“Nosotros no somos arquitectos vendidos”, afirmó Solano Benítez al inicio de su charla en el 11° Congreso Arquine. “Antes de vendernos, ya nos regalamos!”, exclamó el carismático paraguayo. Disculpándose por estar en plena digestión de una deliciosa comida mexicana, Solano Benítez (Asunción, 1963) nos invitó al luminoso universo de su Gabinete de Arquitectura. Solicitó una obscuridad total para apreciar la obra y olvidarnos de la figura endiosada del arquitecto que él rechaza. Describió la geografía surrealista de Paraguay, país en el que ejerce: “una isla rodeada de tierra que pensaba ser una parte de Brasil y que nunca se enteró que quedaba en Argentina”. A pesar del babélico mestizaje de la población compuesto por veintiún nacionalidades, del clima hostil de verano (45°C) y de la difícil situación general del país, Benítez afirma que “no hay motivos en el sur del continente para no hacer buena arquitectura”.
El joven arquitecto bilingüe español-guaraní y su equipo han proyectado y construido obras de una “calidad extraordinaria”, según las calificó el maestro Mario Botta en 2008. Aquel año, Benítez recibió el primer SwissArchitecturalAward, que lo galardonó como el “mejor arquitecto del mundo”, por su contribución a una arquitectura más humana y por su conciencia ambiental, social y paisajística. El entonces Presidente del jurado, el prestigiado arquitecto de renombre internacional Mario Botta, consideró remarcables las emociones que la obra de Benítez transmite. Dada la escasez de medios utilizados, la sorprendente habilidad de Solano Benítez ha logrado crear tipológicas nuevas y ha renovado el lenguaje arquitectónico latinoamericano, no sin dejar de reforzar la identidad de su región.
Con el uso exclusivo del tabique rojo, el hijo prodigio de Paraguay ha destacado en la disciplina por su forma de construir: ha incorporado desde el inicio el método de la experimentación, de prueba y error, como una estrategia propia a sus proyectos. Cada obra nos es contada con sus aciertos y equivocaciones. Siguiendo la tradición latinoamericana de construcción con tabique -fundada por maestros como Rogelio Salmona y Eladio Dieste-, Benítez ha empleado el ladrillo en todas sus posiciones: de canto, en diagonal, partidos con el muslo, acostados como viga, como bóveda catenaria, como celosía. En los cortes de sus obras, Benítez indica con flechas la tracción o la compresión. Los detalles de sus planos especifican incluso el mortero que va entre el moldaje y el ladrillo para compensar la falta de precisión de los maestros de obra. Alejada de los procesos de producción impuestos por la mundialización, la arquitectura de Benítez ha alcanzado una carga poética y una expresividad formal a lo largo de treinta años de oficio. Pero para él, la arquitectura es actualmente una disciplina inútil. Desde la comodidad de su despacho, con estándares de calidad y precios, con unas normas del trabajo clásico, Benítez declara que el arquitecto promedio no ha logrado dar una respuesta positiva a las personas que demandan una vivienda y que tienen poco dinero. Subraya que se debe romper la visión obsoleta y la indiferencia con la que se proyecta y se construye hoy en día.
Desde sus inicios en los años ochenta, el reconocimiento de sus pares le ha valido un sinnúmero de premios sudamericanos y el privilegio de representar a Paraguay en las bienales más renombradas del mundo del arte. Mario Botta subrayó el mérito de Benítez por haber logrado construir en “un contexto político, económico y social problemático”. Pero los premios y las conferencias impartidas en Berkley o Harvad no han opacado la sencillez ni el gran sentido del humor de uno de los arquitectos sudamericanosmás destacados en la actualidad. Su implicación por la enseñanza universitaria lo ha llevado como invitado a dirigir talleres de numerosas Casas de Estudio en Chile, Argentina, Brasil, Panamá, Perú y Ecuador así como en Texas, Arizona y California. Replantea, cuestiona y transgrede las tradiciones en la enseñanza, concluyendo que la arquitectura es un asunto más social que espacial. Este “creador empedernido” precisa que el objetivo principal de la arquitectura debe ser el de convertirse en un eje constructor de una sociedad con parámetros más humanos.
Solano Benítez no especificó durante el Congreso Arquine cuáles han sido sus influencias arquitectónicas pero su reinterpretación del lenguaje moderno es evidente: en otras conferencias ha manifestado su clara inclinación por las obras y reflexiones de Le Corbusier.
“Nosotros somos expertos en hacer lo que no sabemos hacer. Afrontamos el desconocimiento a través de la innovación, pero manteniendo el compromiso con nuestro tiempo y con nuestro lugar”, afirmó Benítez.
Obras representativas:
Casa Abu &Font, Asunción, 2004.
Esmeraldina (casa a su madre), 2002.
4 vigas (tumba a su padre), Piribebuy, 2000.
Complejo vacacional Sitrade, 1989.
Marzo, 2010
Marzo, 2010
Fuentes:
« La Poética del ladrillo o la arquitectura de Solano Benítez ». Eugenio Simonetti Toro
, Profesor y Arquitecto Universidad Finis Terrae,
MAUD, Harvard University. 5 noviembre 2009.
“Solano Benîtez: en Paraguay, la arquitectura también existe”. Universidad Diego Portales.
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