Actualmente el 50% de la población humana vive en zonas urbanas y se espera que para el 2025 este porcentaje se incremente al 75%, es decir que tres de cada cuatro habitantes vivirán en núcleos urbanos, de los cuales 2000 millones de personas habitarán en países en vías en desarrollo con múltiples problemas de acceso a servicios básicos, empleo y transporte; ésta situación podría generar zonas urbanas altamente conflictivas que incidirán fuertemente en la destrucción ecológica global. Ante este panorama el Desarrollo Sustentable (que promueve satisfacer las necesidades de las generaciones actuales sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las suyas propias) se consolida como un principio básico para todas las actividades del ser humano en aras de de alcanzar un desarrollo armónico que mejore las condiciones de vida de los seres humanos, asegure un uso responsable de los recursos naturales y evite o minimice los daños ambientales.
Por ello resulta lógico y urgente el estudio y solución de los problemas medioambientales de las zonas urbanas y en particular de los problemas de movilidad y accesibilidad de las ciudades, ya que los automóviles y la planeación urbana basada en los vehículos son responsables de muchos de los males urbanos que nos aquejan ( contaminación, congestión vehicular, problemas respiratorios, estrés, pérdidas económicas traducidas en horas-hombre de trabajo perdidas en el tráfico, dependencia a las fuentes de energía fósil no renovable y la subutilización de sistemas de transporte alternos entre otros), pero más grave resulta la falta de visión en el diseño urbano al permitir que el desarrollo de las ciudades gire entorno al automóvil favoreciéndolo mediante criterios dimensionales y geométricos, olvidándose de la escala humana y condenando a los peatones a un segundo plano en el diseño de las ciudades pese a que la gran mayoría de los ciudadanos no conduce o ni siquiera tiene acceso al coche: niños, ancianos, discapacitados entre otros.
Es necesario un planteamiento urbano integral que no sólo se limite a desincentivar el uso del coche particular y fomente el transporte público masivo, la circulación peatonal y en bicicleta, se requiere ir más allá y reducir la necesidad de usar cualquier medio de transporte, para ello se deben poner en marcha estrategias de planeación que incluyan tejidos urbanos compactos con variadas mezclas de usos de suelo , de modo que los espacios donde realizamos nuestras actividades estén situados a distancias cómodas para el desplazamiento a pie o en bicicleta, que se contemple también densidades altas para justificar sistemas transporte público masivo y eficiente, la incorporación de infraestructura de telecomunicaciones (que reduzca la necesidad de traslados), el reordenamiento de los sistemas de transporte público y su reconversión a sistemas de transporte no contaminante mediante uso de energías alternativas; todas estas estrategias deben compatibilizar la movilidad y accesibilidades con la necesidad de preservar el medioambiente y el patrimonio construido de nuestras ciudades.
Recientemente el Gobierno del Distrito Federal hizo público el modelo de financiamiento que se ocupará para la construcción del Tranvía del Centro Histórico de la Ciudad de México, para este proyecto pagará mensualmente 60 millones de pesos a la empresa que gane la licitación, es decir 720 millones de pesos al año, durante un periodo de 25 años lo que da una cifra aproximada a los 18000 millones de pesos al término del proyecto de prestación de servicios del tranvía ( nueve veces el costo estimado para la construcción del sistema que asciende a 2000 millones de pesos). Independientemente del oneroso y criticable costo de este nuevo sistema de transporte público, esperemos que esta no sea una estrategia aislada y se acompañe de un sistema de aparcamientos aledaños al perímetro “A” del centro histórico que reduzca considerablemente el acceso a coches y autobuses en él, o la creación de nuevas calles peatonales y de coexistencia vehicular y peatonal, y la recuperación de plazas y jardines como sitios de encuentro libres de la contaminación ambiental y sonora propias de los automotores.
Esperemos pues que esta nueva alternativa de transporte público nos acerque cuando menos en el tema de la movilidad a una ciudad más sustentable.
Febrero, 2010
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