Arquifarsa, espectáculo sobre la vida de los
estudiantes y profesores de arquitectura en su escuela, surgió en 1982 en
Culiacán, Sinaloa cuando era profesor de teoría e historia en la entonces
Carrera de Arquitectura, dentro de la Escuela de Ingeniería de la Universidad
Autónoma de Sinaloa. El objetivo fue representar a través de diversas escenas
con expresión corporal, danza y breves diálogos, las características
situaciones de una escuela de arquitectura; la primera clase, las revisiones y
entregas de diseño, las desveladas, hasta la graduación y salida a la vida
real. De entonces y hasta 1987, la obra se montó intermitentemente, ya sea
porque era invitada a un evento universitario o incluso para una gira por
diversas escuelas de arquitectura del país. Salvo la función del estreno, el
resto de presentaciones ya tuvo la aportación artística del bailarín y
coreógrafo Héctor Chávez Fierro, responsable desde aquellos años y hasta la
fecha, de las propuestas de danza contemporánea en la capital sinaloense.
La intención también de esa experiencia entre
arquitectura y teatro, más allá del divertimento y las limitaciones de no ser
actores, ni bailarines o directores, era explorar esos lenguajes artísticos y
el tono de farsa, para hacer una crítica a ciertas prácticas pedagógicas
tradicionales que en aquellos años todavía eran comunes, o incluso la apatía de
ciertos estudiantes. El autoritarismo de ciertos profesores y la simulación de
los alumnos fueron parte de algunas escenas de la obra, que además de provocar
la risa, se pudiera invitar a la reflexión sobre la práctica docente de la
arquitectura.
En 1988 me mudaría a la Ciudad de México, y la
experiencia de Arquifarsa parecía que había quedado en el pasado como una
aventura juvenil, sin embargo en este 2014, el intercambio de inquietudes sobre
la danza con mi alumno de la UAM-X, Mario Mendoza, me llevo a considerar su
reposición. Y fue así como en abril iniciamos los ensayos, estrenando con dos
funciones el 10 de junio en las mismas instalaciones de la universidad y con
dos más en julio al cerrar el trimestre lectivo. La pregunta sería, ¿por qué
reponer una obra situada en los años 80 del siglo pasado sobre la experiencia
académica de la arquitectura?, en primera instancia, simplemente por la
reacción entusiasta de Mario y Fernanda
Díaz, otra estudiante, ante la posibilidad de montarla en la UAM y con sus
compañeros de grupo, próximos a egresar. Pero también, por la oportunidad de
retomar una actividad extra curricular que permitió salir de las dinámicas de
clases, entregas y exámenes, para explorar otras más lúdicas pero también de
posible reflexión.
Parecería que la enseñanza tradicional, donde
el profesor dice la última palabra, y los alumnos simplemente le dan gusto para
pasar, es cosa del pasado, sin embargo reconociendo avances en ese sentido en
la últimas décadas, considero no está de más volver a poner en la mesa esa
realidad, simplemente para preguntarnos donde estamos parados respecto a eso.
De tal suerte, el libreto de Arquifarsa se respetó en lo general, y solo se
hicieron adaptaciones mínimas en parte de la música y referentes próximos a la
realidad “uamera”.
La respuesta fue muy positiva, auditorios
llenos y comentarios varios, tanto de profesores y alumnos, sobre la
importancia de una actividad como esta, que los sacaba de su cotidianidad y les
permitía, entre risas y reflexión, preguntarse, ¿qué quieren en su escuela como
espacio de aprendizaje y conocimiento, pero también el que les permite crecer
como personas? Una gran pregunta que Arquifarsa no responde por cierto, pero
que por lo menos de manera divertida, invita a discutirlo.
Escenas de la presentación de Arquifarsa, 10 de Junio de 2014, auditorio Vicente Guerrero, UAM-X.
Fuente: Dolores Arizmendi.
Agosto 2014.
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