevan a lugares ocultos y misteriosos -o a
ninguna parte- y escaleras que llevan al cielo. Pareciera una metáfora o el
borrador de un poema, pero es tan sólo una breve y modesta
descripción de la experiencia de recorrer una casa hecha por Luis Barragán.
Con
el premio Pritzker en 1980 llegó el reconocimiento internacional. El mundo
sabía una pequeña pero muy representativa parte de lo que se hacía en
México. Al momento en que Luis Barragán concebía esta idea de hacer la arquitectura
todavía pasarían varios años y procesos en los que se buscaría una identidad de
arquitectura nacional, y de cómo ésta entablaría un diálogo con la arquitectura
internacional. Barragán encaró y asimiló la arquitectura internacional,
llegando de esta manera a incursionar en el funcionalismo en algunas de sus
tempranas obras. Durante la ceremonia del premio Pritzker daría su punto de
vista sobre ésta concepción, diciendo: "Toda arquitectura que no exprese
serenidad, no cumple su misión espiritual. Por eso ha sido un error sustituir
el abrigo de los muros por la intemperie de los ventanales". Haciendo una clara
alusión al discurso que siempre manejó la Bauhaus.
Es
relativo el tiempo que lleva un proceso de reflexión, sobre todo, a la hora de
tener la posibilidad de hacer material un ideal. En mi opinión personal, el mayor éxito de Luis Barragán no fue precisamente alcanzar el
reconocimiento internacional con el premio Pritzker, sino lograr hacer inmortal
su idea de la arquitectura, siempre inclusiva, desde una concepción estética y
artística, e integrando elementos propios como tributo a la cultura regional.
Todo interactuando entre sí, encarando de manera digna a través de su obra el
pasar del tiempo, logrando cierta atemporalidad, aunque también ser
contemporáneo. Aún en este tiempo, donde lo urbano pesa tanto y las ciudades
recitan su grandeza en medida de sus hazañas en infraestructura, de grandes
logros tecnológicos, del uso y del empleo de nuevos materiales que apuestan al
tiempo, y de la cantidad de edificios que aspiran tocar el cielo.
Por último, es preciso citar a Louis Isadore Kahn (otro inmortal)
cuando al visitar la casa estudio en Tacubaya, manifestó su impresión diciendo:
“Su casa no es simplemente una casa, sino la casa misma. Cualquiera podría
sentirla suya. Sus materiales son tradicionales y su carácter es eterno”.
Fuente de imagen: http://www.casaluisbarragan.org/images/fotoslb/LB41.jpg |
Diciembre, 2015
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