Nuestra
División se llama de Ciencias y Artes para el Diseño y sin embargo no existe
una sola mención al arte en los contenidos de sus programas. Esa palabra no
aparece nunca en los planes y programas de estudios de sus licenciaturas.
Tampoco la palabra estética. Es más, en toda la Universidad Autónoma
Metropolitana no hay una licenciatura que tenga que ver con el Arte, así, con
mayúsculas. ¿Es que el arte no existe más? ¿Ya no forma parte de nuestra
realidad? ¿Dejó de ser una forma más de conocer y ser en el mundo? ¿Y cómo
llamamos ahora a eso que se produce y que interroga nuestros sentidos porque es
una parte del mundo real y una forma de interpretación de ese mundo?
Nuestra
universidad pareció buscar una respuesta hace 40 años y por ello nombró a
nuestra División así: de Ciencias y Artes, solamente que una vez dada a la
tarea de definir qué se buscaba, quedó en el olvidó este campo del quehacer
humano y ya ni siquiera importó discutir sobre el tema. Simplemente despareció.
Y el problema es que hoy, a pesar de los cada vez más impactantes desarrollos
de la tecnología, a pesar de los más maravillosos descubrimientos tanto del
propio ser humano como de lo que le rodea, sigue habiendo productos del
quehacer de los hombres que no podemos clasificar fácilmente. Ahí está el
Danzón número dos de Arturo Márquez para hacer vibrar el corazón profundo
cuando en cualquier parte del mudo se toca eso que un músico mexicano supo extraer
de las raíces de este sufrido país. Y está una Elisa Carrillo para incorporar
su gracilidad y ligereza al Ballet de la Ópera de Berlín donde se sigue
invocando cómo el cuerpo del ser humano puede ir más allá de sus movimientos
habituales para conectarnos con el ritmo de otros universos. Todo eso y mucho
más, ha sido dejado de lado en nuestra División.
Y
para que esto resulte más lamentable, en estos días se ha montado en el Museo
de Arte Moderno de la Ciudad de México una exposición retrospectiva de los trabajos
de Carlos Aguirre. ¿Quién? dirán tal vez muchos de nuestros alumnos y quizá
varios de nuestros profesores. Pues sí, en efecto, se trata de un profesor de
la carrera de Diseño Gráfico que lleva por lo menos 35 años impartiendo su
clase de ilustración en esa carrera; al mismo tiempo que produce
incansablemente su obra. Carlos Aguirre estudió diseño industrial y luego hizo
estudios de artes visuales en Londres para regresar a México e iniciar su
búsqueda dentro de un campo de experimentación que conserva aún esa vitalidad
que exige la continua ansiedad por conseguir nuevos hallazgos. Y no sólo eso,
desde los primeros trabajos decidió vincular su expresión a una visión
comprometida con los problemas de nuestro tiempo: la injusticia, la versión
sesgada sobre la Revolución Mexicana, la vida de los trabajadores explotados,
la agresión incontrolable a la naturaleza, la contaminación de las ciudades, la
identidad de los olvidados, la pérdida del lugar y la violencia; temas que no
por su lacerante actualidad oscurecen el alcance de los logros estéticos de
nuestro artista.
En
esta exposición su obra impacta y resulta interrogante porque nos pone frente a
temas que preferimos olvidar, la pederastia, por ejemplo. Pero además, en su
visión, esto toma su verdadera dimensión, su sobrecogedora realidad, sin caer
en la obviedad. Sus estudios sobre semiótica le permiten incorporar el lenguaje
escrito en los diferentes soportes que utiliza exigiéndonos a los espectadores
un ejercicio de introspección que nos permita volvernos parte de la obra. Y es
de admirar la precisión tanto de la concepción como de la producción de las
obras, la claridad de los conceptos y el manejo de la escala en sus trabajos:
desde un pequeño formato del tamaño de una hoja carta hasta cubrir todo un muro
del museo de cuatro metro de alto y unos veinte metros de largo. Materiales
tradicionales, el dibujo a mano alzada en sus limpios cuadernos, hasta el vídeo, el foto montaje, trozos de la naturaleza y del cuerpo humano y muchos
más, todos van armando la complejidad de un trabajo que una vez más reta a su
definición.
Suerte
han tenido los alumnos que han pasado por su aula, la influencia que ha dejado
en ellos se nota y se agradece, sin embargo muchos, demasiados, permanecemos
ajenos a su aportación y en un ámbito que se denomina con la presunción de
Arte, es imperdonable no visitar esta exposición, como se lamenta que en la
institución a que el aporta tanto no se haga una profusa difusión de este
extraordinario evento.
Fuente de fotografías de la exposición: José Ángel Campos salgado |
Septiembre,
2015
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