Ruinas de la modernidad. Por Alejandro Ochoa Vega

Las ciudades enfrentan día a día el reto de reutilizar las ruinas o vestigios arquitectónicos de épocas pasadas, ya obsoletas para las necesidades contemporáneas; pues bien,  el siglo XXI ahora enfrenta que hacer con las ruinas de la modernidad. Paradójicamente diversas modernidades en la historia han resuelto este problema con la destrucción, no obstante el siglo XX aporto una cultura de preservación y protección del patrimonio, que ahora aparentemente beneficiaría al propio Movimiento Moderno, no obstante la realidad no es tan dulce.  Veamos algunos casos de la ciudad de México.

Diversas infraestructuras de transporte del porfiriato y hasta de los años 60 y 70 del siglo pasado enfrentan complicaciones para su preservación, o están abandonadas, subutilizadas o reutilizadas para usos culturales, o de plano en peligro de demolición o transformación radical. Múltiples estaciones de ferrocarril, terminales de autobuses y subestaciones de tranvías pasan apuros para sobrevivir. En primer lugar mencionaría el caso del Centro Cultural Estación Indianilla ubicado en la colonia de los Doctores y abierto al público a principios de 2007. Bajo una intervención cuidada y costosa aprovechando un antiguo taller de tranvías, el recinto quedo flamante para un usuario casi inexistente, puesto que los vecinos del sitio no se han identificado con el centro. Difícil paradoja donde el gobierno de ciudad invirtió bastante en un proyecto que no nació de una demanda social, sino del entusiasta promotor cultural y galerista Isaac Masri, quien a su vez ha organizado las exposiciones sobre el Paseo de la Reforma, entre otras la de las vacas y la de las bancas, donde se convocaron a múltiples artistas locales.

Otro caso es el del Museo Cultural de las Artes Gráficas ubicado sobre Calzada de Tlalpan en la colonia Country Club, reutilizando una vieja subestación de tranvías, y que desde 1998 se empezó a intervenir para transformarlo en museo. Finalmente en 2007 se inauguró después de una segunda intervención que mejoró el área de oficinas y talleres ubicados en el sótano. A diferencia de Indianilla, en este caso los recursos son privados y la respuesta social es buena. Por último mencionaría el Museo del Ferrocarril ubicado en la antigua estación de La Villa en la colonia Aragón al norte de la ciudad, en este caso la intervención fue mínima, apenas para habilitar  dos salas de exposición y sin dejar rastros del trazo de la vía. Hasta parece amable decir que se reutilizó, puesto que no se percibe un proyecto integral, sino más bien otro que cubriera un expediente de obras inauguradas por las autoridades en determinada gestión.

Ejemplos contradictorios en el reto de mantener las huellas de un pasado reciente, donde se reflejan tanto intervenciones serias y de calidad, como otras donde más bien son resultado de algún interés político.

Marzo, 2010

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