Pablo O’Higgins es un artista de amplio reconocimiento. Sin embargo el trabajo que realizó en el Mercado Abelardo Rodríguez hoy parece perdido en el tiempo y el espacio de nuestra ciudad. Este mercado está en un área de la ciudad de México que testimonia la segregación que siempre ha estado en sus entrañas desde la época de la Conquista: el barrio de San Sebastián Atzacoalco.
En esta zona se construyeron, en 1573, el “Xalcateopan”, especie de pequeña capilla que estaba cubierta con zacate (de ahí su nombre); en 1586, el Colegio de San Gregorio, internado para los hijos de los indios llamados “principales” y en el siglo XVII, el Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo que se mantuvo activo hasta 1776, cuando la orden jesuita fue expulsada de la Nueva España. El conjunto de edificaciones fue llenando poco a poco las áreas disponibles hasta cerrar el trazo de algunas de las calles de alrededor.
Es hasta 1933, cuando se propone una ordenación de la ciudad bajo el Plan de Carlos Contreras, que aparece el proyecto de apertura de la calle de Venezuela para lograr su integración al Boulevard de Circunvalación Interior. Así, se demuelen algunas de las construcciones de conjunto jesuita, quedando un área disponible donde se proyecta el nuevo mercado por Antonio Muñoz. El propósito era albergar a los vendedores ambulantes que estaban saturando las calles de alrededor. Es un conjunto de tres edificios que suman más de 14,000 metros cuadrados. El programa incluye tres mercados, una guardería, una biblioteca, locales de administración y un teatro; un Centro Cívico que conjugará trabajo, educación y cultura. Era un espacio múltiple con varias puertas hacia cada una de sus calles, que permanecían abiertas. Esta condición es la que inspiró la realización de murales que todo mundo vería al cruzar por los espacios de este conjunto.
El proyecto se le encargó a Diego Rivera quien declinó a favor de discípulos suyos, para cubrir más de 1,500 metros cuadrados. Los invitados fueron los miembros de la LEAR (Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios). Los que realizó Pablo O’Higgins se encuentran en los muros y bóvedas del antiguo claustro. En esta condición O’Higgins aprovecha cada parte, por pequeña que sea, para pintar sus mensajes. Los murales alcanzan una expresión propia a pesar de que O’Higgins poco tiempo atrás colaboró con Diego Rivera en los murales de Chapingo y de la Secretaria de Educación Pública.
Su lenguaje se expresa con toda libertad y supera el tema que se había propuesto, que era: “México y sus alimentos”. Por lo contrario, declara en sus pinturas, con toda energía, que los problemas de México están más allá de la producción de alimentos, denunciando la explotación, el acaparamiento, la usura, la corrupción y tantos otros males que hunden al pueblo en la miseria. Un pueblo que a pesar de esas opresiones mantiene su fuerza, su orgullo y su dignidad y que O’Higgins pinta sin metáforas o exaltaciones; en el trabajo, en la lucha, en la construcción y la educación. Su trabajo tiene la fuerza de la obra de José Clemente Orozco y el dominio de la composición de Diego pero sintetizando para ganar impacto. Este contenido está logrado por la fidelidad de su trazo. Muchas son las hojas de cuaderno que llenó O’Higgins dibujando a los mexicanos que se han llamado “del pueblo”, y que hacía en sus recorridos por el país. Es a partir de este ejercicio que el artista plasma con fidelidad las condiciones de ese pueblo. Y la calidad que alcanzan los murales de O’Higgins es la que sigue ganando admiración y que lleva a renovar la lucha por preservar ese legado.
A partir de los años cincuenta hubo un descenso en la actividad del mercado. Así, el entorno sufre una nueva invasión de ambulantes. Por esto, se fueron cerrando los accesos y las comunicaciones entre los espacios del mercado. El claustro hoy está casi aislado haciendo inútil la estancia en él, a no ser que se vaya expresamente a contemplar los murales de O’Higgins. En los últimos años algo se ha hecho para proteger la obra mural aunque parte ya se han perdido por la incuria y el abandono. Sin embargo, una buena condición actual es favorable: pasa por la calle de Venezuela una nueva ruta del Metrobús, lo que llevó a limpiar este tramo de ambulantes, a remodelar y ampliar sus banquetas.
Como se dijo, aquello que está plasmado en los murales, y con gran decisión en el trabajo de O’Higgins, es un conjunto problemas que siguen presentes en nuestro país. Así, voltear la mirada a esta denuncia es recargar energía frente a la situación actual, recuperar la visión de un país que debe volver a ser lo que prometió hasta la primera mitad del siglo pasado. Las raíces culturales, la dignidad y la fuerza de ese México que O’Higgins y sus compañeros plasmaron son la base de lo que está por reencontrar y por reconstruir para un futuro mejor de las nuevas generaciones de jóvenes que así hoy lo empiezan a exigir.
Junio, 2012.
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