Pasan días y más días y de los
estudiantes de la Normal de Ayotzinapa desparecidos por el Estado no sabemos aún
nada. Son más de dos meses desde el 26 y 27 de Septiembre de este año y las
propuestas del gobierno de la República, representado en primer lugar por el
Presidente, solamente intentan que poco a poco se vaya olvidando esta terrible
tragedia. Pero se equivocan quienes promueven tal política, la memoria se va
reforzando con el recuento de otras, muchas otras atrocidades cometidas por ese
mismo Estado en todo el país. De este modo, por cada respuesta que dan las
autoridades, crece el enojo, la indignación, la rabia, y al mismo tiempo la
disposición a no dejar que se borren de la memoria tan trágicos acontecimientos.
Y una cosa va quedando clara: quienes
han sido el blanco de estas acciones absolutamente imperdonables, son jóvenes
cuyo único propósito ha sido estudiar para mejorar. Y son también jóvenes los
que en otros momentos y otros lugares han sido sacrificados. De tal modo que es
de esta juventud, de otros muchos estudiantes de todo el país, de donde va
naciendo la conciencia de que esta situación no puede continuar, que de no
darse una resistencia ante estos crímenes, ellos serán en un momento dado el
blanco de otros ataques. Para ellos va siendo cierto que el conocimiento, la
reflexión, el sentido crítico, le estorba al sistema para seguirse perpetuando.
Un sistema que por otra parte no les ofrece ningún futuro promisorio, y
solamente los irá a ocupar como esclavos de un trabajo mal remunerado o como un
agente más de la criminalidad que aflora en todos lados.
Estos jóvenes son los que forman
el núcleo esencial en nuestra Universidad, son ellos el motivo de nuestra
existencia como institución y como espacio de creación de alternativas para un
mundo mejor, y de ellos continúan naciendo propuestas para mantener viva la
exigencia que se repite, literalmente en todo el mundo: “vivos se los llevaron,
vivos los queremos”. Son nuestros estudiantes los que buscan que el sistema no
desvíe la atención de la sociedad hacia la banalidad que todos los días
transmiten los medios, que la tergiversación que se realiza en las pantallas
televisivas no desvirtúe la realidad espantosa de estos hechos macabros. Ellos
han tomado la frase que en las marchas aparece repetidamente: “Quisieron
enterrarnos pero no sabían que somos semillas”. Y con esta frase, estudiantes
de la carrera de arquitectura del IV trimestre de la División de Ciencias y
Artes para el Diseño de la UAM X, han creado en el espacio que ellos mismos bautizaron
como el “jardín pic nic”, una obra artística compuesta por 43 planos con
diferente altura y verticalidad, cada uno representando a sus compañeros
normalistas desaparecidos. La secuencia de estos planos, sencillas tablas de
pino pintadas de rojo, forman una interrogación cuyo punto está representado
por un círculo de seis veladoras recordando a los seis estudiantes muertos en
esos mismos días. La interrogación está alrededor de un árbol, que representa
hasta donde pueden crecer las semillas que ellos ahora están sembrando.
Falta en este lugar la presencia
de mis compañeros maestros de Arquitectura, pues los de Diseño Gráfico, por
ejemplo, ya lo hacen. Por una parte hay que llevar a cabo experiencias y
revisiones en el aula que vayan en camino de otras arquitecturas, las de mayor
aportación, las de nuevos logros estéticos, las más cercanas a los pobres, que
son otro blanco de la indiferencia del Estado. Hay que dar un giro completo
para dejar de lado arquitecturas que sólo sirven a los que tienen más recursos;
y por otra, es urgente ya que los docentes se expresen apoyando las demandas de
los estudiantes, reflexionando con ellos, orientando con su experiencia,
intercambiando con ellos como una muestra de espíritu democrático, exponiendo
frente a ellos las perspectivas que sus más años vividos pueden visualizar
sobre próximos pasos a dar. Porque me queda la sensación de que los maestros
hemos sido invadidos por la precaución, el temor a equivocarnos, la falsa
serenidad para no involucrarnos en un conflicto de impredecibles derroteros.
Tengamos presente que en nuestra universidad somos uno solo, maestros y
alumnos. Hagamos valer esta unidad, por un país más justo.
Jardín
Pic Nic en la Universidad Autónoma Metropolitana unidad Xochimilco. Fuente:
José Ángel Campos Salgado.
Diciembre
2014.
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