Para un
arquitecto que tenga oportunidad de viajar a Estados Unidos o Europa, sin
descartar otros destinos más lejanos y exóticos a la cultura occidental, tendrá
múltiples ejemplos y obras de donde aprender. Desde las paradigmáticas que
aparecen en todos los libros de historia o guías de arquitectura, realizadas
por autores famosos, hasta otras que se suman a un paisaje sin protagonismo
individual, pero que tanto contribuyen en los tejidos de las ciudades. Obras
anónimas sumadas a barrios tradicionales o sectores urbanos no centralizados.
En ese sentido, la ciudad de Chicago, en el Estado Illinois, al norte de
Estados Unidos, en la zona baja del Lago Michigan, ofrece innumerables
oportunidades para un arquitecto que quiere acercarse a la obra de sus maestros
admirados, o abrirse a no pocas sorpresas de casos menos conocidos.
Edificios federales, Mies Van Der Rohe Fuente: Alejandro Ochoa Vega
Una instancia de
gran ayuda, es la Fundación de Arquitectura de Chicago, que prácticamente todos
los días de la semana y el año, tienen una variedad extensa de recorridos o
“tours”, ya sea caminando, en autobús o en barco, para ver los edificios
insignes de la Escuela de Chicago, o el Art Déco en vestíbulos de edificios de
los años veinte y treinta del siglo pasado. Pero también al primer Frank Lloyd
Wright con su casa y estudio, la famosísima Robie House, o el United Temple, y
no se diga al Mies Van Der Rohe americano, en su conjunto del Instituto
Tecnológico de Illinois, o los edificios federales del centro de la ciudad, sin
olvidar las torres de vivienda en Lake Shore Drive o la casa Farnsworth. Los
hay también para apreciar obra más contemporánea, como el Millennium Park, con
la inconfundible cubierta del auditorio de Frank Ghery. Más allá de este apoyo
para acceder a diversas obras de interés, Chicago es también un lugar para
caminar, por todo el “Loop” de aquella ciudad que se levanto en altura, después
del incendio de 1871, por sus hermosos parques y museos bordeando el lago que
parece mar. También, moverse hacia otros barrios y zonas más lejanas, a través
de un sistema de trenes y metro muy eficiente, y que incluso mantiene varias
líneas elevadas, ideales para tener una perspectiva más dinámica y amplia de la
ciudad.
Parque Millennium, Frank Ghery Fuente: Alejandro Ochoa Vega
La ciudad pionera
de los rascacielos desde el siglo XIX, no podía no tener edificios miradores,
como son la Willis Tower (antes Torre Sears) o el John Hancock Center, donde la
vista de la ciudad es impresionante, además según la hora, ideal para los
atardeceres. Cabe decir que entre los museos, el más completo es del Instituto
de Arte de Chicago, con una colección importante de obras impresionistas, y
donde también se puede apreciar un ala nueva realizada por Renzo Piano.
Inserción por demás acertada, con aquellas estructuras ligeras de metal, una
geometría sobria, en diálogo con el viejo edificio neoclásico del museo
original.
Auditorum, Adler y Sullivan Fuente: Alejandro Ochoa Vega
En suma, una ciudad que se disfruta por su escala caminable, eficiente transporte público, hermosos parques, gente amable, buenos restaurantes y una arquitectura de gran calidad. La de los grandes maestros de la Escuela de Chicago del siglo XIX, del Movimiento Moderno y Orgánico del XX, y hasta alguna expresión de interés del posmoderno del XXI. Una verdadera lección de arquitectura, urbanismo y cultura contemporánea, para no perderse.
Casa Farnsworth, Mies Van Der Rohe Fuente: Alejandro Ochoa Vega
Septiembre, 2013
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