Históricamente,
el territorio conocido como el Valle de México, tratándose de una cuenca
cerrada, ha sufrido cambios importantes en su geografía. Uno de los más graves
y penosos acontecimientos ha sido la gradual pérdida de los grandes cuerpos de
agua que conformaban el lago de Texcoco ( Xaltocan, Zumpango, Chalco, Texcoco y
Xochimilco). Ahora solo podemos localizar los restos fragmentados de lo que fue
alguna vez, una concentración de agua tres veces mayor a la Bahía de Acapulco.
Dentro
de su extensión convergían aguas dulces y saladas, y era generador de una
riqueza agrícola única para las culturas precolombinas, extendiéndose al
temprano periodo del Virreinato Español. La poca sensibilidad, comprensión y adaptación al frágil pero eficiente equilibrio
del urbanismo prehispánico, detono en constantes
inundaciones, que trajeron como consecuencia
la decisión de desecar gradualmente el lago para expandir el terreno
firme, alterando las características geografías, topográficas y ambientales del
lugar.
Estas
secciones sobrevivientes del lago se localizan al sur-oriente de la Ciudad de México
actual, en una de las zonas con mayor índice de depresión social y económica. En
un periodo de 50 años las condiciones urbanísticas, de infraestructura y
expansión demográfica han empeorado exponencialmente, debido a un pésimo manejo
de los recursos naturales, a un crecimiento urbano descontrolado y a programas
y políticas sectoriales de poco impacto para las necesidades cotidianas de una ciudad, que concentra más de 8 millones de personas, con un área conurbada
que rebasa los 20 millones de habitantes
(INEGI). Dentro este contexto el panorama actual es incierto y las miras al futuro son poco favorables para la
megalópolis.
En
los años 60s ya con una problemática cercana a la actual, el Dr. Nabor Carrillo
trazo los primeros planes para la realización de un proyecto urbano-ambiental
denominado: “Rescate de la Cuenca Hidrológica del Valle de México”, logrando
salvar casi 1000 hectáreas de superficie lacustre, trayendo como beneficios una
baja en los niveles de contaminación, además de la reducción en el número de
inundaciones al oriente de la ciudad. Sin embargo no fue sino hasta la década
de los noventa, que se comenzó a gestar un proyecto integral que tenía como principal interés, la
regeneración del Vaso del Lago de Texcoco, junto a un ambicioso plan urbanístico que buscaba la
integración de las actividades humanas al entorno, y su relación directa con el
medio ambiente.
“Ciudad
Futura”, proyecto de los arquitectos: Teodoro González de León, Alberto
Kalach, José Manuel Castillo Olea, y Gustavo Lipkau, planteado en 2002, tenía como prioridad el equilibrio entre los
componentes urbanos, vialidades, servicios, equipamientos y el paisaje natural,
generando un verdadero sistema de metabolismo urbano-ecológico. Con esto se permitiría
revitalizar la región oriente de la ciudad,
creando un nuevo polo de inversión y desarrollo, aprovechando su favorable ubicación para
conectarse al norte y sur del
país, sin la necesidad de cruzar por el Distrito
Federal.
Uno
de los componentes fundamentales del proyecto “Ciudad Futura” era la
construcción de una nueva terminal aérea con un carácter y condiciones
distintas a las del proyecto que parece
será el definitivo, presentado por el Gobierno Federal el pasado 7 de
Septiembre, realizado por los arquitectos Norman Foster y Fernando Romero. Pese
a que no queda duda de la calidad y talento del arquitecto británico, el
proceso de organización y selección del concurso para dictaminar el proyecto
ganador, genero dudas en la opinión pública, debido a que este tipo de eventos nos hace
mirar al pasado y recordar las viejas prácticas propias del régimen priista,
cobijando intereses propios y de algunos particulares de gran poder económico. Mismos
que se han decantado a la luz de
procesos corruptos y objetos arquitectónicos sexenales sin sentido.
En
la presentación pública del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México se
argumento, que se trata de una obra a la altura de las mejores del mundo, y que
su construcción generara miles de
empleos, con una nueva infraestructura que traerá progreso y modernización a
las zonas marginadas de la metrópoli. Todo un manifiesto, con el lenguaje
idéntico al utilizado para justificar las recientes reformas aprobadas por el congreso.
Quizas,
un proyecto urbanístico como Ciudad Futura sea económicamente una extravagancia
y la propuesta sea poco rentable para los intereses de la iniciativa privada.
Pero, ¿no significaría dar un paso hacia delante?, ¿no se transformaría en un
logro que rompería el paradigma de hacer
ciudad?, ¿no tendría beneficios ecológicos y ambientales para una de las
capitales más contaminadas del mundo?. Y finalmente, ¿no sería la oportunidad
para millones de personas de tener una vida
digna?, nunca lo sabremos, pero siempre es válido que personas dedicadas al diseño, aspiren a crear
objetos que nos den la posibilidad de ser más libres, más democráticos y más
justos, Ciudad Futura era una posibilidad.
Proyecto "Ciudad - Futura". Fuente: http://www.kalach.com/
Septiembre, 2014.
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