Al norte de Grecia, en la ciudad portuaria de Tesalónica, se sitúa uno de los museos premiados por el Consejo Europeo (Council of Europe Museum Prize). Desde 1977, esta organización internacional que pretende integrar cultural, social y políticamente a los países de Europa, ha distinguido anualmente a este tipo de espacios. El premio atribuido por la Comisión de la Cultura y la Educación del Parlamento Europeo destaca la contribución de la institución museística en la comprensión de la diversidad Europea y del país que representa.
En el 2005, el Museo de Arte Bizantino, obra del arquitecto griego Kyriakos Krokos (1941-1998), perteneciente a la generación de los sesenta de la Escuela de Atenas, fue reconocido por su conjunto de elementos arquitectónicos y educativos. La distinción fue otorgada entonces a Grecia por primera vez en la historia del premio.
La arquitectura griega del siglo XX no es del todo desconocida para el público especializado: La poesía abstracta y el folklore griego, reflejados en la obra de Dimitro Pikionis (1887-1968), así como el Modernismo de Aris Konstantinidis (1913-1993) inspiraron a la generación de arquitectos de la segunda mitad del siglo XX, de Grecia y el mundo. Le siguieron el refinamiento tecnológico de Takis Ch. Zenetos (1926-1977), la evocación LeCorbusiana de Liapis (1922-1992) y Scroubelos (1921-), la consciencia musical de Iannis Xenakis (1921-2001), el minimalismo caluroso y sensual de Nikos Valsamakis (1925-), el regionalismo crítico de Dimitri (1933-) y Suzanna (1935-) Antonakakis. Estos tres últimos, junto con Alexandros Tombazis (1939-), expusieron sus respectivos trabajos en la Bienal de Venecia de 1991.
Es en 1977 cuando Krokos ganó el primer lugar del concurso para el diseño del nuevo museo. El edificio no fue construido sino hasta 1989 con financiamiento estatal. El uso de elementos modernos conjugados al lenguaje griego y bizantino han hecho del Museo la obra más representativa del arquitecto. Esta concluyó en 1993 y se le considera hoy como uno de los proyectos públicos más logrados del siglo XX en Grecia. Krokos representó a su país en la Tercera Bienal de Arquitectura del Centro Pompidou, en París, en 1990 y en la Bienal de Venecia de 1996.
En el 2000, dos años después del fallecimiento prematuro del arquitecto, el Museo de Arte Byzantino recibió una mención especial por parte del Instituto Helénico de Arquitectura y el Ministerio de la Cultura lo declaró monumento nacional y obra de arte.
La Ciudad de Tesalónica, fundada por el Rey Casandro de Macedonia en el siglo III A.C, lleva el nombre de su amada esposa, quien fuese también hermana de Alejandro Magno. Desde su origen, Thessaloniki tuvo una traza urbana clara y definida: Su amplia avenida Egnatîa, actual arteria principal, unía entonces al Oriente con el Occidente, a Roma con Constantinopla. Es por una de las avenidas paralelas a Via Egnatîa que se accede al Museo de Arte Bizantino.
El Museo cuenta con 11 500 metros cuadrados, de los cuales 3000 albergan la rica colección permanente a lo largo de diez salas (cuya museografîa es excelente). Posee laboratorios de conservación, reservas, un anfiteatro, un café restaurante y un ala menor de 300 metros cuadrados para exposiciones temporales.
Los patios, las circulaciones y los jardines ocupan el resto de la superficie: el sentimiento de libertad de los movimiento y los sentidos que Krokos deseaba transmitir a través de esta obra, se percibe gracias a la maestría de la composición espacial. “Quería evitar la coerción que se siente en un museo cuando uno se ve obligado a contemplar muchas obras en un orden específico, dijo el arquitecto en 1989. Uno siempre recuerda la emoción de visitar una pequeña iglesia de pueblo pero, con frecuencia, olvidamos lo que hemos visto en un museo”.
Cabe destacar la fineza de los acabados: una cimbra impecable otorgó un estriado limpio al concreto, tanto de columnas de base cuadrada, como de capiteles cónicos y de plafones exteriores. El tabique rojo clásico, el tabique de vidrio cuadrado y el concreto colado determinan la identidad visual de un edificio generoso en recorridos y detalles. Krokos poseía un sentido pictórico determinante en su obra y la percepción del volumen propia a un escultor: cualidades que eran capaces de transformar un edificio banal en una realidad excepcional.
Del penúltimo proyecto de su vida, recordaremos los masivos volúmenes al sol, los recorridos depurados a la sombra de una serie de columnas o de un pasillo hundido en la penumbra de dinámicas formas geométricas. Recordaremos los detalles decorativos de las balaustradas, los tabiques de canto y el remetimiento de los vanos que evocan con majestuosa discreción a la arquitectura Bizantina. Recordaremos las celosías en fachada que proyectan coquetos puntos de luz en el interior, como perlas rodando por la rampa de concreto. Recordaremos que la arquitectura que trasciende siempre funciona y emociona y alberga en todos sus rincones al silencio y a la memoria.
Octubre, 2010.
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