Carlos Aguirre, profesor de CyAD. Por José Ángel Campos Salgado

Nuestra División se llama de Ciencias y Artes para el Diseño y sin embargo no existe una sola mención al arte en los contenidos de sus programas. Esa palabra no aparece nunca en los planes y programas de estudios de sus licenciaturas. Tampoco la palabra estética. Es más, en toda la Universidad Autónoma Metropolitana no hay una licenciatura que tenga que ver con el Arte, así, con mayúsculas. ¿Es que el arte no existe más? ¿Ya no forma parte de nuestra realidad? ¿Dejó de ser una forma más de conocer y ser en el mundo? ¿Y cómo llamamos ahora a eso que se produce y que interroga nuestros sentidos porque es una parte del mundo real y una forma de interpretación de ese mundo?


Nuestra universidad pareció buscar una respuesta hace 40 años y por ello nombró a nuestra División así: de Ciencias y Artes, solamente que una vez dada a la tarea de definir qué se buscaba, quedó en el olvidó este campo del quehacer humano y ya ni siquiera importó discutir sobre el tema. Simplemente despareció. Y el problema es que hoy, a pesar de los cada vez más impactantes desarrollos de la tecnología, a pesar de los más maravillosos descubrimientos tanto del propio ser humano como de lo que le rodea, sigue habiendo productos del quehacer de los hombres que no podemos clasificar fácilmente. Ahí está el Danzón número dos de Arturo Márquez para hacer vibrar el corazón profundo cuando en cualquier parte del mudo se toca eso que un músico mexicano supo extraer de las raíces de este sufrido país. Y está una Elisa Carrillo para incorporar su gracilidad y ligereza al Ballet de la Ópera de Berlín donde se sigue invocando cómo el cuerpo del ser humano puede ir más allá de sus movimientos habituales para conectarnos con el ritmo de otros universos. Todo eso y mucho más, ha sido dejado de lado en nuestra División.

Y para que esto resulte más lamentable, en estos días se ha montado en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México una exposición retrospectiva de los trabajos de Carlos Aguirre. ¿Quién? dirán tal vez muchos de nuestros alumnos y quizá varios de nuestros profesores. Pues sí, en efecto, se trata de un profesor de la carrera de Diseño Gráfico que lleva por lo menos 35 años impartiendo su clase de ilustración en esa carrera; al mismo tiempo que produce incansablemente su obra. Carlos Aguirre estudió diseño industrial y luego hizo estudios de artes visuales en Londres para regresar a México e iniciar su búsqueda dentro de un campo de experimentación que conserva aún esa vitalidad que exige la continua ansiedad por conseguir nuevos hallazgos. Y no sólo eso, desde los primeros trabajos decidió vincular su expresión a una visión comprometida con los problemas de nuestro tiempo: la injusticia, la versión sesgada sobre la Revolución Mexicana, la vida de los trabajadores explotados, la agresión incontrolable a la naturaleza, la contaminación de las ciudades, la identidad de los olvidados, la pérdida del lugar y la violencia; temas que no por su lacerante actualidad oscurecen el alcance de los logros estéticos de nuestro artista.

En esta exposición su obra impacta y resulta interrogante porque nos pone frente a temas que preferimos olvidar, la pederastia, por ejemplo. Pero además, en su visión, esto toma su verdadera dimensión, su sobrecogedora realidad, sin caer en la obviedad. Sus estudios sobre semiótica le permiten incorporar el lenguaje escrito en los diferentes soportes que utiliza exigiéndonos a los espectadores un ejercicio de introspección que nos permita volvernos parte de la obra. Y es de admirar la precisión tanto de la concepción como de la producción de las obras, la claridad de los conceptos y el manejo de la escala en sus trabajos: desde un pequeño formato del tamaño de una hoja carta hasta cubrir todo un muro del museo de cuatro metro de alto y unos veinte metros de largo. Materiales tradicionales, el dibujo a mano alzada en sus limpios cuadernos, hasta el vídeo, el foto montaje, trozos de la naturaleza y del cuerpo humano y muchos más, todos van armando la complejidad de un trabajo que una vez más reta a su definición.

Suerte han tenido los alumnos que han pasado por su aula, la influencia que ha dejado en ellos se nota y se agradece, sin embargo muchos, demasiados, permanecemos ajenos a su aportación y en un ámbito que se denomina con la presunción de Arte, es imperdonable no visitar esta exposición, como se lamenta que en la institución a que el aporta tanto no se haga una profusa difusión de este extraordinario evento.





Fuente de fotografías de la exposición: José Ángel Campos salgado


Septiembre, 2015

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