Los mercados públicos, una tradición en la vida cotidiana. Por Ma. Pamela Vicke Sánchez

Mercado: se deriva del vocablo mercante, en el lugar, donde los productos son expuestos para su venta o intercambio. La palabra mercado, se remite a la existencia desde hace siglos, de las formas de vida y útil de los “mercados tradicionales”, que han permitido el intercambio de los bienes y servicios, antes realizado por medio del trueque.  En un principio, el negocio de los productos comenzó en manos de una multitud de pequeños productores, que vendían o intercambiaban sus cosechas, animales, etc., instalándose a cualquier hora, en las esquinas de las calles o en las plazas de pueblos cercanos a sus moradas.

Pues cabe señalar que en los mercados se congregaban como en la época prehispánica, una enorme cantidad de mercancías tanto de origen nacional como importadas, productos agropecuarios y una amplia variedad de artículos para usos diversos y subsistieron algunos mercados y tianguis especializados en flores, frutas, verduras, forrajes, materiales para la construcción, carbón y para la venta de animales, proveniente de la caza y la pesca en el área lacustre. 
La proliferación de mercados cubiertos, significó un acceso más continuo y directo a los productos de primera necesidad; posteriormente, surgen los supermercados y tiendas de autoservicio y estaban ubicados generalmente, en las avenidas de mayor circulación y en las zonas periféricas de la ciudad.  El primer supermercado que se estableció en la ciudad fue SUMESA y después lo que conocemos actualmente: Superama, Aurrerá, Comercial Mexicana; Gigante, ahora Soriana y hoy en día Wal-Mart; Carrefour, ahora Chedrahui, SAM’S, COSTCO, por mencionar algunos.
Dado a la influencia comercial iniciada en los Estados Unidos en nuestro país, ellos dan los primeros pasos y nosotros lo asimilamos, porque tienen amplio estacionamiento, facilidades de pago, como la tarjeta Sí Vale, apoyo que brinda el Gobierno del DF a los adultos mayores, (aunque en algunos mercados ya lo están implementando), horarios de servicio accesible, laborando hasta días festivos, debido al crecimiento de estas cadenas de supermercados y a la falta de modernización, los mercados populares del Distrito Federal hoy en día,  enfrentan “una severa crisis”, encontrándose en un estado de abandono y decadencia.
Según datos de la Secretaría de Desarrollo Económico (Sedeco), revelan que los supermercados cubren 52 por ciento de la demanda, mientras que los 317 mercados públicos cubren sólo 20 por ciento de la demanda de abasto de alimentos de los capitalinos. El diagnóstico que realizó la dependencia local, señala que los mercados públicos se sitúan en desventaja frente a las tiendas de autoservicio.
Ya que en octubre del año pasado, se inauguró la Bodega Aurrerá Exprés, localizada en Santa Cruz 77, en la colonia San Simón Ticomac. Dicho establecimiento mercantil se ubica a 30 pasos del mercado Portales, principal centro de abasto de la delegación Benito Juárez; y durante el primer día de operaciones de la tienda departamental, los locatarios bloquearon el acceso bajo la consigna de “que la empresa estadunidense Wal-Mart pretende acabar con los mercados populares”.
Por su parte, autoridades capitalinas reconocen el abandono y el riesgo que enfrentan los mercados públicos frente a las cadenas comerciales, por lo que reconstituyeron el Comité de Mercados Públicos, que no había sido instaurado desde hace 20 años.  El comité tendrá como objetivo proponer políticas de apoyo a los mercados públicos, a fin de que adopten un esquema de modernización que haga más eficiente la distribución de productos básicos.
El comercio es una actividad universal, que absorbe las características propias de su tiempo y del espacio en que se desarrolla, no obstante sigue siendo igual, como quien dice ha cambiado el ritual, la ceremonia es distinta, pero el arte sigue siendo el mismo: vender y comprar, comprar y vender, en beneficio para el que lo compra y para el que vende.  Por ello la importancia de la permanencia de los mercados públicos en la actualidad, radica en que las autoridades les aporten el presupuesto para el mantenimiento y mejoramiento de sus instalaciones, así como recuperar su identidad, para que no se pierda la tradición.
Julio, 2009.

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