Carlos Fuentes, ¿por qué te extrañaría? Por Alejandro Ochoa Vega

El mismo sentimiento de orfandad que experimente cuando murió Carlos Monsiváis, lo vivo ahora ante tu partida intempestiva. Me pregunto ¿por qué?, si me reconozco lejano como devorador de novelas, que apenas recuerda haber leído de adolescente “Las buenas conciencias”, historia que me impacto al identificarme con aquel joven decimonónico, que buscaba liberarse de múltiples ataduras, y ya de adulto cuando leí “El espejo enterrado” que disfrute mucho, en aquellas épocas de las fiestas iberoamericanas del “Quinto Centenario”. Entonces, ¿Por qué te extrañaría?, quizás por tus ensayos lúcidos, tus artículos periodísticos de temas políticos, o tus entrevistas o conferencias donde vertías ideas y apuntes sobre la vida, la literatura y la cultura contemporánea global. ¿Era tu mente y presencia abierta, enfática, elocuente, histriónica, crítica y elegante, la que me seducía?, probablemente, una combinación de ti, como personaje, hombre y autor.

Qué hermoso tener 83 años y decir: “Mi sistema de juventud es trabajar mucho, tener siempre un proyecto pendiente”, porque, “cuando se llega a cierta edad, o se es joven o se lo lleva uno la chingada” (El País, 14 de mayo de 2012). Efectivamente, viviste muchos años, más de ochenta, y moriste más joven que nunca, trabajando e imaginando nuevos libros y viajes. Tu vitalidad impresionaba por no decaer, aunque seguramente ya te cansabas más y tal vez tu ritmo era un poco más pausado. El perder a tus hijos, Carlos a los 26 y Natasha a los 31, debió dolerte hasta los huesos, sin embargo no te derrumbaste y continuaste de pie, escribiendo, hablando, y hasta el final, con una impresionante lucidez. Nos dejas solos, pero a la vez, zarandeándonos e invitándonos a estar siempre despiertos, vivos, vitales…

Ahora, frente a este panorama del México que elige nuevo presidente, con estos candidatos que muy poco te inspiraban, ¿qué nos dirías como última reflexión previa antes de llegar a la casilla para votar? Quién sabe, supongo pensarás ahora: “ya están bastante grandecitos y no necesitan de un papá que los oriente y les marque el camino”, pero, realmente, ¿estaremos tan maduros y certeros para decidir entre, “más de lo mismo”, o la posibilidad de un “cambio verdadero”? Me temo que no, y la gran mayoría, por conservadores o timoratos, votaran porque las cosas sigan igual, con esa falsa ilusión, de una “estabilidad económica y libertad política accesible para todos”. Una salida equivoca que me atrevo a pensar tu no tomarías, pero lo malo es que ya no estarás con nosotros, para enfrentar ese México que se descompone cada vez más, y que a pesar de eso, tú verías una oportunidad y posibilidad, por lo menos desde la literatura y la ficción, para ser felices. Por eso te extrañaría, por eso te extraño.

Mayo, 2012.

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