Culiacán, un barco a la deriva*
Juan Carlos Rojo
Carrascal**
Las ciudades necesitan contar con un plan
estratégico urbano que garantice su sostenibilidad. El ritmo de expansión
anárquico de la ciudad de Culiacán no garantiza condiciones de habitabilidad
para una siguiente generación, mucho menos para las posteriores. Es decir, no
se trata de pensar en el Culiacán que le vamos a dejar a nuestros hijos sino el
que recibirán los nietos y bisnietos de ellos. La inmediatez no aplica en el
urbanismo. Tratar de resolver por partes los problemas que se van presentando
no resuelven la ciudad solo incrementan cada vez más sus infinitas
demandas.
Hace unos
días fuimos testigos de la colisión del carguero Dali contra el puente Francis
Scott Key de Baltimore. El peso del carguero de 300 metros de eslora con 4 mil
679 contenedores de más de 25 toneladas de peso cada uno hizo ver al puente
como una frágil estructura de naipes. Las causas del accidente no están claras,
lo único seguro es que el buque “perdió el rumbo” poco antes del cruzar el
puente e impactó con uno de sus soportes. Ver el video de este suceso no pudo
evitar en mí evocar, de manera metafórica, el futuro de una ciudad sin un
adecuado plan estratégico urbano. No tener rumbo ni visión clara de hacia dónde
vamos como ciudad implica tener un riesgo latente de colisionar en cualquier
momento como lo hizo el Dali.
Culiacán
requiere de una “carta de navegación”. La sistemática depredación de miles de
hectáreas de bosques caducifolios que la rodean y que hasta ahora eran su
principal fuente de servicios ambientales comienza a impactar de forma
multifactorial en la ciudadanía. Actualmente, se está sufriendo una de las
peores crisis hídricas de su historia y la ciudad seguirá padeciendo el
incremento de olas de calor nunca antes registradas. Por consiguiente, serán
cada vez mayores los padecimientos de salud en su población como claros efectos
colaterales de un mal desarrollo urbano, entre los que se pueden mencionar los
padecimientos del corazón o pulmonares, la diabetes, los golpes de calor, el
estrés y la creciente cantidad de víctimas de cualquier edad por hechos viales
totalmente evitables.
Las
ciudades necesitan contar con un plan estratégico urbano que garantice su
sostenibilidad. El ritmo de expansión anárquico de la ciudad de Culiacán no
garantiza condiciones de habitabilidad para una siguiente generación, mucho
menos para las posteriores. Es decir, no se trata de pensar en el Culiacán que
le vamos a dejar a nuestros hijos sino el que recibirán los nietos y bisnietos
de ellos. La inmediatez no aplica en el urbanismo. Tratar de resolver por
partes los problemas que se van presentando no resuelven la ciudad solo
incrementan cada vez más sus infinitas demandas.
En estos
días varias y varios aspirantes a la presidencia municipal de Culiacán
comenzarán sus campañas. Seguro prometerán resolver el caos vial, la dotación
de servicios, disminuir la violencia, mejorar parques, desaparecer baches y
todo eso que suelen ser las mayores dolencias de la ciudadanía. Quizá no sea la
mejor estrategia de campaña ofrecer la construcción colectiva de un plan
estratégico urbano, sin embargo, es un paso que debiese considerar quien desee
“conducir la nave”. Una verdadera “carta de navegación”. Quien asuma la
presidencia tendrá en sus manos la oportunidad de promover un verdadero cambio.
Una transformación que deberá partir de un innovador ejercicio de participación
y consulta ciudadana que derive en la definición de qué ciudad queremos que sea
Culiacán en las próximas décadas: Lo que sería una visión estratégica de
ciudad.
Esta nueva
“carta de navegación” deberá responder a los lineamientos internacionales
(Objetivos de Desarrollo Sostenible, Nueva Agenda Urbana, Acuerdos de París,
Carta de la Tierra, entre otros) para afrontar el cambio climático, el
incremento de padecimientos crónicos, la discriminación e infinidad de
injusticias que hoy se viven en nuestras ciudades.
Administración
tras administración han dejado pasar grandes oportunidades y han seguido
actuando de una manera inercial: Si hay demanda de vivienda se permiten más
fraccionamientos cada vez más lejos y desprovistos de necesidades básicas. Si
hay congestionamiento vial se hacen más anchas las calles, se construyen
puentes, túneles y se pavimenta más. Si se genera más basura se compran más
camiones de recolección y se construyen más rellenos sanitarios. Si hay más
inseguridad se compran más patrullas y armas. Si hay más enfermos se hacen más
hospitales y clínicas. No se puede seguir con este estilo apagafuegos.
Con un Plan
Estratégico Urbano se puede revelar la existencia de suelo suficiente al centro
de la ciudad para cubrir la demanda de vivienda que la ciudad tiene. Para ello
se requerirán novedosos instrumentos normativos que rompan con la dañina
especulación del suelo que hoy existe. Los congestionamientos viales se pueden
diluir mediante un plan de movilidad urbana sostenible que apueste por otras
alternativas de transporte (colectivo, bicicleta y peatonal) y a su vez,
induzca a desarrollar la accesibilidad. Es decir, cubrir las necesidades de la
ciudadanía (incluyendo la niñez y adultos mayores) a corta distancia de tal
manera que no se le obligue diariamente a largos desplazamientos.
Para el
tema de la basura, los esfuerzos se deben redireccionar a la reducción
sistemática de los volúmenes y no a seguir deteriorando suelos. La inseguridad
tiene mucha relación con la calidad y la capacidad de uso del espacio público
(que incluyen las calles y banquetas). Una ciudad es para vivirla y no para
esconderse de ella. En la medida de que las condiciones de sus calles, y sobre
todo de sus banquetas, parques y plazas nos inviten a salir a caminar y a usar
de forma constante el espacio público haremos una ciudad más segura y, sobre
todo, más saludable. La salud de las personas se cultiva fuera de los
hospitales y de las clínicas.
La (o el)
presidente municipal en turno tendrán en sus manos la oportunidad de trascender
en la historia de Culiacán. Esta nueva visión de ciudad deberá ser aprobada por
gente convencida de que el futuro de la ciudad, su ciudadanía y de sus futuras
generaciones está verdaderamente en riesgo de una colisión. Debemos afrontar
cambios significativos. Aún estamos a tiempo de trazar el rumbo y navegar con
seguridad las turbulentas aguas que se avecinan.
*Tomado de El Noroeste Culiacán
Sinaloa 08.04.2024.
**Arquitecto, Maestro en
Arquitectura, Doctor en Geografía y profesor de la Facultad de Arquitectura de
la Universidad Autónoma de Sinaloa.
Julio 2024
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