Calakmul herido*
Juan
Carlos Rojo Carrascal**
Siempre he
tenido una especial atracción por la selva. Aunque parezca un lugar inhóspito
para el ser humano, considero que son los lugares óptimos para su supervivencia
en condiciones naturales. Otros lugares en otras latitudes (tundras, desiertos,
bosques templados) o en otras altitudes (como el altiplano o las zonas
montañosas en México) hemos tenido que enfrentar las inclemencias climáticas
adecuando nuestras condiciones de vida para soportarlas. Es decir, sin las
construcciones climatizadas, ropa, fuego u otro tipo de energías, no habría
manera de sobrevivencia.
El pasado
fin de semana visité la Biósfera de Calakmul, una selva excepcional con una
biodiversidad extraordinaria donde por cientos de años las comunidades mayas
han sabido sostener -de una u otra forma- ese complejo equilibrio entre la
actividad humana y el impacto que esta genera en el territorio que habitan.
Actualmente, se está viendo amenazada esta armonía por las nuevas
intervenciones en pro del “desarrollo turístico” que, definitivamente, no hace
buena mancuerna con la conservación de las áreas naturales.
No voy a
polemizar más de lo que ya se ha hecho con este proyecto. Personalmente
simpatizo mil veces más con las vías del tren que con las carreteras como
alternativas de comunicación y medio de transporte. Si algo ha sido letal para
la fauna silvestre son los miles de kilómetros de carretera construidos en el
país sin considerar sus necesidades naturales de desplazamiento en su
territorio.
Solo el 11
por ciento del territorio nacional es considerado Área Natural Protegida, lo
que entre otras cosas significa que solo en estos lugares la fauna silvestre
goza de relativa protección y en el resto de la superficie, que es el 89 por
ciento del territorio nacional, la humanidad incide y pone en riesgo
continuamente a toda forma de vida silvestre. Siendo objetivos, estas
proporciones debiesen estar a la inversa, pero hemos dispuesto “acorralar” los
frágiles ecosistemas naturales en pequeños reductos como si fueran museos para
la conservación natural.
Por todo lo
anterior, la incursión del Tren Maya en la Biósfera de Calakmul es una
operación quirúrgica de alto riesgo. Una herida grave. El solo paso del tren
quizá no implicará tanto impacto como todo lo que conlleva el proyecto y su
puesta en marcha. Actualmente se construye un “hotel ecológico” -nada modesto
según aprecié- muy cerca de la zona arqueológica, en medio de la Biósfera. Esta
y otras obras complementarias que se presume promoverán un incremento
importante de turismo pondrán en riesgo a muchas comunidades mayas que hasta la
fecha habían sabido entender y compartir la selva y sus recursos mediante una
sana convivencia con el entorno que los rodea. Por lo pronto, el ritmo de la
construcción y el continuo paso de vehículos pesados atravesando la selva están
marcando un significativo deterioro ambiental inédito en este lugar.
Pasé dos
noches en la comunidad 20 de Noviembre donde aprendí infinidad de cosas en
pocas horas. Las artesanas y artesanos de este lugar muestran con orgullo sus
productos y ofrecen talleres a quien quiera aprender a hacerlos. El lugar es un
modelo de desarrollo sostenible. La comunidad no tiene hoteles, pero se las
arreglaron estos días para albergar y alimentar a varias decenas de visitantes
mexicanos, finlandeses y franceses. A partir de esta visita, nos hicieron
descubrir la grandeza de lo sencillo, el valor de los entornos naturales y el
orgullo de la cultura maya que aun está presente y de la cual siempre tendremos
mucho que aprender.
Regresé
convencido de una teoría muy personal: Las antiguas civilizaciones mayas, luego
de vivir por siglos en aquellas ciudades, se retiraban de ellas para iniciar
nuevos asentamientos en otras latitudes por respeto al entorno y sus ciclos
naturales. Ellos sabían de límites, tal vez por eso nunca se asentaron de forma
masiva sobre las costas, siempre al interior del continente. Hoy, los nuevos
“colonizadores” de estas regiones -los del siglo veintiuno- no saben de
límites. Pronto nuestra lacerada naturaleza nos pasará factura.
*Tomado de El Noroeste Culiacán Sinaloa 25.03.2024.
**Arquitecto,
Maestro en Arquitectura, Doctor en Geografía y profesor de la Facultad de
Arquitectura de la Universidad Autónoma de Sinaloa.
Julio
2024