En
1974 se crea nuestra Unidad Xochimilco de la UAM y un año después la División
de Ciencias y Artes para el Diseño, con sus cuatro licenciaturas: arquitectura,
diseño gráfico, diseño industrial y la llamada entonces, Diseño de los
Asentamientos Humanos. El Plan de Estudios de la Carrera de Arquitectura se
aprueba el 28 de Julio de 1978, y eso quiere decir que ya han pasado 36 años
desde aquel momento culminante de quienes imaginaron cómo encontrar una nueva
visión y una novedosa forma de enseñar esta disciplina, superando los más
avanzados proyectos llevados a cabo en otras instituciones del país y en la
propia UAM de aquellos, ahora lejanos tiempos.
Sin
embargo desde esa fecha se hace evidente una gran dificultad para concretar en
documentos las particularidades de esta propuesta, algo que refleje las
diversas visiones sobre lo que se busca en la formación de los arquitectos de
la UAM X. Así, la falta de estos textos se convierte en un impedimento para
elaborar los Programas de Estudios de las Unidades de Enseñanza Aprendizaje
(UEAs) en los que se desarrollarán: los objetivos generales, el objeto de
transformación, el problema eje, los objetivos de diseño, el contenido
sintético (dividido en teoría, diseño y tecnología), las modalidades del
proceso de enseñanza aprendizaje, las modalidades de evaluación y la
bibliografía necesaria o recomendable, para cada módulo de la carrera; todo
ello de acuerdo a los formatos aplicados en la Unidad Xochimilco de nuestra
universidad. Lo anterior explica por qué tienen que pasar 20 años después de
fundada la carrera, para que se aprueban estos Programas, oficialmente en la
sesión 167 de 1995 del Colegio Académico, y a su vez deja la interrogante de
por qué dichos programas por módulo no se han publicado masivamente e incluso
hasta el día de hoy no aparecen en la página electrónica de la universidad.
El
hecho concreto que puede aquí señalarse es que estos documentos están plenamente
rebasados por la realidad. Hay que tomar en cuenta que los organismos
responsables de la acreditación de las carreras de arquitectura que se imparten
en el país recomiendan revisar y modificar los planes de estudios al menos cada
siete años pues es evidente que las condiciones en que estos se producen
cambian en ciertos aspectos, en ese lapso. De este modo, nuestro Plan debió
haberse modificado tres veces hasta ahora, y por cada cambio, los programas
debieron ajustarse paralelamente; siendo necesario señalar aquí que hay una
nueva versión del Plan que sólo incorpora cambios superficiales de sus
enunciados, salvo el polémico asunto de la práctica obligatoria en un despacho
privado de arquitectura. Frente a esto no queda más que aceptar que estamos en
una situación que debiera alarmarnos. Casi nada de lo creado hace ¡40 años! es
plenamente vigente hoy, ni se sigue tal como se enunció. Dice el plan que se
trata de “Formar profesionales en el diseño de espacios arquitectónicos que
comprendan el contexto en el que se inserta su hacer y los problemas que surgen
de las necesidades socialmente relevantes”. Son muchos los espacios de la
carrera, aulas, cubículos, talleres, etc. donde se niega este objetivo de
“aprender a diseñar espacios arquitectónicos”; muchos son los docentes que no
se preocupan por que los alumnos comprendan el contexto en que se insertan sus
ejercicios y menos aun, abordamos problemas que surjan de las necesidades
socialmente relevantes. Y esto se explica de diversas maneras: son ya muy pocos
los docentes fundadores de la carrera que siguen activos y por ello no hay
quien pueda evaluar lo que hoy se practica comparado con lo que se imaginó al
inicio. No todos los nuevos docentes han conocido el sistema Xochimilco, aquel
famoso “sistema modular” que le dio identidad a la Unidad y varios de ellos se
sabe que no han tenido la práctica profesional necesaria para vivir la
experiencia y transmitirla a los alumnos. Por otra parte, la idea de cuáles son
las necesidades socialmente relevantes ha cambiado en estos años; el Estado
absorbió el intento de satisfacer estas carencias de las personas de menores
recursos, durante los años 70 y 80, y luego se desentendió de ello y convirtió
a los organismos responsables de apoyar a los pobres, simplemente en gestores
de las iniciativas de inversionistas, vendedores y especuladores que lucran con
aquellas necesidades, llevando a la población a los más bajos índices de
pobreza de que se tenga memoria desde hace al menos medio siglo de historia
nacional.
Y por
otra parte, el espíritu de participación comunitaria entre estudiantes y
profesores que se dio al fundarse la carrera y durante los primeros años de su
funcionamiento se fue diluyendo paulatinamente hasta llegar a su absoluta
distorsión en los últimos tiempos. Sólo en algunos espacios se puede percibir
el sentido de equipo y esta idea ha sido llevada a una concepción más bien
corporativista y clientelar similar a la que se vive lamentablemente en las
políticas que se practican en el país. El resultado, que se observa en la
calidad de los trabajos de nuestros alumnos es de muy bajo nivel y muy lejano
de lo que se puede encontrar en muchas otras instituciones similares, hoy
fácilmente revisables a través de los medios digitales contemporáneos; y peor
aún, se practica una actitud de cerrar los ojos ante esta situación.
El
camino de recuperación del proyecto de la División de Ciencias y Artes para el
Diseño y la Carrera de Arquitectura me parece empieza por la disposición a
aceptar que la situación es de deterioro y si se coincide en esto el siguiente
paso es conformar un colectivo que desvinculado de todo interés de gestión o
administrativo busque recuperar lo académico como centro de la discusión de un
nuevo proyecto que responda a las condiciones actuales y a los más urgentes
retos que nos plantea la situación de nuestro país y nuestro mundo. El hecho
que también debe anteponerse es que aún hay en la División y la Carrera de
arquitectura quienes honesta y diligentemente mantienen un esfuerzo cotidiano
por guardar un mínimo de coherencia entre lo que dictan los planes y lo que se
realiza en el aula y el cubículo. De ahí que sea posible una reunión de
docentes investigadores que no busque “quedar bien” con las autoridades en
turno, que no tenga como objetivo ascender a los puestos de gestión de nuestra
institución, sino que esté dispuesto al intercambio de ideas, de experiencias,
de éxitos y fracasos para ir construyendo poco a poco una nueva respuesta al
sueño de un nuevo país donde las injusticias, las inequidades, las impunidades,
la individualización egoísta y la deshonestidad no tengan cabida. Hago votos
por que se logre concretar esta aspiración.
Fuente de imágenes: José Ángel Campos Salgado
Marzo, 2015.
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