En el año 2001, durante el periodo de
Gobierno de la ciudad por Andrés Manuel López Obrador, se decreto el que inmediatamente se llamó
“Bando Dos”. La intención era detener el crecimiento en las Delegaciones de la
periferia del Distrito Federal y al mismo tiempo recuperar pobladores en la Delegaciones
Centrales: Miguel Hidalgo, Venustiano Carranza, Benito Juárez y Cuauhtémoc. Uno
de sus propósitos era incrementar la densidad de construcción en estas
delegaciones centrales aprovechando le existencia de infraestructura,
equipamiento, servicios y demás facilidades que en ese momento se consideró que
poseía esta parte de la ciudad. Esta política planeaba dar facilidades para la
construcción de vivienda de bajo costo tratando de evitar que las familias con
escasos recursos tuvieran que ir a poblar de manera precaria áreas de suelo de
conservación. En el programa estarían incorporados los diversos organismos
responsables de la edificación, financiamiento y gestión de este tipo de
vivienda.
Como ya puede observarse ahora, muchas
de estas buenas intenciones no se concretaron. Dichos organismos no se plegaron
al plan y mantuvieron las facilidades crediticias para los desarrolladores de
vivienda que encontraron una mina de oro en el proceso de compra de suelo en
los municipios del Estado de México e Hidalgo, de muy bajo precio, ejidal en
sus orígenes, para edificar a una muy baja densidad y vender a sujetos de
crédito de los organismos oficiales federales. Por supuesto sin dotar de
equipamiento ni servicios a estas nuevos conjuntos habitacionales.
Y por otra parte, al iniciarse el
programa de construcción de vivienda en las delegaciones centrales se produjo
un inmediato incremento del valor del suelo por la especulación generada, que
llevó a que la vivienda ofrecida estaría al alcance solamente de familias de
ingresos medios a tasas de interés bancario inaccesibles para los pobres de la
ciudad. A lo que hay que agregar que los servicios han ido resultando insuficientes
para esta nueva demanda, faltando sobre todo agua potable en todas las zonas. Y
produciendo además, una saturación de las calles por el repentino incremento
del parque automotriz.
Nuevos edificios en la colonia Álamos.
Foto: cortesía de José Ángel Campos Salgado
El programa de incremento de la
densidad de construcción de vivienda es necesario de sostener en nuestra
ciudad. El promedio actual en este rubro es muy bajo: 57 viviendas por
hectárea, cuando en ciudades similares a la nuestra como Santiago de Chile
tienen el doble: 150 viviendas por hectárea. Sao Paolo, que tiene una población
muy cercana a la del D.F: tiene una densidad promedio de 200 viviendas por
hectárea. Y no se diga otras del mundo desarrollado: Madrid tiene un promedio
de 300 viviendas por hectárea y Tokio, 1000 V/Ha. Y más aun, en algunas de
ciudades chinas.
Está de moda ahora
hablar de la ciudad compacta y en efecto, sus beneficios son indudables sin
embargo hay que superar otros enormes retos. Nuestra ciudad sigue siendo
inmensamente inequitativa. No son iguales las acciones vivienda en altura en
las diversas colonias que poco a poco se transforman bajo este programa. Unas
de precio medio se construyen en la colonia Álamos o en Portales y otras en la
Anzures y Polanco que se promueven como exclusivas para un sector. Y por
supuesto, dentro de esta exclusividad hay también sus diferencias. No es igual una
vivienda en las áreas nuevas de Santa Fe que en Parque Polanco, donde se
recicla el suelo que antes estaba dedicado a industria.
Y a todo ello hay que agregar un
aspecto de esta arquitectura que no entiende la condición urbana de su entorno.
Este contexto tradicional está conformado por calles que obedecen a un trazado
ortogonal y que a lo largo de su proceso de consolidación como área urbana han
incorporado los diversos servicios comunitarios que los pobladores van
requiriendo. Esto se puede lograr por la relación íntima que guardan las
viviendas con el espacio público. Existe un contacto inmediato entre la planta
baja de las construcciones y el área de las banquetas que facilita la
interconexión entre los espacios de la edificaciones y la calle.
Nuevos edificios en la colonia Álamos.
Foto: cortesía de José Ángel Campos Salgado
En los nuevos proyectos de vivienda
esto se anula, pues la planta baja es ciega y sólo tiene una puerta peatonal y las
puertas para los autos que se estacionaran en semisótanos, en la mayoría de los
casos. Esto va a negar la calle y aniquilará en breve tiempo la vida social de
la comunidad que ahí vive. Ojalá los arquitectos comprendan estas condiciones y
defiendan frente a los desarrolladores y especuladores urbanos la vida
comunitaria, pues esta es la parte fundamental de la verdadera ciudadanía que será
la encargada de construir un mejor futuro para las nuevas generaciones.
Marzo de 2013.
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