En los últimos meses los festejos del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana han sido el tema central de un sin número actividades sociales, culturales, políticas, económicas e incluso deportivas; el Bicentenario –al igual que el 12 de diciembre, navidad, año nuevo y otras muchas celebraciones– se suma ya a la larga lista de pretextos para interrumpir las labores cotidianas y como lo escribe Octavio Paz en El laberinto de la soledad... Cada año, el 15 de septiembre a las once de la noche, en todas las plazas de México celebramos la fiesta del Grito; y una multitud enardecida efectivamente grita por espacio de una hora, quizá para callar mejor el resto del año...
Esta ceremonia será la oportunidad idónea para que le pueblo se entregue al festejo, a la juerga y al exceso en aras de la patria, la celebración del bicentenario deja de ser fin, conmemoración de los acontecimientos históricos que marcan el inicio de la construcción de la nación; y se transforma en medio, en souvenir, en campaña publicitaria, en marketing político y mercantilista, que lo mismo vende suites de hasta 240 mil pesos para presenciar la fiesta del bicentenario –la más cara de la historia– , funciones de boxeo, torneos de fútbol, automóviles diseñados específicamente para tan importante ocasión, monumentos y obras faraónicas inconclusas que en poco o nada mejorarán la vida de la gente, o campañas y estrategias gubernamentales con tintes aspiracionales en voz de la actriz famosa o del director técnico de la selección nacional de fútbol en turno, con el objetivo -ese sí muy claro- de disimular, maquillar y ocultar las graves desigualdades, carencias, violencia y otras problemáticas que la nación vive cotidianamente, según Nicolás Maquiavelo, “Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos”.
La primera vez que se conmemoró el grito de independencia fue el 16 de septiembre de 1812, etapa histórica en la que aún se libraba la lucha armada, este acto fue realizado en la población de Huichapan por Ignacio López Rayón quien registró en su diario de operaciones militares lo siguiente:
"Día 16 .- Con una descarga de artillería y vuelta general de esquilas, comienza a solemnizarse en el alba de este día el glorioso recuerdo del grito de libertad dado hace dos años en la Congregación de Dolores, por los ilustres héroes y señores serenísimos Hidalgo y Allende..."
Al año siguiente, José María Morelos y Pavón incluyó el punto 23, en el documento Sentimientos de la Nación, donde solicita la conmemoración del 16 de septiembre, aunque la introducción del grito en la noche del 15 de septiembre empezó a registrarse a mediados del siglo XIX. De cualquier forma el objetivo de dicha celebración era preservar el recuerdo del día en que se inició el movimiento libertario y el reconocimiento a sus iniciadores. ¿Qué tan vigente es este objetivo, cuando el sistema educativo del país esta reprobado por la OCDE?; ¿Cuántos mexicanos ostentan los conocimientos suficientes como para nombrar a los múltiples personajes y los acontecimientos históricos que se generaron en esta larga gesta, más allá de los héroes nombrados en el acartonado discurso presidencial, en los libros de texto oficiales o en las series históricas televisivas?
Desde luego no podemos ser ingenuos, este acto solemne a través del tiempo se ha transformado en una forma de manipulación de las masas, de control social y de legitimación del Estado frente al pueblo, a través de conceptos como identidad, patria y nación se utilizan y manipulan ideales, actitudes y tradiciones comunes, se construyen héroes, batallas, mitos, monumentos, festejos, instituciones y organizaciones políticas que dominan la vida de las mayorías. En gran medida el festejo del grito de independencia es para el político lo que para el clérigo la celebración de la misa, donde se reafirma el dominio y el control de la diócesis.
Así entonces el grito de independencia es fiesta, es exceso, es revuelta, donde el grito del individuo y sus problemas se funde en un grito colectivo que lo reabsorbe, es catarsis, es una válvula de alivio, es aún “cuerda de salvación” de la cual pende un estado fallido, sin proyecto de nación y orgulloso de ser mexicano...
Septiembre, 2010.
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