La
gran serpiente que sorprendió al público y al mundo en la inauguración del
Museo de Arte Experimental El Eco, llamada Ataque (1953), nos recibe 62 años
más tarde en esta muestra sobre el escultor y artista Mathias Goeritz sin
perder un ápice de su vigor y contundencia. Esto nos da una pista del alcance
de la exposición que, después de estrenarse en el museo Reina Sofía (España) el
año pasado, llega a México estos días al Palacio de Cultura Banamex-Palacio de
Iturbide. Exposición organizada y desarrollada en consorcio por Fomento
Cultural Banamex, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y Fundación
Amparo con la curaduría a cargo de Francisco Reyes Palma, crítico mexicano
experto en el tema. La exposición se llama “El retorno de la serpiente. Mathias
Goeritz y la invención de la arquitectura emocional”.
En
ella, y conmemorando el centenario del nacimiento del artista, se hace una
revisión y análisis exhaustivo de las propuestas formales y conceptuales de la
obra de Goeritz, articulados bajo tres núcleos fundamentales. En primer lugar,
la obra artística producida desde su llegada a México y que desembocaría,
principalmente, en su Manifiesto de Arquitectura Emocional así como su parte
más urbana y arquitectónica con el Museo de Arte Experimental El Eco (1953) y
la ocupación del espacio público. De ahí surgen las Torres Satélite
(1957-1958), la Ruta de la Amistad (1968), y el Centro del Espacio Escultórico
en la UNAM (1978-80). En segundo lugar se muestra la función de Goeritz como
agitador social y cultural con proyectos, obras y exposiciones que no
concuerdan con el enraizado y acomodado realismo social de los muralistas
mexicanos primero, y el “antiarte” de los Nuevos Realistas europeos después. El
tercer y último núcleo se centra en el lenguaje meta artístico de Goeritz:
experimental, abstracto, moderno y místico; en el ámbito social, público y
privado. La exposición comienza en 1949, cuando Goeritz llega a México bajo la
influencia de vanguardias europeas y acontecimientos distintos a los mexicanos.
Esto, junto a su búsqueda de libertad de creación en respuesta al totalitarismo
que sufre Europa y el arte precolombino encontrado en México determinarán su
producción teórica y práctica para las siguientes cuatro décadas. Su obra El
carnicero (1956) nos habla del expresionismo alemán, del régimen nazi, de
Bertolt Brecht (1898-1956) y de la Escuela de Altamira. El grafismo utilizado
en las letras de murales y poemas nos lleva irremediablemente a la obra del
escultor vasco Eduardo Chillida (1924-2002). Como eje dinamizador y fundamento
de su trabajo, Goeritz plantea el concepto de arquitectura emocional. Con él
reclamaba la necesidad de idear espacios, obras y objetos que causaran al
hombre moderno una máxima emoción, frente al funcionalismo, el esteticismo y la
autoría individual. En este sentido, las nociones de colaboración, la libertad
de creación y la recuperación de las funciones sociales del diseño se reconocen
en todos los trabajos alentados y realizados por Goeritz.
Un
término recurrido constantemente en la exposición es el de Arte y Guerra Fría
aunque no está claramente argumentada la relación directa o influencia de la
Guerra Fría con el trabajo de Goeritz o el panorama artístico mexicano de
entonces. Tal vez sea una formulación planteada y no resuelta por el museo
Reina Sofía, que en estos días organiza jornadas sobre la Guerra Fría y arte europeo.
El
espacio cultural y expositivo en que se transformó ex profeso el Palacio
Iturbide en su momento se adapta a las singularidades de esta exposición. Como
es habitual en el centro, el amplio espacio diáfano del patio se ha delimitado
con grandes paneles, tomando en esta ocasión la entidad de muros monocromáticos
y dorados, sin ángulos en 90º, en evidente homenaje al artista. Estos muros
aíslan, resaltan o sustentan obras, marcando junto a las salas un itinerario con
un discurso coherente y bien armado, donde se puede apreciar la escala en la
que transita la obra de Goeritz, desde la maqueta a la monumentalidad. El extenso
material que representa la abrumadora capacidad y trabajo creativo del escultor
está formado por unas 500 piezas de diversos formatos provenientes de unas
cincuenta colecciones, públicas y privadas, procedentes de varios países:
México, Estados Unidos y Portugal, entre otros. Dibujos, pintura, escultura, fotografía
y maquetas, además de material bibliográfico y documental (escritos,
manifiestos y catálogos) forman parte de la muestra en un recorrido cómodo y accesible
para todo el público; que, dado el lugar estratégico donde se encuentra, se
espera que sea numeroso y variado.
Este
ambiente de idílicos resultados se esfuma bruscamente poco antes del final de
la exposición. El recorrido se interrumpe de forma engañosa en la planta 1ª,
por la disposición del espacio museístico en sí. Siguiendo las indicaciones del
museo se recorre un pasillo y sala totalmente ajenos al contenido de la muestra
para salir de nuevo a la escalera de acceso. Es entonces cuando nos damos
cuenta de que la vida y obra de Mathias Goeritz se acabaron treinta metros
atrás. Para los no aturdidos con este hecho, existe, antes de llegar a la
escalera, una sala de audiovisuales donde se proyecta un documental sobre la
misma exposición.
El
retorno de la serpiente. Mathias Goeritz y la invención de la arquitectura
emocional permanecerá en el Palacio de Cultura Banamex de mayo a septiembre de
2015.
Fuente: http://fomentoculturalbanamex.org/wp-content/uploads/2014/11/MathiasGoeritzbanner.jpg |
Junio, 2015.
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