Ciudad futura, un nuevo aeropuerto y un viejo problema. Por Diego Rescalvo Grajales

Históricamente, el territorio conocido como el Valle de México, tratándose de una cuenca cerrada, ha sufrido cambios importantes en su geografía. Uno de los más graves y penosos acontecimientos ha sido la gradual pérdida de los grandes cuerpos de agua que conformaban el lago de Texcoco ( Xaltocan, Zumpango, Chalco, Texcoco y Xochimilco). Ahora solo podemos localizar los restos fragmentados de lo que fue alguna vez, una concentración de agua tres veces mayor a la Bahía de Acapulco.

Dentro de su extensión convergían aguas dulces y saladas, y era generador de una riqueza agrícola única para las culturas precolombinas, extendiéndose al temprano periodo del Virreinato Español. La poca sensibilidad, comprensión  y adaptación al frágil pero eficiente equilibrio del urbanismo prehispánico,  detono en constantes inundaciones, que trajeron como consecuencia  la decisión de desecar gradualmente el lago para expandir el terreno firme, alterando las características geografías, topográficas y ambientales del lugar.

Estas secciones sobrevivientes del lago se localizan al sur-oriente de la Ciudad de México actual, en una de las zonas con mayor índice de depresión social y económica. En un periodo de 50 años las condiciones urbanísticas, de infraestructura y expansión demográfica han empeorado exponencialmente, debido a un pésimo manejo de los recursos naturales, a un crecimiento urbano descontrolado y a programas y políticas sectoriales de poco impacto para las necesidades cotidianas  de una ciudad, que concentra más de  8 millones de personas, con un área conurbada que rebasa los  20 millones de habitantes (INEGI). Dentro este contexto  el  panorama actual es incierto y las miras al  futuro son poco favorables para la megalópolis.

En los años 60s ya con una problemática cercana a la actual, el Dr. Nabor Carrillo trazo los primeros planes para la realización de un proyecto urbano-ambiental denominado: “Rescate de la Cuenca Hidrológica del Valle de México”, logrando salvar casi 1000 hectáreas de superficie lacustre, trayendo como beneficios una baja en los niveles de contaminación, además de la reducción en el número de inundaciones al oriente de la ciudad. Sin embargo no fue sino hasta la década de los noventa, que se comenzó a gestar un proyecto integral  que tenía como principal interés, la regeneración del Vaso del Lago de Texcoco, junto a  un ambicioso plan urbanístico que buscaba la integración de las actividades humanas al entorno, y su relación directa con el medio ambiente.

“Ciudad Futura”,  proyecto de los arquitectos: Teodoro González de León, Alberto Kalach, José Manuel Castillo Olea, y Gustavo Lipkau, planteado en 2002,  tenía como prioridad el equilibrio entre los componentes urbanos, vialidades, servicios, equipamientos y el paisaje natural, generando un verdadero sistema de metabolismo urbano-ecológico. Con esto se permitiría revitalizar la región oriente de la ciudad,  creando un nuevo polo de inversión y desarrollo, aprovechando su  favorable  ubicación para  conectarse  al norte y sur del país, sin la necesidad de cruzar por  el  Distrito Federal.

Uno de los componentes fundamentales del proyecto “Ciudad Futura” era la construcción de una nueva terminal aérea con un carácter y condiciones distintas a las  del proyecto que parece será el definitivo, presentado por el Gobierno Federal el pasado 7 de Septiembre, realizado por los arquitectos Norman Foster y Fernando Romero. Pese a que no queda duda de la calidad y talento del arquitecto británico, el proceso de organización y selección del concurso para dictaminar el proyecto ganador, genero dudas en la opinión pública,  debido a que este tipo de eventos nos hace mirar al pasado y recordar las viejas prácticas propias del régimen priista, cobijando intereses propios y de algunos particulares de gran poder económico. Mismos que se han decantado a la luz  de procesos corruptos y objetos arquitectónicos sexenales sin sentido.

En la presentación pública del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México se argumento, que se trata de una obra a la altura de las mejores del mundo, y que su construcción  generara miles de empleos, con una nueva infraestructura que traerá progreso y modernización a las zonas marginadas de la metrópoli. Todo un manifiesto, con el lenguaje idéntico al utilizado para justificar las recientes reformas aprobadas por el congreso.


Quizas, un proyecto urbanístico como Ciudad Futura sea económicamente una extravagancia y la propuesta sea poco rentable para los intereses de la iniciativa privada. Pero, ¿no significaría dar un paso hacia delante?, ¿no se transformaría en un logro que rompería el paradigma de hacer  ciudad?, ¿no tendría beneficios ecológicos y ambientales para una de las capitales más contaminadas del mundo?. Y finalmente, ¿no sería la oportunidad para millones de personas de tener una vida  digna?, nunca lo sabremos, pero siempre es válido que  personas dedicadas al diseño, aspiren a crear objetos que nos den la posibilidad de ser más libres, más democráticos y más justos, Ciudad Futura era una posibilidad.





Proyecto "Ciudad - Futura". Fuente:  http://www.kalach.com/


Septiembre, 2014.

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