Arquitectura: estaciones del Metrobús. Por Fernando Minaya Hernández

Desde hace tiempo, la arquitectura emprende un camino incierto sobre su formalidad y expresión en la ciudad. En la actualidad cualquier tipo de edificio enfrenta, en la mayoría de los casos, a una crítica fuerte en contra de los caprichos formales e inclusive sin mayor intención de transcender en la historia como verdaderos hitos urbanos, que uno de sus principios fundamentales es establecer una referencia y usos; en donde las personas se apropien e identifiquen con aquellos lugares.
Pues bien, para llevar acabo ello, se necesita que los elementos formales de la arquitectura contengan expresiones que nos sean compresibles en cuanto a la percepción; es decir, que nos causen una motivación o simplemente detonen nuestros sentidos, que  funcionan a través de situaciones reconocibles y cómodas para nuestra visual. Las geometrías regulares, volúmenes que se integran, planos con intersecciones, continuidad del espacio interno/externo, entre otros, sugieren una amplia gama de experimentación en las envolventes, además de una sintonía y concordancia con la función y utilidad. 

Uno de esos casos son las estaciones del sistema de transporte Metrobús de la capital mexicana, la expresión arquitectónica, lejos de brindar una experiencia diferente, ofrecen identificación del lugar, además son un “deleite”, como referiría Leland M. Roth. Las estaciones de transporte contemporáneas son reflejo del éxito de los procesos racionales en cuanto a materiales y procesos de construcción: eficiencia y rapidez en su ejecución, maneras de hacer “arquitectura” que desde la política pública se permite. Además de lo anterior podríamos agregar que lo social de la arquitectura no es compatible con lo social a nivel político, es decir no existe una correlación de la política con la arquitectura, por lo menos para mejorar e inclusive evaluar el impacto visual y de percepción de las formas.

El pasado reciente ha dejado algunas buenas estaciones de las cuales podemos decir actualmente, aun nos sorprenden cuando transitamos por ellas. Tal es el caso de las estaciones del Metro en San Lázaro y Merced de Félix Candela e Insurgentes de Pedro Ramírez Vázquez; sin embargo dichas expresiones son limitadas en cuanto al número de estaciones del Metro o Metrobús. El tren suburbano en su caso no hay nada que mencionar, salvo la plaza y edificio principal de Buenavista, a cargo de Jorge L. Medellín, recuperadas más a voluntad obligada de respetar la calidad de una época que las ambiciones por aprovechar e integrar un nuevo sistema de transporte con arquitectura.


Solo queda dejar abierto este espacio para que las otras voces que están apelando por lo mismo, se unan, y por las que no, esperamos reflexiones por una expresión formal en la arquitectura y manifiesten el significado de ser arquitectos, y en su caso, el oficio de proyectar y construir para la sociedad en toda su expresión.

Mayo, 2015.

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