Gracias SDB. Por Francisco H. Alfaro Salazar

Salvador Díaz-Berrio en la Escuela Nacional de Restauración  Fuente: http://www.excelsior.com.mx/

Se ha ido Salvador Díaz Berrio Fernández (en mi cabeza siempre fue SDB, quizá por su firma) y podemos recordarlo como maestro de generaciones de conservadores y restauradores de bienes inmuebles, en tantas instituciones como la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía del INAH desde los tiempos del Centro Latinoamericano de Conservación UNESCO en Churubusco. También su colaboración fundadora de la especialidad en facultades de Arquitectura como la Universidad de Guanajuato, la UNAM, la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, la Universidad Autónoma de Colima, sin dejar de reconocer su paso por nuestra Universidad Autónoma Metropolitana.

Los documentos dicen que nació en 1940, pero él pareciera venir de otros tiempos, de todos ellos, materializados ahora. Su saber estaba en él y en lo que siempre quiso hacer: estudiar, enseñar, reflexionar, proponer, escribir y transmitir su conocimiento. Las historias personales y profesionales que pudo tocar están en el pensamiento y la voz de todos aquellos que tuvieron, que tuvimos, la posibilidad de compartir un aula, una oficina, una parte del territorio recorrido. SDB fue pionero en muchos campos y generador de proyectos académicos que le dieron sentido al estudio y formación de especialistas en la Conservación del Patrimonio Cultural.

Conocí a SDB a través de un texto que fue llevado a las aulas universitarias de la UAM, a fines de los setentas, por Rodolfo Santa María, bajo el título Conservación de monumentos y zonas monumentales, de aquella colección conocida como SEPSetentas. Esa fue una primera aproximación a un autor que se desplazaba entre el análisis y la reflexión y cuya estructura teórica lo volvía un texto de referencia para la comprensión del Patrimonio Cultural y el valor social, histórico y material de éste. Y de ahí a entender a la conservación como un acto para comprender al legado material del pasado y su valor como contenedor de presente y futuro.

Pasaron cerca de 10 años desde aquel contacto bibliográfico para conocer personalmente a SDB. El lugar de encuentro fue, necesariamente, un recinto académico. Aún recuerdo los primeros días de septiembre de 1989 cuando inicie los trámites para inscribirme a la Maestría en Arquitectura con Especialidad en Restauración de Monumentos. A partir de aquel momento hubo un contacto amable, cordial que podría entender como afectuoso. Después del ciclo completo de estudios de la Maestría, el arquitecto Díaz-Berrio(como yo lo llamaba)me invitó a colaborar con él en el Ex-convento de Churubusco, tanto en actividades de docencia en la Maestría, como en otros temas. Recuerdo especialmente mi experiencia en la elaboración de expedientes para la inclusión de sitios mexicanos en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO, desde el documento de 1990 (Morelia) hasta el de 1998 (la zona Arqueológica de Xochicalco). A lo largo de esos años tuve el privilegio de colaborar con él en la ENCRyM, en su trabajo del INAH-CONALMEX, así como ser partícipe de las primeras andanzas de la Maestría en Restauración de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca. Los proyectos con la UNESCO también estuvieron presentes, y gracias a su apoyo fue posible mi asistencia, en 1995, al curso de especialización en conservación arquitectónica en el ICCROM, en Roma. En 1998 me tocó ver y ser copartícipe de su alejamiento del INAH y la ENCRyM, así como su llegada a la UAM Xochimilco en 1999, gracias a lo cual seguimos colaborando y encontrándonos, aunque cada vez más esporádicamente.

Aún recuerdo con plenitud esa labor exhaustiva, extenuante, demandante que significó colaborar con él. Y de aquellos años guardo el rigor en la investigación, la docencia y el trabajo académico sostenido. El legado recibido por parte de SDB creó escuela en tantas generaciones, en muchos de nosotros formados dentro del ámbito del patrimonio cultural edificado y su conservación y restauración como un medio para mantenerlo presente. Los que tuvimos la oportunidad de convivir con el maestro, hoy podemos sentirnos tristes y afectados por su partida, pero también agradecidos por haber estado cerca para constatar la congruencia de su vida como docente y formador de especialistas… y de seres humanos.

Gracias SDB

Octubre, 2013

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