Desde hace tiempo, la arquitectura emprende un camino
incierto sobre su formalidad y expresión en la ciudad. En la actualidad
cualquier tipo de edificio enfrenta, en la mayoría de los casos, a una crítica
fuerte en contra de los caprichos formales e inclusive sin mayor intención de
transcender en la historia como verdaderos hitos urbanos, que uno de sus
principios fundamentales es establecer una referencia y usos; en donde las
personas se apropien e identifiquen con aquellos lugares.
Pues bien, para
llevar acabo ello, se necesita que los elementos formales de la arquitectura
contengan expresiones que nos sean compresibles en cuanto a la percepción; es
decir, que nos causen una motivación o simplemente detonen nuestros sentidos,
que funcionan a través de situaciones
reconocibles y cómodas para nuestra visual. Las geometrías regulares, volúmenes
que se integran, planos con intersecciones, continuidad del espacio
interno/externo, entre otros, sugieren una amplia gama de experimentación en
las envolventes, además de una sintonía y concordancia con la función y
utilidad.
Uno de esos casos son las estaciones del sistema de
transporte Metrobús de la capital mexicana, la expresión arquitectónica, lejos
de brindar una experiencia diferente, ofrecen identificación del lugar, además son
un “deleite”, como referiría Leland M. Roth. Las estaciones de transporte
contemporáneas son reflejo del éxito de los procesos racionales en cuanto a
materiales y procesos de construcción: eficiencia y rapidez en su ejecución,
maneras de hacer “arquitectura” que desde la política pública se permite.
Además de lo anterior podríamos agregar que lo social de la arquitectura no es
compatible con lo social a nivel político, es decir no existe una correlación
de la política con la arquitectura, por lo menos para mejorar e inclusive
evaluar el impacto visual y de percepción de las formas.
El pasado reciente ha dejado algunas buenas estaciones
de las cuales podemos decir actualmente, aun nos sorprenden cuando transitamos
por ellas. Tal es el caso de las estaciones del Metro en San Lázaro y Merced de
Félix Candela e Insurgentes de Pedro Ramírez Vázquez; sin embargo dichas
expresiones son limitadas en cuanto al número de estaciones del Metro o
Metrobús. El tren suburbano en su caso no hay nada que mencionar, salvo la
plaza y edificio principal de Buenavista, a cargo de Jorge L. Medellín,
recuperadas más a voluntad obligada de respetar la calidad de una época que las
ambiciones por aprovechar e integrar un nuevo sistema de transporte con
arquitectura.
Solo queda dejar abierto este espacio para que las
otras voces que están apelando por lo mismo, se unan, y por las que no,
esperamos reflexiones por una expresión formal en la arquitectura y manifiesten
el significado de ser arquitectos, y en su caso, el oficio de proyectar y
construir para la sociedad en toda su expresión.
Mayo, 2015.
Mayo, 2015.
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