El tiempo perdido de la arquitectura. Por Fernando Minaya



La arquitectura responde a valores sociales, políticos, económicos y arquitectónicos, entre otros, con ellos se pone a prueba la calidad y pericia del arquitecto. El tiempo de la arquitectura responde a condiciones apremiantes de cada época, así como en su momento las escuelas, edificios administrativos públicos, cines, aeropuertos o  viviendas experimentan a través de su uso, la lógica en la que fueron construidos y su relevancia para la sociedad.

En el presente ensayo aborda la problemática del Centro de Atención Compensatoria para Invidentes y Débiles Visuales del Distrito Federal diseñada por el arquitecto Mauricio Rocha. A través de la sección de proyectos especiales del Gobierno del Distrito Federal, el proyecto fue adjudicado por invitación. Dentro del proceso proyectual se contó con la participación de la Organización Nacional de Ciegos Españoles en cuanto a la asesoría de los espacios necesarios y condiciones idóneas para los ciegos, aprovechando la experiencia de 60 años de la organización. El centro está compuesto por dos etapas de desarrollo: la primera incluyó la construcción de administración, talleres, tifloteca y biblioteca; en la segunda parte los servicios. La ubicación del proyecto de gran importancia, ya que se dispuso dentro de la delegación Iztapalapa, colindando con el municipio de Netzahualcóyotl, nodo focal de marginación y pobreza urbana. El terreno fue de disputa por varios años y de invasiones ilegales, hasta que se planteó el Centro, el cual pretendía rescatar la zona al proponer un conjunto de desarrollo social para los discapacitados.

La ejecución fue encargada al Grupo Quart, empresa acusada en 2001 por diversos fraudes en materia de obra pública de la capital desde 1999, durante la administración de Rosario Robles como Jefa de Gobierno del D.F. Debido a estos  escándalos políticos y económicos todas las obras encargadas a dicha constructora fueron frenadas, entre ellas el centro de invidentes en 2001 con un avance del 95%, con el objetivo de realizar una exhaustiva auditoria para detectar el uso indebido de los recursos públicos. El resultado fue que la Contraloría General del DF canceló los contratos, por poco más de 57 millones de pesos, ya que “no se apegó a los estándares de material y calidad que señalaba el proyecto original por considerar que estaba en riesgo”. En consecuencia, la obra no se terminó en su totalidad, aunque lo elementos restantes eran menores y la inauguración pudo llevarse a cabo, sin embargo quedo en suspenso. En la jefatura de Andrés Manual López Obrador la obra fue totalmente abandonada, con lo cual grupos de invasores se apropiaron del inmueble para uso habitacional, despojándolo y deteriorando las instalaciones por siete años.

En 2010, el centro fue rescatado, y posteriormente donado al Instituto Tecnológico de Iztapalapa, adscrito a la SEP, institución dedicada a formar profesionales técnicos. Ahora levanta la voz la administración de la delegación y aseguran que no hubo otra alternativa, lo apremiante fue considerar las escasas instalaciones educativas, por ello  imperó dicha decisión en detrimento de los invidentes y la propuesta original del arquitecto Rocha. Son varios puntos a considerar, en principio el proyecto se ensombreció con los fraudes y después por el uso inadecuado de las instalaciones, hasta llegar a su deterioro físico y puesta en uso alterando su objetivo de origen. La Medalla de Plata que ganó este conjunto en la Séptima Bienal de Arquitectura, o la mención en diversos medios de comunicación internacionales como algo peculiar y sobresaliente en la Revista Praxis o Domus quedaron solo en evocación de los que pudo ser. El tiempo no logro cristalizar la idea del centro de Invidentes, la arquitectura pareciera que perdió en este caso. Y así como afirma el autor de la obra “Es una pena que los débiles visuales no lo hayan tenido a su alcance”, y lo que destaque es el revés social que el Estado aplicó a la sociedad y ciudad al alejarse de conceptos básicos como la equidad entre grupos, acceso para todos a la educación y la gran perdedora, la buena arquitectura con propuesta e innovación en un país limitado de ello.

Febrero, 2011

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