Antes
que nada, quiero dejar en claro que me resulta extremadamente difícil cumplir
con la solicitud de Alejandro Ochoa: escribir sobre el arquitecto Carlos
Mijares. Esto por varias razones, entre ellas el tener el enorme privilegio de
contar con su amistad y por ello tener el riesgo de caer en el sentimentalismo.
El haber iniciado y participado con él en proyectos como Menhir hace ya más de 20 años y conocer de su gran interés por la
difusión de la arquitectura, además por la gran cantidad de publicaciones
realizadas acerca de su obra, la más reciente en Artes de México, así como los textos, libros y documentos
realizados por él sobre la teoría y el oficio de la arquitectura, lo cual me
deja poco que decir.
Es
por ello que se me ocurre contar fragmentos que recuerdo compartiendo momentos
que me hicieron pensar: -¡¡¡este es un bato chingón!!!- (para aquellos que no
están familiarizados con este adjetivo, significa, según el diccionario de la
Real Academia Española de mi IPhone De
muy buena calidad o factura).
Arq.
Carlos Mijares Bracho Fuente: Eduardo Basurto Salazar
En
los noventa, en el ISAD (Instituto Superior de Arquitectura y Diseño A.C., en
la ciudad de Chihuahua), a raíz de un seminario sobre el aprendizaje y la
enseñanza de la arquitectura, invitamos a Carlos a participar como ponente y
asesor sobre el tema. A lo largo de una semana, se realizó el seminario, Carlos
presentó su ponencia y conversó con estudiantes y profesores. Al final se
organizó, a manera de clausura, una comida en Santa Eulalia con viandas y
brebajes típicos del norte (ergo: carne asada y barril(es) de cerveza) con
todos los participantes; estudiantes, profesores,
demás asesores y ponentes (entre ellos Macario Aguirre, el Vico y Mario Macalpin).
Durante
la comida, en torno a una larga mesa con todos los asistentes, se suscitó un
acontecimiento (catarsis diría) a raíz de una pregunta que una de las
estudiantes le hizo a Carlos. La pregunta, si mal no recuerdo, giraba en torno
a lo que significaba ser arquitecto y hacer arquitectura. De manera improvisada
Carlos respondió, modestamente como lo suele hacer, pero como si tuviera el
texto debidamente redactado en una pantalla frente a él. Puso el acento en las
frases significativas, las palabras, las sílabas y las letras precisas, cada
una en su lugar y con el tono correspondiente, tejiendo con ello un discurso,
el cual dio como resultado que al final de su exposición, todo el mundo se
levantara de su asiento, y en silencio, sin aplaudir, se tomaran de la mano
para expresar profundamente su agradecimiento y expresar un momento de
aprendizaje.
Arq.
Carlos Mijares Bracho Fuente: Eduardo Basurto Salazar
Ahí
comprendí que su discurso, expresaba (y expresa) no sólo una manera de hablar
de arquitectura y concebir el oficio del arquitecto, sino de materializarlo
como sólo él lo sabe hacer. Con ello aprendí, que la manera en que construye un
discurso, verbal o textual, guarda una íntima correspondencia con la forma de
pensar el diseñar y construir. Como en su discurso frente a los estudiantes,
pone el acento en el detalle, como colocar un tabique encima de otro (las letras),
para construir una bóveda, un arco o un dintel (las frases), imprimiendo una
gramática precisa, para expresar una retórica, entendida esta, como el arte de
dar eficacia y significado al lenguaje de su obra (el discurso).
En
otra ocasión, en un convivio en la tarde en el patio de su casa de Coyoacán, al
final de una comida, de esas que te dejan con ganas de…más (una de mis
afinidades con el Maestro, lo sibarita) nos ofreció un café endiablado (mezcla de diversas hierbas con un café cargado).
Maestro, le pregunto, qué es eso?, me respondió, eso no es, se siente, te
introduce un calorcito que sube, sube y sube... Produce un estado de ánimo
lúdico. Después de beber una taza te provoca una euforia difícil de contener,
sobretodo con respecto al sexo opuesto (otra de nuestras afinidades).
Arq.
Carlos Mijares Bracho Fuente: Eduardo Basurto Salazar
Ahí
comprendí y confirmé, este es un bato chingón.
Febrero, 2014
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