El pasado 19 de mayo asistí a unos de los eventos más tristes y lamentables como arquitecto interesado en la conservación y valoración de la arquitectura del siglo XX, la reapertura del Museo Universitario del Chopo, después de una agresiva intervención por parte del arquitecpo Enrique Norten. Como antecedente, se puede decir que cuando el arquitecto Felipe Leal, después de su paso exitoso como Director de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, el entonces rector Juan Ramón de la Fuente lo nombró coordinador de proyectos especiales de la máxima casa de estudios, desde donde se realizaron múltiples propuestas de remodelación y creación de nuevos edificios, así como del nuevo sistema integral de transporte y estacionamientos en CU, conocido como “Pumabus”. El problema no fue que llegara el arquitecto Leal a esa oficina, porque en realidad tenía el perfil ideal para poder renovar muchas instalaciones obsoletas de la universidad, sino que no abriera a concurso todos los proyectos que se realizaron y terminara por asignárselos a los arquitectos que considero convenientes. Así, dos de los protagonistas más significativos de la arquitectura mexicana actual fueron responsables de los proyectos de mayor alcance, Teodoro González de León que realizó el Museo Universitario de Arte Contemporáneo y Enrique Norten que “remodelo” el Museo Universitario del Chopo.
Por la trayectoria de estos arquitectos era evidente que no concebirían proyectos discretos e integrados a su entorno, en el caso del MUAC, y respetuosos del edificio original, por parte del Chopo. Del primer caso cuando se inauguro el nuevo museo en el Centro Cultural Universitario a fines de 2008, se creó una polémica a la que González de León evito enfrentar. Ahora frente a la reapertura del Chopo, Norten, seguramente previendo las reacciones, se declara abierto a la polémica, siempre y cuando sea constructiva. No obstante conviene matizar que con todo su protagonismo, el efecto del MUAC es leve frente a lo realizado en el nuevo Chopo. En este caso, en la propuesta de Norten se construyo un nuevo edificio al interior de la gran nave del viejo recinto, inclusive rebasándoho en la parte norte. La actitud prepotente de lo construido, implico embarrarse en la estructura metálica original, reduciéndola a mero envolvente. A nivel espacial y constructivo, la relación entre lo viejo y lo nuevo es deficiente, al no crear transiciones y al negar la posibilidad de mantener, por lo menos visualmente, la presencia de la estructura metálica original. Ahora, salvo en la fachada que apenas se toco, se accede a un pasillo más que a un vestíbulo, y de inmediato el nuevo edificio de concreto y vidrio te recibe aplastándote y sin darte la oportunidad de ver en toda su magnitud la vieja estructura metálica, ni aquel espacio monumental original. Al final, la prepotencia y vanidad de un arquitecto, sobre uno de los más singulares referentes del México pre industrial.
Queda entonces la reflexión sobre el papel los responsables de origen, es decir las autoridades de la UNAM, que permitieron consumar el daño al patrimonio universitario a través de este proyecto, por no haber abierto a la participación de otros arquitectos, como principio mínimo democrático de cualquier universidad pública, y por haber aprobado una propuesta que desde ese nivel ya anunciaba un impacto negativo. E incluso, el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), responsable de la conservación del patrimonio arquitectónico del siglo XX, ¿no tendría que haber detenido este atentado?
Mayo, 2010
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